Es el salvador de la señora tipical spanish, el hijo, yerno y sobrino perfecto, el escultor de plastilina y, sobre todo, un artista al que le gusta ver siempre el lado bueno de las cosas. Javier Granados (retratado aquí) heredó esta virtud de su madre, que junto a su abuela y su única tía, son y han sido, sus grandes referentes. ¡De algún lado, tenía que sacar esa presencia femenina tan característica de su obra! Las mujeres son sus musas, pero no cualquier mujer. Las suyas son maternales, gorditas, protectoras, las clásicas madres gallina que siempre ofrecen un cazo más de sopa aunque tu cabeza y tu boca digan que no. Heroínas en la sombra, que ya en la infancia manchega del artista (que nació en Ciudad Real) se quedaron grabadas en su memoria, sentadas a las puertas de sus casas, con un beso o achuchón siempre al acecho.

   Envueltas en colores vivos, en ese aura pop y naif tan reconocible en la obra de Granados, “sus” damas a las que todos, sin excepción, sacamos algún parecido, provocan sonrisas y a los que saben mirar, una reflexión. Tras una primera capa amable, todos sus cuadros y esculturas tienen un trasfondo de crítica social con la que denuncia el maltrato o rinde homenaje a la figura de la maruja, en el sentido más amable y cariñoso de la palabra.

   Al contrario de lo normal, Granados practicó primero las 3 dimensiones y luego, pasó a las 2. De hecho, muchos le conocen como “el chico de plastilina”. Con este material, ha esculpido a media España y a parte del extranjero. Sus frágiles figuras, protegidas en vitrinas, son pedacitos de historia y grandes recuerdos, unas veces agridulces -como el encargo de una mujer joven que había perdido a su marido y quería tenerlo en plastilina-; otras curiosos -como el retrato multitudinario en honor a la matriarca de una familia, que por su 80º cumpleaños fue inmortalizada junto a una treintena larga de hijos y nietos-; pero siempre entrañables, como la vida misma.

   A sus encantos moldeables, también se han rendido caras y estirpes conocidas, como los Marichalar, o más monárquico aún, el regalo de Ana Togores a su hijastra la (ahora) Reina Doña Letizia en el día de su real boda. Su obra también luce en una peluquería de Zurich, cuyo dueño, el estilista de Tina Turner, quiso verse de esta guisa peinando a la reina del rock; así como en la casa del músico Alejandro Sanz, a quien su discográfica buscó sorprender con motivo de uno de sus Discos de Platino.

   Granados ha llegado hasta aquí de forma autodidacta. Se recuerda moldeando desde pequeño, aunque a la hora de elegir le pudo el sentido práctico de la familia y estudió veterinaria. Llegó a ejercer, pero sin abandonar lo que realmente le gustaba y, en el año 90, realizó su primera exposición y sus primeras ventas en una ya desaparecida tienda de ropa de la calle Argensola. Le siguieron muestras en cafés, bares y galerías y, en 1998, dejó de cuidar animales para pintarlos.

   Javier se siente afortunado porque, cada mañana, se levanta con ganas de trabajar y poner en marcha las ideas que se le vienen a la cabeza. Echa, feliz, muchas horas en su estudio de Malasaña, junto a su perro Siete -al que encontró un 7 de diciembre en una gasolinera-, creando esculturas y cuadros que sonríen tanto como él.

PD nº1: Su próxima exposición será en Busan (Corea del Sur), en Gallery Iin, del 15 de julio al 30 de agosto de 2014. En nuestro país, le veremos en primavera en la Galería Alba Cabrera de Valencia.

                                                        (De Lidia Martín, el 15 de julio de 2014)

Referencias útiles:
Para seguir los pasos (re)creativos de JAViER GRANADOS, conéctate a su web y su Facebook. También puedes pedirle información por mail o por teléfono al 915 535 554.

PD nº2: “Tortilla para tres” (pasta de modelar, acrílicos y madera, 20x15cm) ilustra la reseña de hoy.

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