Es lógico pensar que si 113 millones de personas pasan al año por la plaza más visitada de España, la del Callao, no sean pocos los ojos que se fijen en el edificio, que ocupa el nº46 de la Gran Vía. Fue el primero de la emblemática avenida en utilizar el ladrillo visto en su fachada y una singular geometría por el solar pentagonal sobre el que se apoyan sus cimientos desde 1924 (después de 4 años de intensas obras). Detrás de los planos, proyectados por el arquitecto Pedro Muguruza, discípulo y colaborador de Antonio Palacios, y admirador de la arquitectura norteamericana, que representaban arquitectos como Louis Sullivan, padre del Auditorio Building de Chicago, el denominado Palacio de la Prensa reivindica su singularidad.

   El horizonte madrileño, que se alcanza oteando por los ventanales situados en sus plantas superiores, va desde la Casa de Campo hasta las cimas de la sierra norte. En total son 16 plantas en 58 metros de altura. En su construcción, se multiplicaron escaleras y se instalaron 3 elevadores de insólita velocidad de ascenso, al menos en España: 2 metros por segundo. Hasta que se edificó el cercano rascacielos de Teléfonica, el Palacio de la Prensa fue la construcción más alta de la capital. El monto total, en la moneda de entonces, fue de 8 millones de pesetas (48.000 euros). Casa de la Prensa fue su nombre de bautizo, cuando un 07 de abril de 1930 Alfonso XIII y su esposa Doña Victoria Eugenia cortaban la cinta de manera oficial.  

   Su destino era pura multifuncionalidad. Encargado por la Asociación de la Prensa de Madrid para instalar su sede en los dos primeros pisos, albergó también las redacciones de la revista La Codorniz, el periódico La Hoja del Lunes, y la revista Triunfo; una academia regentada por el arquitecto Enrique López Izquierdo, donde estudiaron futuros grandes profesionales como Miguel Fisac; la sede del grupo de teatro universitario La Barraca, fundado por Federico García Lorca; la base del Partido Socialista de Madrid entre 2009 y 2015; un hostal llamado -¡cómo no!- La Prensa, que sigue abierto en el octavo piso; restaurantes frecuentados por periodistas, sala de reuniones con billar, biblioteca, salas de ajedrez, lectura, tresillo y reunión, peluquería, estanco y limpiabotas, servicios y aseos generales, viviendas de alquiler, múltiples oficinas y... un gran cine. 

   El cinematógrafo de su entresuelo fue sin duda una de sus estancias más concurridas. Felices tiempos aquellos en los que las fachadas de nuestra Gran Vía mostraban una apetecible sucesión de carteleras. Ignoramos si, en 1929, se completó el aforo de las 1.840 localidades de su única sala para ver la proyección de la película “El destino de la carne” (1927), de Víctor Fleming. Un melodrama con antihéroe, víctima de la ambición ajena, rubia seductora y escenas de tren. La sala con escenario giratorio se utilizó también como teatro, y justo allí, el dramaturgo, pintor y cineasta madrileño, Edgard Neville, rodó su segunda película “Yo quiero que me lleven a Hollywood” (1931).

   Ni el tiempo ni la mano del hombre ha borrado del todo las sensaciones que provoca atravesar el gran arco del triunfo que el edificio ofrece por en la fachada de la Plaza del Callao. De aquella gran sala de cine, convertida en 3 en 1993, se conserva la misma esencia, con los retoques necesarios para actualizar sus instalaciones. Nuevas pantallas, paredes pintadas y fotografías en blanco y negro de los grandes mitos del celuloide. Sofía Loren, Gary Cooper, Clark Gable, Humprhey Bogart, Marilyn Monroe, Greta Garbo y Katharine Hepburn se codean en su espacioso vestíbulo decó, cuyos suelos negros con líneas doradas seguimos pisando hoy en día gracias Álvaro Martín (retratado aquí).

   Desde principios de otoño, de la mano de este joven director de comunicación y contenidos de la empresa Super 8 y con el nombre de Cine de la Prensa, han vuelto a funcionar los 3 minicines con películas de estreno en versión original en la sala 1; títulos en habla hispana en la 2; y películas avaladas por la crítica y el Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) en la 3, ¡a 6 euros!

   Definitivamente, el Cine de la Prensa es el Palacio del Séptimo Arte.

PD (nº1) internauta: En cuanto a la pantalla colocada en el exterior del edificio, que también gestiona Álvaro, nos propone participar, a través de las redes sociales y los dispositivos móviles en directo, en acciones en la Plaza del Callao, como campeonatos de videojuegos, realidad aumentada, retransmisiones en directo y conexiones en otros emplazamientos.

PD (nº2) discotequera: Los bajos del Palacio de la Prensa tuvieron existencia propia, a partir de los años 40, gracias al salón de té, llamado Madrigal. Más tarde, fue una sala de fiestas o “boîte” en el argot de los modernos de la época, en cuyas paredes aterciopeladas rebotaban las risas del público al ritmo de las ocurrencias de humoristas históricos como Tip y Coll, Moncho Borrajo o Martes y Trece. Se llamaba Bash. Más tarde Ohm, y a partir de ahora, será la Sala 0 (Cero), con capacidad para 250 personas sentadas y 390 de pie disfrutando de música en directo, teatro, monólogos y espectáculos de flamenco.

                                             (De Sol Alonso, el 06 de noviembre de 2016)

Referencias útiles:
CiNE DE LA PRENSA (en la ilustración)
Gran Vía, 46
28013 Madrid
915 219 900
M Callao

Horario: sesiones a las 16h, 16h30, 18h, 18h30, 20h30 y 22h30.

Precio: 6 euros / sesión.

Para seguir los pasos (re)creativos del CiNE DE LA PRENSA, conéctate a su web, su Facebook y su Twitter.

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