¡FELiZ DíA MUNDiAL DEL SCRABBLE
QUE CUMPLE 70 AÑOS!
¡FELiZ DíA MUNDiAL DEL SCRABBLE
QUE CUMPLE 70 AÑOS!
¿Quien no ha jugado alguna vez al Scrabble? Hoy, Viernes 13 de abril de 2018, se celebra el día mundial del popular juego de las palabras cruzadas, reproducido ya en 29 idiomas distintos, en conmemoración del nacimiento del que fuera su padre y creador, Alfred Mosher Butts (1899-1993), un arquitecto de Nueva York. (Petit) Homenaje a uno de los juegos de mesa más famosos del mundo, a través de la figura de su creador al que le costó dos décadas para afianzar su popularidad gracias a la confianza de su amigo y posterior socio, James Brunot (1902-1984).
Todo empezó en 1930 cuando Estados Unidos sufría la mayor crisis económica de su historia. El crack del 29 supuso un trágico fin de fiesta para aquellos felices años 20 tan prósperos, y el arquitecto treintañero, nacido -el 13 de abril de 1899- y crecido en Poughkeepsie (una pequeña ciudad del condado de Nueva York) fue uno de los muchos que se vieron sin trabajo a consecuencia de la Gran Depresión. En 1931 el estudio en el que trabajaba tuvo que reducir plantilla, y Butts se quedó en la calle.
De carácter tranquilo y apacible, Alfred (en la ilustración) empezó a pasar sus largos días en casa, leyendo el periódico, pensando en formas para volver a ganar dinero y jugando a la que había sido su pasión en tiempos de estudiante, el ajedrez y los crucigramas, y sin darse cuenta (¿o sí?), desarrolló una teoría sobre los juegos de mesa. Convino que (co)existían 3 tipos de juegos: los que se basaban en números (como el Bingo), los que se basaban en movimientos (como el Ajedrez o las Damas), y los que se basaban en las palabras (como los anagramas y crucigramas). Entonces, como a Butts nunca le habían convencido los juegos que basasen toda su posibilidad de victoria en el azar, ya que no encontraba mérito alguno en ganar; ni tampoco encontraban sus simpatías los juegos excesivamente intelectuales, porque le parecían poco divertidos; decidió crear un juego basado en las palabras que aunara azar y habilidad.
A finales de 1931, ya había desarrollado la idea madre del que se acabaría llamando Scrabble, pero entonces, su primer nombre fue Léxico. Aquel juego primigenio que fusionaba crucigramas y azar se jugaba sin tablero, y los participantes anotaban sus puntuaciones según la longitud de las palabras que iban formando. Además, se obtenían puntos extra por utilizar las letras menos comunes: las letras B, F, H, M, P, V, W e Y tenían mayor puntuación, pero no tanta como las J, K, Q, X y Z, consideradas por Butts las menos utilizadas en la lengua inglesa, después de analizar la portada del New York Times -periódico del que era asiduo lector-, calculando la frecuencia de aparición de todas las letras del alfabeto. De aquel estudio, también concluyó que la S era la que más se repetía, y que resultaría muy fácil ganar de incluir muchas de estas letras, por lo que redujo su número a 4.
Sin embargo, pese a todo el estudio e ilusión, dos años después le denegaron la patente de su juego, y ningún fabricante se interesó lo más mínimo en Léxico. Pero el calmado y eficiente Alfred no decayó, y fabricó él mismo 200 juegos que regaló entre sus amigos más allegados; y en 1938, animado por la buena acogida, decidió introducir un tablero al juego. Sirviéndose de sus instrumentos de arquitectura, dibujó en una superficie de 15 x 15 los espacios para las letras, que fue enriqueciendo con casillas con puntos extra. También diseñó un atril para que los jugadores pudieran acomodar sus letras, añadió algunos cambios en las reglas, y le cambió el nombre varias veces hasta quedarse con Cris-Crosswords.
Pero ni con esas conseguiría arrancar económicamente. Su nuevo juego de palabras cruzadas seguía siendo un fracaso comercial. Entonces, Butts decidió desistir en el emprendimiento y recuperar su trabajo como arquitecto...
Obviamente, la historia no acabó aquí. Diez años y una guerra mundial después, el abogado James Brunot apareció por casa de Butts recordándole aquella fantástica idea de juego que hacía años había estado desarrollando. Brunot conocía el juego, ya que había sido uno de los primeros en hacerse con uno de los que Butts había estado fabricando con sus propias manos. Tanto el abogado como su mujer habían pasado ratos divertidísimos con el juego, y creían firmemente en su potencial. Además, tenían el espíritu emprendedor, el tiempo y el dinero que a esas alturas, le faltaba a Butts. Los dos futuros socios llegaron a un acuerdo: Butts le daba a Brunot la autorización de fabricar y comercializar el juego, y a cambio, recibiría unos royalties por cada unidad vendida. Y después de algunos ajustes, acordaron el que sería su mundialmente conocido nombre final...
Scrabble es una palabra con varios significados, todos muy acordes con el espíritudel juego. Por un lado, significa “escarbar” o revolver con los dedos, que es lo que el jugador hace cuando saca las letras de la bolsa y el ruido característico que hacen al chocar unas con otras. Por el otro, también significa “garabatear” o escribir sin mucho orden, que es lo que se hace cuando se colocan las fichas en el atril buscando anagramas. Y finalmente, existe una tercera acepción, más rara, la de luchar para conseguir algo. El 16 de diciembre de 1948 consiguieron registrar el copyright del Scrabble.
Comenzaron los años 50 con los Brunots produciendo el Scrabble desde el salón de su casa de Connecticut. Un trabajo laborioso, que de nuevo, pese a la ilusión y a la confianza en el juego, no producía más que pérdidas. La idea de olvidarse del juego volvió a pasar por la mente, pero esta vez, por la del abogado y su mujer, quienes decidieron aclararse las ideas tomándose unos días de vacaciones. ¡Cuál fue su sorpresa cuando, al regresar a su casa, se encontraron con una abrumante y creciente demanda de Scrabbles! El juego había ido llegando poco a poco a cada vez más casas gracias a sus anfitriones, que se lo enseñaban a sus amigos, y así, el gusto por las palabras cruzadas había ido picando a unos y a otros, y la imperiosa necesidad de poseer aquel adicto juego de mesa creció de manera exponencial.
Rápidamente, a los Brunot se les quedó pequeño su salón, y tuvieron que alquilar un colegio abandonado, donde seguir produciendo el juego de manera artesanal, con la ayuda de unos cuantos amigos (12 por hora, que no parece mucho, pero es bastante más que los 18 por día que finiquitaban desde el salón de su hogar).
Definitivamente, 1952 fue el año del Scrabble. En el último trimestre del año habían vendido la muy suculenta cifra de 37.000 unidades, aunque el mayor golpe de efecto lo dio Jack Strauss, el presidente de los grandes almacenes Macy's de Nueva York. Estando de vacaciones (sí, el scrabble le debe mucho a las vacaciones), el directivo aprendió a jugar al Scrabble, y como volvió entusiasmado y con ganas de continuar las partidas en su hogar, pidió unas cuantas unidades al Departamento de Compras de sus almacenes, que le anunció que los almacenes Macy's ni siquiera lo comercializaban. Entonces, como buen directivo, no solo decidió comprar un montón de unidades, sino que además lanzó una campaña de promoción sin igual que hizo que el juego estuviera en todas partes, y por lo tanto, todo el mundo quería tener su propio Scrabble.
Huelga decir que, después de ese empujón, no fue difícil para Brunot y Butts vender la licencia de fabricación a Selchow and Righter, líderes en la fabricación de juguetes y empresa, que en los años anteriores había rechazado la propuesta. A partir de entonces, el éxito del Scrabble fue imparable, llegando a ser uno de los juegos más vendidos de la historia. En 1953, se lanzó el juego en Australia y Gran Bretaña, anunciando una expansión que conquistaría los idiomas más hablados del planeta.
Poco a poco, se fueron creando clubs y torneos con el propósito de crear un campeonato mundiale. El primero tuvo lugar en 1991 en Londres, y dos años después, en Nueva York. James Brunot no llegó a presenciar ninguno (murió en 1984). En cambio, quien sí pudo llegar a observarlos fue Butts (murió a los 93 años) quien nunca dejó de jugar con su mujer al juego que inventó en medio de la Gran Depresión y que se convertió en un auténtico fenómeno mundial.
En la actualidad, el Scrabble, que este año cumple 70 años, es el juego de palabras más vendido del mundo (dicen que cada hora se inician 30.000 partidas de Scrabble en todo el mundo), se comercializa en 121 países y en 29 idiomas diferentes, cada una con sus propias adaptaciones según las particularidades de cada lengua.
PD (nº1) cotilla: Alfred Mosher jugaba muy a menudo al scrabble con su mujer, Nina, a quien utilizaba habitualmente de “conejillo de indias” para ir mejorando el juego. Nina Ostrander era una técnica bióloga cuando se casó con Butts, aunque se habían conocido mucho antes, cuando ella le daba clases en el instituto. Nina solía vencer siempre a Alfred, incluso se cuenta que llegó a conseguir 300 puntos con una sola palabra.
PD (nº2) récord: Entre 1953 y 1956, se tuvo que racionar el número de scrabbles a las tiendas, ya que la demanda era mucho más grande que la capacidad de producción que existía.
PD (nº3) : Antes que Butts, el escritor Lewis Carroll, gran aficionado a los juegos de palabras, ya había inventado un juego “de letras que se mueven en un tablero similar al del ajedrez hasta formar palabras”. Sin embargo, dicen que el arquitecto no se inspiró en el escritor inglés, sino en el cuento El Escarabajo de Oro del estadounidense Edgar Allan Poe, que había leído de pequeño y le había dejado impactado. En este cuento, los protagonistas descubren un tesoro después de descifrar un criptograma.
PD (nº4) patria: En Madrid existe un club de Scrabble: el Club Atriles, cuyos miembros se reúnen los jueves en la cafetería del Hostal Persal (Plaza del Ángel, 12). Para no perderse ninguno de sus torneos, partidas o todo aquello que pasa en la Villa relacionado con el mundo de las palabras cruzadas, conéctate a su blog y su Twitter.
(De María Glück, el 13 de abril de 2018)
Referencias útiles:
Para seguir los pasos (re)creativos del SCRABBLE, conéctate a su Facebook.
[Volver a Mi Petit Homenaje, Callejero o Menú Principal]
¿Quien no ha jugado alguna vez al Scrabble? Hoy, Viernes 13 de abril de 2018, se celebra el día mundial del popular juego de las palabras cruzadas, reproducido ya en 29 idiomas distintos, en conmemoración del nacimiento del que fuera su padre y creador, Alfred Mosher Butts (1899-1993), un arquitecto de Nueva York. (Petit) Homenaje a uno de los juegos de mesa más famosos del mundo, a través de la figura de su creador al que le costó dos décadas para afianzar su popularidad gracias a la confianza de su amigo y posterior socio, James Brunot (1902-1984).
Todo empezó en 1930 cuando Estados Unidos sufría la mayor crisis económica de su historia. El crack del 29 supuso un trágico fin de fiesta para aquellos felices años 20 tan prósperos, y el arquitecto treintañero, nacido -el 13 de abril de 1899- y crecido en Poughkeepsie (una pequeña ciudad del condado de Nueva York) fue uno de los muchos que se vieron sin trabajo a consecuencia de la Gran Depresión. En 1931 el estudio en el que trabajaba tuvo que reducir plantilla, y Butts se quedó en la calle.
De carácter tranquilo y apacible, Alfred (en la ilustración) empezó a pasar sus largos días en casa, leyendo el periódico, pensando en formas para volver a ganar dinero y jugando a la que había sido su pasión en tiempos de estudiante, el ajedrez y los crucigramas, y sin darse cuenta (¿o sí?), desarrolló una teoría sobre los juegos de mesa. Convino que (co)existían 3 tipos de juegos: los que se basaban en números (como el Bingo), los que se basaban en movimientos (como el Ajedrez o las Damas), y los que se basaban en las palabras (como los anagramas y crucigramas). Entonces, como a Butts nunca le habían convencido los juegos que basasen toda su posibilidad de victoria en el azar, ya que no encontraba mérito alguno en ganar; ni tampoco encontraban sus simpatías los juegos excesivamente intelectuales, porque le parecían poco divertidos; decidió crear un juego basado en las palabras que aunara azar y habilidad.
A finales de 1931, ya había desarrollado la idea madre del que se acabaría llamando Scrabble, pero entonces, su primer nombre fue Léxico. Aquel juego primigenio que fusionaba crucigramas y azar se jugaba sin tablero, y los participantes anotaban sus puntuaciones según la longitud de las palabras que iban formando. Además, se obtenían puntos extra por utilizar las letras menos comunes: las letras B, F, H, M, P, V, W e Y tenían mayor puntuación, pero no tanta como las J, K, Q, X y Z, consideradas por Butts las menos utilizadas en la lengua inglesa, después de analizar la portada del New York Times -periódico del que era asiduo lector-, calculando la frecuencia de aparición de todas las letras del alfabeto. De aquel estudio, también concluyó que la S era la que más se repetía, y que resultaría muy fácil ganar de incluir muchas de estas letras, por lo que redujo su número a 4.
Sin embargo, pese a todo el estudio e ilusión, dos años después le denegaron la patente de su juego, y ningún fabricante se interesó lo más mínimo en Léxico. Pero el calmado y eficiente Alfred no decayó, y fabricó él mismo 200 juegos que regaló entre sus amigos más allegados; y en 1938, animado por la buena acogida, decidió introducir un tablero al juego. Sirviéndose de sus instrumentos de arquitectura, dibujó en una superficie de 15 x 15 los espacios para las letras, que fue enriqueciendo con casillas con puntos extra. También diseñó un atril para que los jugadores pudieran acomodar sus letras, añadió algunos cambios en las reglas, y le cambió el nombre varias veces hasta quedarse con Cris-Crosswords.
Pero ni con esas conseguiría arrancar económicamente. Su nuevo juego de palabras cruzadas seguía siendo un fracaso comercial. Entonces, Butts decidió desistir en el emprendimiento y recuperar su trabajo como arquitecto...
Obviamente, la historia no acabó aquí. Diez años y una guerra mundial después, el abogado James Brunot apareció por casa de Butts recordándole aquella fantástica idea de juego que hacía años había estado desarrollando. Brunot conocía el juego, ya que había sido uno de los primeros en hacerse con uno de los que Butts había estado fabricando con sus propias manos. Tanto el abogado como su mujer habían pasado ratos divertidísimos con el juego, y creían firmemente en su potencial. Además, tenían el espíritu emprendedor, el tiempo y el dinero que a esas alturas, le faltaba a Butts. Los dos futuros socios llegaron a un acuerdo: Butts le daba a Brunot la autorización de fabricar y comercializar el juego, y a cambio, recibiría unos royalties por cada unidad vendida. Y después de algunos ajustes, acordaron el que sería su mundialmente conocido nombre final...
Scrabble es una palabra con varios significados, todos muy acordes con el espíritudel juego. Por un lado, significa “escarbar” o revolver con los dedos, que es lo que el jugador hace cuando saca las letras de la bolsa y el ruido característico que hacen al chocar unas con otras. Por el otro, también significa “garabatear” o escribir sin mucho orden, que es lo que se hace cuando se colocan las fichas en el atril buscando anagramas. Y finalmente, existe una tercera acepción, más rara, la de luchar para conseguir algo. El 16 de diciembre de 1948 consiguieron registrar el copyright del Scrabble.
Comenzaron los años 50 con los Brunots produciendo el Scrabble desde el salón de su casa de Connecticut. Un trabajo laborioso, que de nuevo, pese a la ilusión y a la confianza en el juego, no producía más que pérdidas. La idea de olvidarse del juego volvió a pasar por la mente, pero esta vez, por la del abogado y su mujer, quienes decidieron aclararse las ideas tomándose unos días de vacaciones. ¡Cuál fue su sorpresa cuando, al regresar a su casa, se encontraron con una abrumante y creciente demanda de Scrabbles! El juego había ido llegando poco a poco a cada vez más casas gracias a sus anfitriones, que se lo enseñaban a sus amigos, y así, el gusto por las palabras cruzadas había ido picando a unos y a otros, y la imperiosa necesidad de poseer aquel adicto juego de mesa creció de manera exponencial.
Rápidamente, a los Brunot se les quedó pequeño su salón, y tuvieron que alquilar un colegio abandonado, donde seguir produciendo el juego de manera artesanal, con la ayuda de unos cuantos amigos (12 por hora, que no parece mucho, pero es bastante más que los 18 por día que finiquitaban desde el salón de su hogar).
Definitivamente, 1952 fue el año del Scrabble. En el último trimestre del año habían vendido la muy suculenta cifra de 37.000 unidades, aunque el mayor golpe de efecto lo dio Jack Strauss, el presidente de los grandes almacenes Macy's de Nueva York. Estando de vacaciones (sí, el scrabble le debe mucho a las vacaciones), el directivo aprendió a jugar al Scrabble, y como volvió entusiasmado y con ganas de continuar las partidas en su hogar, pidió unas cuantas unidades al Departamento de Compras de sus almacenes, que le anunció que los almacenes Macy's ni siquiera lo comercializaban. Entonces, como buen directivo, no solo decidió comprar un montón de unidades, sino que además lanzó una campaña de promoción sin igual que hizo que el juego estuviera en todas partes, y por lo tanto, todo el mundo quería tener su propio Scrabble.
Huelga decir que, después de ese empujón, no fue difícil para Brunot y Butts vender la licencia de fabricación a Selchow and Righter, líderes en la fabricación de juguetes y empresa, que en los años anteriores había rechazado la propuesta. A partir de entonces, el éxito del Scrabble fue imparable, llegando a ser uno de los juegos más vendidos de la historia. En 1953, se lanzó el juego en Australia y Gran Bretaña, anunciando una expansión que conquistaría los idiomas más hablados del planeta.
Poco a poco, se fueron creando clubs y torneos con el propósito de crear un campeonato mundiale. El primero tuvo lugar en 1991 en Londres, y dos años después, en Nueva York. James Brunot no llegó a presenciar ninguno (murió en 1984). En cambio, quien sí pudo llegar a observarlos fue Butts (murió a los 93 años) quien nunca dejó de jugar con su mujer al juego que inventó en medio de la Gran Depresión y que se convertió en un auténtico fenómeno mundial.
En la actualidad, el Scrabble, que este año cumple 70 años, es el juego de palabras más vendido del mundo (dicen que cada hora se inician 30.000 partidas de Scrabble en todo el mundo), se comercializa en 121 países y en 29 idiomas diferentes, cada una con sus propias adaptaciones según las particularidades de cada lengua.
PD (nº1) cotilla: Alfred Mosher jugaba muy a menudo al scrabble con su mujer, Nina, a quien utilizaba habitualmente de “conejillo de indias” para ir mejorando el juego. Nina Ostrander era una técnica bióloga cuando se casó con Butts, aunque se habían conocido mucho antes, cuando ella le daba clases en el instituto. Nina solía vencer siempre a Alfred, incluso se cuenta que llegó a conseguir 300 puntos con una sola palabra.
PD (nº2) récord: Entre 1953 y 1956, se tuvo que racionar el número de scrabbles a las tiendas, ya que la demanda era mucho más grande que la capacidad de producción que existía.
PD (nº3) : Antes que Butts, el escritor Lewis Carroll, gran aficionado a los juegos de palabras, ya había inventado un juego “de letras que se mueven en un tablero similar al del ajedrez hasta formar palabras”. Sin embargo, dicen que el arquitecto no se inspiró en el escritor inglés, sino en el cuento El Escarabajo de Oro del estadounidense Edgar Allan Poe, que había leído de pequeño y le había dejado impactado. En este cuento, los protagonistas descubren un tesoro después de descifrar un criptograma.
PD (nº4) patria: En Madrid existe un club de Scrabble: el Club Atriles, cuyos miembros se reúnen los jueves en la cafetería del Hostal Persal (Plaza del Ángel, 12). Para no perderse ninguno de sus torneos, partidas o todo aquello que pasa en la Villa relacionado con el mundo de las palabras cruzadas, conéctate a su blog y su Twitter.
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