“Me ha gustado Sade. Me gusta comer temprano, acostarme y levantarme pronto. Me gusta el norte, el frío y la lluvia. No me gusta el desierto, la arena, la civilización árabe, la india, ni, sobre todo, la japonesa. Adoro los relatos de viajes por España. Detesto el pedantismo y la jerga. Me gusta la puntualidad. (…) Me gustan “Senderos de Gloria”, de Kubrick, “Roma”, de Fellini, “El acorazado Potemkin”, de Eisenstein, “La grande bouffe”, de Marco Ferreri, y “Juegos prohibidos”, de René Clement. Detesto a muerte a Steinbeck” (de Luis Buñuel, en su libro de memorias Mi último suspiro).

   Luis Buñuel Portolés nació el 22 de febrero de 1900 en Calanda para demostrar que Teruel ya existía hace 116 años. Tuvo dos nacionalidades más. Aún habiendo rodado en España dos imprescindibles en la historia de nuestro cine, “Viridiana” (1961) y “Tristana” un año después, Francia y Méjico cobijaron a Buñuel con todas sus circunstancias: el antifranquismo declarado, la indisciplina ante los censores de la época y una creatividad que el poder no siempre entendió bien. 

   En sus memorias, el artista cuenta que Zaragoza fue la ciudad que escogieron sus padres para instalarse con su prole (6 hijos más el futuro cineasta), y en la que pisó por vez primera una sala de cine. Allí estudió entre curas y, cuando llenaba su boletín de notas de sobresalientes, su niñera le premiaba con una sesión en el Teatro Circo, donde vio funciones de detectives, sainetes, farsas y zarzuelas. “Los hijos del capitán Grant” fue sin duda uno de sus mejores recuerdos de la infancia. Su padre, Leonardo, ferretero en el pueblo de Calanda y buen administrador de los ahorros que acumuló en Cuba, tenía una surtida biblioteca en la que el pequeño descubrió a Darwin, Rousseau, Quevedo, Voltaire y Benito Pérez Galdós.

   Con tan solo 10 años, Buñuel tocaba el violín, pero mucho debieron alterarse sus hormonas de preadolescente para que, a los 15 años, los jesuitas decidieran expulsarle. Con 17 años, recién estrenada la Residencia de Estudiantes, recaló en Madrid. Dalí, Lorca, Juan Ramón Jiménez, Pepín Bello y Gómez de la Serna (director de las tertulias del Café Pombo) entraron en su universo. Soñando con París, decidió dejar la entomología por la carrera de Filosofía y Letras. Y, mientras seguía viendo películas, escribiendo prosa y verso, preparando un libro, que se titularía Un perro andaluz¸ y coqueteando con el Dadaísmo, se instaló por fin en la que entonces era capital cultural de Occidente. La víspera, se despidió de la Residencia de Estudiantes, escuchando una conferencia de Louis Aragon. 

   En la capital gala se asomó a la dirección teatral y colaboró como crítico en Cahiers d´Art y La Gaceta Literaria hasta que Fritz Lang le llamó desde la pantalla con su película “Las tres luces”, y Buñuel se rindió sin oponer potencia alguna al séptimo arte. En enero de 1929, Dalí y Buñuel (retratado aquí) remataron el guión de “Un perro andaluz”, la película que nos enseñó a fijar la vista sin parpadear en esa escena terrible donde una navaja de afeitar desliza su filo por un ojo vivo. Gastaron en rodarla 25.000 pesetas. Fue su salvoconducto definitivo para entrar por la puerta grande del Surrealismo. Max Ernst, André Bretón, Paul Éluard, Tristan Tzara, Yves Tanguy, Magritte y Louis Aragon se convirtieron en sus nuevos compañeros de viaje, mientras Dalí se quedaría a un lado, una vez terminada su colaboración en la película “La Edad de Oro”. Al parecer, la irrupción de Gala en los brazos del pintor, complicó la relación de los amigos. 

   “Un Perro andaluz” se estrenó en 1930, pero la extrema derecha se les echó encima, suspendiendo su proyección y requisando todas las copias. ¡La censura ya estaba allí! Poco después, la Metro Goldwyn Mayer contrató a Buñuel como “observador” y, en Hollywood, entabló amistad con Charles Chaplin y Serguéi Eisenstein, hasta que, en vísperas de la proclamación de la Segunda República, volvió a España para el estreno de “La Edad de Oro”, afiliarse al Partido Comunista Francés y rodar “Las Hurdes, tierra sin pan”, que volvió a enfurecer a la censura, esta vez, republicana…

   En los años siguientes, después de su boda con Jeanne Rucar, llegaron sus dos hijos, Jean Louis y Rafael, la Guerra (in)Civil, el asesinato de Lorca, su vida primero en Nueva York y después en Los Ángeles, su irrupción en el cine mejicano y los premios. Una Palma de Oro en Cannes en 1959, con “Nazarín” y Paco Rabal, y otra dos años después por “Viridiana”, prohibida en España hasta 1977, año en que recibiría el Premio Nacional de Bellas Artes del gobierno mejicano. Mientras “El ángel exterminador” (1962) le encumbraba como maestro del surrealismo, La Mostra de Venecia le premió con un León de Oro por la maravillosa “Belle de Jour” (1966). Y con su última película, “Ese oscuro objeto del deseo” (1977), con Fernando Rey, Carole Bouquet y Ángela Molina, abrochó con oro su maravillosa producción.

   Un año después de la publicación de sus memorias, Buñuel murió en Méjico un 29 de julio de 1983, aquejado de un cáncer voraz. Hasta 1997, sus cenizas no llegaron al monte de Tolocha, en su Calanda natal, donde la vida y obra de este hombre genial resuena tanto como su famosa tamborrada...

   Como bien dijo Jean-Claude Carrière, su colaborador y coguionista durante 20 años, “con Buñuel, un día sin reír era un día perdido”.

                                           (De Sol Alonso, el 25 de octubre de 2016)

Referencias útiles:
RECORDANDO A LUiS BUÑUEL

¿CUÁNDO? El Miércoles 26 de octubre de 2016, a las 19h.

¿QUÉ? Homenaje “Buñuel, El Exterminador”, con la participación de Concha Hidalgo, M.ª Teresa Pedraza Guzmán de Lázaro, Antonio Chazarra, Asunción Valero y Miguel Losada. Cerrará el homenaje una Batucada con Tambores de Calanda.

¿DÓNDE? En el Salón de Actos del Ateneo de Madrid (en la ilustración)
Calle del Prado, 21
28014 Madrid
914 291 750
M Antón Martín / Sevilla

¿CUÁNTO? Entrada libre.

Para seguir los pasos póstumos de LUiS BUÑUEL, conéctate a su web y su Facebook.

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