Dicen de ella que, más que cantar fados, los dibuja con su voz. Así ha recuperado las palabras de Saramago, Pessoa, Lobo Antunes y decenas de poetas y escritores que, como sus mejores cómplices, han ayudado a la fadista luso-catalana de tez blanca, pelo negro, corte estricto y carnosos labios rojos a hacer su propia revolución, cuando en su país este género musical estaba denostado; y lo hizo sumando nuevos elementos, sonidos y voces (que los más puristas tomaron como el más grave de los insultos). Hoy, se la reconoce como precursora del nuevo fado, una diva innovadora heredera de la gran voz de Amália Rodrigues y que defiende que el fado es femenino y únicamente portugués. (Petit) Homenaje a una artista vanguardista, autodidacta, curiosa, carismática y un tanto mística, que reclama los grandes sentimientos de un género curativo, con el que ha aprendido a mirar la vida y, sobre todo, a los ojos de la gente.

   De padre portugués y madre española, Susana María Alfonso de Aguiar, aka Mísia, nació en Oporto el 18 de junio de 1955, de una mezcla de culturas que la marcó para siempre. Con el divorcio de sus progenitores, la pequeña se movió entre la educación burguesa y encorseta de uno, y el mundo bohemio y libre de otra, pero sobre todo aprendió en el regazo de su abuela catalana, una mujer de armas tomar que trabajó en el famoso Molino del Paralelo y que con el tiempo pasó su testigo cabaretero no solo a su hija, sino también a su nieta.

   Siendo solo una adolescente, Mísia (retratada aquí) descubrió en Oporto las casas del fado, donde se escapaba para empaparse de un sonido y sentimientos, que aún sin entenderlos, la atrapaban. Pero, recién cumplidos los 20 años y con una madre demasiado ausente por los viajes, Mísia siguió los pasos de su abuela, que echaba de menos su ciudad de origen, y se marchó con ella a Barcelona. En la Ciudad Condal, la joven conoció su pasado como vedette y el ambiente del Paralelo, una de las zonas más carismáticas de la capital catalana, cargada de locales de espectáculo y libertad.

   Por entonces, acababa de morir Franco, y en plena Transición, con un ambiente revuelto y eufórico, llegó el destape, y Mísia, que intentaba convalidar sus estudios de Antropología, se adentró en el universo del cabaret, donde encontró otra forma de investigar al ser humano. En sus años en Barcelona, Mísia vivió en tres casas del Paralelo y allí donde, en su día, habían actuado su abuela y madre, lo hizo ella también con un espectáculo de burlesque, que la convirtió en la tercera generación sobre las tablas de El Molino.

   A principios de los 80, la Movida madrileña atrajo a Mísia a Madrid, donde acabó cantando en un programa de televisión, presentado por el mismísimo Jesús Hermida, en el que, tras interpretar 5 temas musicales de lo más variopintos cada mañana, decidió que había llegado el momento de volver a esa saudade portuguesa que tanto le había impactado de pequeña. Y Mísia puso rumbo a Lisboa dispuesta a investigar su querido fado pero, eso sí, a su manera.

   Regresó a Portugal justo cuando más tocado estaba el género. La dictadura de Salazar había hecho de él su mejor instrumento de propaganda, por lo que, a su pasión musical, Mísia sumó una lucha histórica y social que la llevó a recuperar el fado tradicional, buscar letras libres de censura o manipulación, y recuperar todo lo que había aprendido, incluyendo algún que otro toque cabaretero de violín y acordeón. Entonces, Mísia se convirtió en una cantante incómoda y subversiva que no convencía a nadie, unos por considerar que retomaba un género conservador; y otros por ver su estética, sonido, y por supuesto, poemas elegidos, como una osadía fuera de lugar.

   Si su primer disco, “Mísia” (1991), fue desprestigiado y malentendido en Portugal, su segundo álbum “Fado” (1993), en cambio, llamó la atención internacional, y el éxito de su gira a España, Japón, Francia y Alemania la convirtió, después de su admirada Amalia Rodrígues -la voz más importante del fado-, en la segunda artista más conocida de este género. Y con su tercer trabajo, “Garras dos Sentidos” (1998), donde por primera vez se utilizaron juntos el piano, el violín y el acordeón en el fado, vendió más de 250.000 ejemplares.

   Respaldada internacionalmente, Mísia quiso seguir investigando y de paso, desafiando a los puristas al atreverse a cantar fados en un idioma distinto al portugués, entonándolos en catalán, francés, español o inglés, o mezclando sus fados con tangos y boleros. Una inquietud que la llevó a realizar también curiosas colaboraciones con artistas tan dispares como el músico Iggy Pop, las actrices Isabelle Huppert, Miranda Richardson o Fanny Ardant. las cantantes Martirio, María de Medeiros o Ute Lemper, e incluso atreviéndose con versiones de artistas tan alejados del fado como Nine Inch Nails, Chavela Vargas, Camarón de la Isla o Joy Division.

   En 2001 publicó “Ritual”, con el que recuperó el sonido de su adolescencia de las casas de fado de Oporto. Dos años después, publicó el que para muchos es su mejor trabajo: “Canto” (2003). En 2005 celebró sus 50 años de vida mudándose a París, desde donde sigue editando trabajos casi al ritmo de uno por año y confiesa que desea seguir cantando hasta el final, manteniendo su voz como identidad de un pequeño pueblo mecido por las olas del Atlántico donde el fado, digan lo que digan, sigue vivo.

PD: El nombre artístico de Mísia rinde homenaje a la musa parisina, Misia Sert (1872-1950), una joven pianista rusa, que estuvo casada con el pintor español Josep Maria Sert, fue confidente de Pablo Picasso o Jean Cocteau, e íntima amiga de Coco Chanel.

                                                 (De Lidia Martín, el 24 de enero de 2017)

Referencias útiles:
MíSiA

¿CUÁNDO? El Martes 21 de febrero de 2017, a las 20h30.

¿QUÉ? Concierto de Mísia.

¿DÓNDE? En el Teatro Nuevo Apolo (en la ilustración)
Plaza de Tirso de Molina, 1
28012 Madrid
918 554 162 (de 9h a 18h)
910 826 895 (a partir de las 18h)
M Tirso de Molina

¿CUÁNTO? De 20 euros a 30 euros aquí.

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