HUBERT DE GiVENCHY
EN MADRiD
HUBERT DE GiVENCHY
EN MADRiD
“La Alta Costura ha llegado a su fin, desgraciadamente”. Así se despedía de Yves Saint Laurent, Hubert de Givenchy, el único de los maestros couturiers que continúa con vida y que recuerda ahora su trayectoria en una exposición de alcance internacional en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Si bien es verdad que la Alta Costura es un reducto cada vez más pequeño, no quita que se inscribe en la memoria histórica colectiva (¿regida por la lucha de clases?) como reflejo de la cultura y la sociología del momento.
Hubert James Taffin de Givenchy nació el 20 de febrero de 1927 en el seno de una familia aristocrática de Beauvais (ciudad al norte de París, hoy en día más conocida por los vaivenes de Ryan Air que por su imponente catedral gótica). Su padre falleció tres años después y el niño se crió con su madre, Béatrice Badin, y su abuela materna, Marguerite Dieterle Badin, viuda del pintor y director de las manufacturas de tapices de los Gobelinos y de Beauvais, Jules Badin. De ambas, heredó su pasión por los tejidos, y de su abuelo materno, coleccionista de muebles, antigüedades, trajes y telas preciosas, el amor por el resto de cosas bellas: “Cuando sacaba buenas notas en el colegio, como premio, me dejaban acceder a esos tesoros, tocarlos un poco, admirarlos y así soñar…”.
Con solo diez años, Hubert entendió al visitar el Pavillon de l’Elégance, en la Exposición Universal de París de 1937, que de mayor sería couturier. Y, 8 años después, pese a que su familia quería que estudiara Derecho, el joven apuesto -con sus modales exquisitos y planta elegantísima (siempre se le ha conocido como el gentleman)- se instaló en un París liberado en plena efervescencia. A la vez que se matriculó en Bellas Artes, entró como aprendiz en el taller de Jacques Fath. Para entonces, ya era un gran admirador de los modelos de Balenciaga: “el corte impecable, la sobriedad, la elegancia, la modernidad. Era el suyo un estilo único, especial”. Un año después, continuó su formación en los talleres de Robert Piguet, donde conoció a Christian Dior, que le prometió un puesto en su propia casa de costura -que estaba a punto de abrir- de aceptar formarse con Lucien Lelong, donde él mismo había trabajado como diseñador.
¡Dicho y hecho! Pero, tras seis meses con Lelong, Givenchy pasó a dirigir la boutique de Elsa Schiaparelli en la muy parisina Place Vendôme, donde conoció a quien se convertiría en su mejor amigo y compañero inseparable, Philippe Venet. La nueva experiencia no hizo más que alentarle en una idea que germinaba en su interior: crear su propia casa de Costura; y, en 1952, dio el salto. Rechazó la oferta de Dior y abrió Maison Givenchy, en la calle Alfred de Vigny nº8 de París, animado por su amiga Bettina Grazziani, modelo que se encargó de que la prensa estuviera al tanto de todo lo que ocurría en el nuevo atelier.
En 1953, gracias al éxito rotundo de su primera colección (más de prêt-à-porter de lujo que de Alta Costura -una idea que el propio modisto calificó de “demasiado nueva” para la época-), Givenchy viajó a Nueva York donde no solo conocería por fin en persona a su admirado Cristóbal Balenciaga (al que le uniría una gran amistad que continuó hasta la muerte del genio de Getaria en 1972); sino que sus modelos conquistarían el corazón de muchas mujeres como el de Audrey Hepburn, lo que supuso un antes y un después en la trayectoria profesional del modisto.
Después de que la popular y elegantísima actriz exigiera a Hollywood que Givenchy la vistiese para su papel en “Sabrina” (que, con razón, ganó el Oscar al Mejor Vestuario), nació una colaboración que se extendió a otras películas (“Desayuno con Diamantes”, “Una cara con ángel”, “Cómo robar un millón”, “Lazos de Sangre”…), y que se convirtió en una gran amistad, que duró hasta el fallecimiento de la estrella del cine, en 1993. Audrey fue su musa y su embajadora indiscutible: “La ropa de Givenchy es la única con la que me siento yo misma. Es más que un diseñador, es un creador de personalidad”, llegó a afirmar la actriz, que para Givenchy no tiene parangón como referente estético: “Ella está entre nosotros, en la publicidad y tiene esa presencia única, esa juventud, que es muy difícil de encontrar en alguien después de tantos años. Es un personaje inolvidable”.
Además de Audrey Hepburn, el couturier galo también vistió a otras celebrities del momento, desde la duquesa de Windsor a Grace de Mónaco, su hija Carolina y, por supuesto, Jackie Kennedy, sin olvidar a Greta Garbo y Elizabeth Taylor. Pero, a la hora de elegir a una artista de Hollywood para su perfume “L’Interdit”, solo podía hacerlo Audrey Hepburn, retratada por Richard Avedon.
En pleno apogeo de su carrera, la Maison Givenchy abandonó los salones del palacio neogótico de la calle Alfred de Vigny, que la prensa había bautizado “la Cathédrale”, y se mudó al número 3 de la avenida George V de París para el desfile de Primavera-Verano de 1959 al que asistieron 499 invitados exclusivos más Audrey Hepburn como invitada ViP. Porque si ha habido algo que Givenchy ha sabido cuidar, además de las puntadas de sus vestidos, ha sido el trato cercano y exquisito con sus clientas, muchas de ellas consideradas amigas con el paso del tiempo.
Conocido como “Le Grand” por la prensa especializada, Hubert de Givenchy ha recibido, a lo largo de su trayectoria, los más grandes reconocimientos en el mundo de la moda y por parte de diferentes Estados, desde el Dedal de Oro de la Alta Costura francesa, en 1978 y en 1982, a La Legión de Honor en 1983, pasando por el Óscar de la Elegancia en 1985, la Medalla de las Artes y las Letras de París en 1992, de nuevo la orden de La Legión de Honor francesa con la categoría de Oficial en 2011, la Medalla de Orden de las Artes y de las Letras de España, en 2011, por su decidido apoyo al Museo Cristóbal Balenciaga, y la Medalla de Isabel la Católica del Reino de España en 2013.
Gran amante del arte, una pasión que ha impregnado sus creaciones en la moda, en 1997 Givenchy fue nombrado presidente de Christie’s Francia y hoy, su legado es objeto de la primera gran retrospectiva que el Thyssen dedica a la moda.
PD: En 1981, después de haber cedido su división de perfumes a Veuve Clicquot, Hubert de Givenchy vendió su maison al grupo Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH) en 1988 y, en 1995, se retiró de forma definitiva de la Costura. Primero, le sucedió al frente de la dirección creativa John Galliano, luego Alexander McQueen, más tarde Julien McDonald y, en la actualidad, Riccardo Tisci, que ha vuelto a colocar la firma en el Olimpo de las celebrities (de Madonna a Beyoncé, sin olvidar a su musa e imagen de la casa, Mariacarla Boscono).
(De Abigail Campos, el 22 de octubre de 2014)
Referencias útiles:
HUBERT DE GiVENCHY EN MADRiD
¿CUÁNDO? Desde el Miércoles 22 de octubre de 2014 hasta el domingo 18 de enero de 2015, de Martes a Viernes, de 10h a 19h; los Sábados, de 10 a 21 horas; y los Domingos, de 10h a 19h (Último pase, una hora antes del cierre).
¿DÓNDE? En el Museo Thyssen Bornemisza
Paseo del Prado, 8
28014 Madrid
902 760 511
M Atocha / Recoletos
¿QUÉ? Es la primera incursión del Thyssen en la moda, con una muestra ideada y comisariada por el propio Givenchy, con 91 vestidos que van desde sus primeras creaciones en 1952 hasta su retirada en 1996. La exposición incluye creaciones de algunas de sus principales clientes y grandes amigas: la duquesa de Windsor, la princesa Grace de Mónaco, Jacqueline Kennedy y, principalmente, la actriz Audrey Hepburn. Muchas de las piezas exhibidas forman parte de la historia del cine y de la memoria visual del siglo XX, como el vestido que llevó Jackie Kennedy en la recepción oficial que dio el general De Gaulle durante la visita oficial a Francia del presidente de los EE.UU., John Fitzgerald Kennedy, en 1961; o el vestido negro de Audrey Hepburn en la película “Desayuno con diamantes”.
Paralelamente, un nuevo ciclo de cine acompañará también la impresionante muestra. Se han programado una decena de películas que se podrán ver los sábados, con acceso gratuito, desde mediados de noviembre hasta que finalice la muestra.
Finalmente, en la tienda del Museo, podrás encontrar algunos diseños realizados especialmente para la ocasión por el propio Givenchy, como una selección de bolsos en tela de diversos tamaños y estampados, paraguas, abanicos con su firma, fundas de gafas, cajas de lápices, libretas de piel… y, como no, L'Interdit, la fragancia creada para Audrey Hepburn.
¿CUÁNTO? Entrada general: 11 euros; entrada reducida: 7 euros; Grupo de más de 7 personas: 8 euros por persona.
Para saberlo todo sobre HUBERT DE GiVENCHY EN MADRiD, conéctate a a la web del MUSEO THYSSEN (también en Facebook y Twitter).
[Volver a Mi Petit Armario, Callejero o Blogosfera]
“La Alta Costura ha llegado a su fin, desgraciadamente”. Así se despedía de Yves Saint Laurent, Hubert de Givenchy, el único de los maestros couturiers que continúa con vida y que recuerda ahora su trayectoria en una exposición de alcance internacional en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Si bien es verdad que la Alta Costura es un reducto cada vez más pequeño, no quita que se inscribe en la memoria histórica colectiva (¿regida por la lucha de clases?) como reflejo de la cultura y la sociología del momento.
Hubert James Taffin de Givenchy nació el 20 de febrero de 1927 en el seno de una familia aristocrática de Beauvais (ciudad al norte de París, hoy en día más conocida por los vaivenes de Ryan Air que por su imponente catedral gótica). Su padre falleció tres años después y el niño se crió con su madre, Béatrice Badin, y su abuela materna, Marguerite Dieterle Badin, viuda del pintor y director de las manufacturas de tapices de los Gobelinos y de Beauvais, Jules Badin. De ambas, heredó su pasión por los tejidos, y de su abuelo materno, coleccionista de muebles, antigüedades, trajes y telas preciosas, el amor por el resto de cosas bellas: “Cuando sacaba buenas notas en el colegio, como premio, me dejaban acceder a esos tesoros, tocarlos un poco, admirarlos y así soñar…”.
Con solo diez años, Hubert entendió al visitar el Pavillon de l’Elégance, en la Exposición Universal de París de 1937, que de mayor sería couturier. Y, 8 años después, pese a que su familia quería que estudiara Derecho, el joven apuesto -con sus modales exquisitos y planta elegantísima (siempre se le ha conocido como el gentleman)- se instaló en un París liberado en plena efervescencia. A la vez que se matriculó en Bellas Artes, entró como aprendiz en el taller de Jacques Fath. Para entonces, ya era un gran admirador de los modelos de Balenciaga: “el corte impecable, la sobriedad, la elegancia, la modernidad. Era el suyo un estilo único, especial”. Un año después, continuó su formación en los talleres de Robert Piguet, donde conoció a Christian Dior, que le prometió un puesto en su propia casa de costura -que estaba a punto de abrir- de aceptar formarse con Lucien Lelong, donde él mismo había trabajado como diseñador.
¡Dicho y hecho! Pero, tras seis meses con Lelong, Givenchy pasó a dirigir la boutique de Elsa Schiaparelli en la muy parisina Place Vendôme, donde conoció a quien se convertiría en su mejor amigo y compañero inseparable, Philippe Venet. La nueva experiencia no hizo más que alentarle en una idea que germinaba en su interior: crear su propia casa de Costura; y, en 1952, dio el salto. Rechazó la oferta de Dior y abrió Maison Givenchy, en la calle Alfred de Vigny nº8 de París, animado por su amiga Bettina Grazziani, modelo que se encargó de que la prensa estuviera al tanto de todo lo que ocurría en el nuevo atelier.
En 1953, gracias al éxito rotundo de su primera colección (más de prêt-à-porter de lujo que de Alta Costura -una idea que el propio modisto calificó de “demasiado nueva” para la época-), Givenchy viajó a Nueva York donde no solo conocería por fin en persona a su admirado Cristóbal Balenciaga (al que le uniría una gran amistad que continuó hasta la muerte del genio de Getaria en 1972); sino que sus modelos conquistarían el corazón de muchas mujeres como el de Audrey Hepburn, lo que supuso un antes y un después en la trayectoria profesional del modisto.
Después de que la popular y elegantísima actriz exigiera a Hollywood que Givenchy la vistiese para su papel en “Sabrina” (que, con razón, ganó el Oscar al Mejor Vestuario), nació una colaboración que se extendió a otras películas (“Desayuno con Diamantes”, “Una cara con ángel”, “Cómo robar un millón”, “Lazos de Sangre”…), y que se convirtió en una gran amistad, que duró hasta el fallecimiento de la estrella del cine, en 1993. Audrey fue su musa y su embajadora indiscutible: “La ropa de Givenchy es la única con la que me siento yo misma. Es más que un diseñador, es un creador de personalidad”, llegó a afirmar la actriz, que para Givenchy no tiene parangón como referente estético: “Ella está entre nosotros, en la publicidad y tiene esa presencia única, esa juventud, que es muy difícil de encontrar en alguien después de tantos años. Es un personaje inolvidable”.
Además de Audrey Hepburn, el couturier galo también vistió a otras celebrities del momento, desde la duquesa de Windsor a Grace de Mónaco, su hija Carolina y, por supuesto, Jackie Kennedy, sin olvidar a Greta Garbo y Elizabeth Taylor. Pero, a la hora de elegir a una artista de Hollywood para su perfume “L’Interdit”, solo podía hacerlo Audrey Hepburn, retratada por Richard Avedon.
En pleno apogeo de su carrera, la Maison Givenchy abandonó los salones del palacio neogótico de la calle Alfred de Vigny, que la prensa había bautizado “la Cathédrale”, y se mudó al número 3 de la avenida George V de París para el desfile de Primavera-Verano de 1959 al que asistieron 499 invitados exclusivos más Audrey Hepburn como invitada ViP. Porque si ha habido algo que Givenchy ha sabido cuidar, además de las puntadas de sus vestidos, ha sido el trato cercano y exquisito con sus clientas, muchas de ellas consideradas amigas con el paso del tiempo.
Conocido como “Le Grand” por la prensa especializada, Hubert de Givenchy ha recibido, a lo largo de su trayectoria, los más grandes reconocimientos en el mundo de la moda y por parte de diferentes Estados, desde el Dedal de Oro de la Alta Costura francesa, en 1978 y en 1982, a La Legión de Honor en 1983, pasando por el Óscar de la Elegancia en 1985, la Medalla de las Artes y las Letras de París en 1992, de nuevo la orden de La Legión de Honor francesa con la categoría de Oficial en 2011, la Medalla de Orden de las Artes y de las Letras de España, en 2011, por su decidido apoyo al Museo Cristóbal Balenciaga, y la Medalla de Isabel la Católica del Reino de España en 2013.
Gran amante del arte, una pasión que ha impregnado sus creaciones en la moda, en 1997 Givenchy fue nombrado presidente de Christie’s Francia y hoy, su legado es objeto de la primera gran retrospectiva que el Thyssen dedica a la moda.
PD: En 1981, después de haber cedido su división de perfumes a Veuve Clicquot, Hubert de Givenchy vendió su maison al grupo Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH) en 1988 y, en 1995, se retiró de forma definitiva de la Costura. Primero, le sucedió al frente de la dirección creativa John Galliano, luego Alexander McQueen, más tarde Julien McDonald y, en la actualidad, Riccardo Tisci, que ha vuelto a colocar la firma en el Olimpo de las celebrities (de Madonna a Beyoncé, sin olvidar a su musa e imagen de la casa, Mariacarla Boscono).
(De Abigail Campos, el 22 de octubre de 2014)
Referencias útiles:
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¿CUÁNDO? Desde el Miércoles 22 de octubre de 2014 hasta el domingo 18 de enero de 2015, de Martes a Viernes, de 10h a 19h; los Sábados, de 10 a 21 horas; y los Domingos, de 10h a 19h (Último pase, una hora antes del cierre).
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¿QUÉ? Es la primera incursión del Thyssen en la moda, con una muestra ideada y comisariada por el propio Givenchy, con 91 vestidos que van desde sus primeras creaciones en 1952 hasta su retirada en 1996. La exposición incluye creaciones de algunas de sus principales clientes y grandes amigas: la duquesa de Windsor, la princesa Grace de Mónaco, Jacqueline Kennedy y, principalmente, la actriz Audrey Hepburn. Muchas de las piezas exhibidas forman parte de la historia del cine y de la memoria visual del siglo XX, como el vestido que llevó Jackie Kennedy en la recepción oficial que dio el general De Gaulle durante la visita oficial a Francia del presidente de los EE.UU., John Fitzgerald Kennedy, en 1961; o el vestido negro de Audrey Hepburn en la película “Desayuno con diamantes”.
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