Fue la reina de la comedia, la actriz de “taitantos” años a la que todos adoraban y una empresaria apasionada, que revivió las tablas y ensombreció con su humor y piernas de goma a las más bellas de la revista musical. Polifacética y solidaria, esta anti vedette participó en más de 70 obras y en más de 25 películas. Todo lo que tocaba lo convertía en oro, abarrotando teatros y salas de cine, batiendo récords de audiencia en televisión y convirtiéndose en un rostro imprescindible en el espectáculo español. Cantinflas se confesó su mayor admirador, Marcello Mastroiani bailó con ella el tango más divertido de nuestra pequeña pantalla, pero ella solo soñaba con ser como Chaplin y unirse para siempre al Teatro La Latina que la vio crecer. Premio Miguel Mihura a la Mejor Actriz en 1982, Premio Ondas especial del jurado en 1998 y Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo en 1985, hoy, Viernes 19 de agosto de 2016, se cumple el primer aniversario de su muerte. (Petit) Homenaje al “patito feo” de la interpretación que resultó ser el más bello de los cisnes.

   María de los Ángeles López Segovia aka Lina Morgan (retratada aquí) nació el 20 de marzo de 1937 en la calle de Don Pedro del castizo barrio de La Latina de Madrid. Abrió los ojos en plena posguerra como la penúltima de 5 hermanos, y pronto fue consciente de lo que le había tocado vivir. Su padre, Emilio López Salas, un oficial de sastrería, la puso a trabajar en cuanto pudo ayudándole a coser los uniformes militares. Cuentan que, desde bien niña, confesó a su madre, la ama de casa Julia Segovia, que quería ser artista y sobre todo subirse a las tablas del teatro cercano a su casa, pero aunque empezó a estudiar, la difícil economía familiar la obligó a dejar las clases para recoger junto a su hermano cartones y botellas de la calle que luego vendían. Sin embargo, la pequeña debió de insistir tanto que a los 11 comenzó baile clásico en la misma academia a la que acudían Concha Velasco, María Luisa Merlo o Esperanza Roy, y a los 13 un cazatalentos se la llevó para formar parte de la compañía infantil Los chavalillos de España, en la que también estaba el actor Manolo Zarzo.

   De hostal en hostal, de estación de tren a estación de autobús, con la maleta de cartón a cuestas, la pequeña Angelines recorrió España hasta que 3 años después, el que muchos consideraron como el padre de la revista, Matías Colsada, se empeñó en ficharla como chica de conjunto, es decir, vedette. Para lograrlo la aún menor de edad tuvo que falsificar su edad y de paso aprovechó para cambiar su nombre por otro más artístico y sonoro, eligiendo Lina por la adaptación de Angelines y Morgan, por consejo de su hermano José Luis que tan importante sería en su carrera y que se dejó llevar por su admiración por el pirata galés de igual nombre. Con su flamante y falso carné y a pesar de su baja estatura, Lina debutó como segunda bailarina en el Teatro La Latina con el que soñó desde niña, supliendo su carencia de centímetros con un sentido del humor que conquistaba a todos y despertaba las envidias de las más bellas primeras bailarinas, hasta que en 1956 una sustitución le brindó su gran oportunidad.

   Después de aquello llegó la gran pantalla en la que debutó en 1961 con “El pobre García” y la televisión en la que se estrenó con el programa “Cita con el humor” en 1963, pero no fue hasta 1965, con una joven Lina de 28 años, cuando llegó su primer papel como actriz principal al lado de Juanito Navarro con quien formó una hilarante pareja artística que duraría 9 años, arrasando en obras como “Dos maridos para mí” (1965) que llegó a permanecer 6 meses seguidos en La Latina. Gracias a este personaje Lina obtuvo su primer papel protagonista en el cine con “Soltera y madre en la vida” (1969), una sirvienta inocente y feliz cuyo cruce de piernas, contoneo patoso y muecas absurdas se convirtieron en una seña de identidad que repitió con éxito en otras grandes cintas como “La tonta del bote” (1970) que la hizo famosa y le dio la oportunidad de probar con papeles nada habituales por entonces, como la mujer barbuda de “Una pareja… distinta” (1974) en la que José Luis López Vázquez interpretaba a un travesti; o la infeliz mujer entrada en carnes de “Imposible para una solterona”,  ambas, sin embargo, un fracaso de taquilla.

   La gente quería reír y Lina se rindió a un sinfín de películas, grandes ofertas y un caché astronómico hasta que en 1975, añorando el escenario, decidió volver a las tablas y con el dinero ganado, montar su propia compañía en el Teatro Barceló. Sin embargo la eclosión cultural que supuso la muerte de Franco, hizo triunfar el destape y dejar de lado el humor blanco de la Morgan provocando que aquella aventura empresarial fuera un fracaso total. A pesar de perder todo el dinero invertido, la actriz no se rindió, y en 1978 se embarcó junto a su hermano en la aventura de arrendar el Teatro La Latina (en la ilustración) frente al que posaban siendo niños y el que la vio nacer como actriz.

   Era la ilusión de su vida, un sueño romántico que hizo realidad por casi 130 millones de pesetas para intentar revivir los tiempos de gloria de la revista que tanto adoraba y que a pesar de todo pronóstico logró. El éxito de su obra “¡Vaya par de gemelas!” (1980), que se mantuvo de gira 3 años, le hizo recaudar 2.500 millones de pesetas. Cuentan que en estos años Lina dedicaba religiosamente un día de la semana a recibir a sus admiradores cuyas flores, regalos y presentes típicos de sus pueblos iban a parar a hospitales y centros de acogida de Madrid, y que fue ella la que donó el dinero para restaurar la Iglesia de Jesús el Pobre, detrás de la casa donde nació, y que cada 15 de agosto, cuando los bomberos sacaban en procesión a la Virgen de la Paloma, paraban la función en su honor.

   En 1993 Lina se despidió del teatro preocupada por la enfermedad que mantenía ingresado al más pequeño de sus hermanos, José Luis, que fallecería en 1996, después de la muerte de su mano derecha, su representante, productor, gestor, amigo y como ella misma dijo el amor de su vida, nunca volvería a ser la misma. Entre sus últimas apariciones, se la pudo ver en televisión, un medio en el que también dejó huella con series como “Hostal Royal Manzanares”, que desde 1995 y por 4 temporadas acaparó la atención de millones de televidentes.

   En 2010, como si fuera preparando su marcha, vendió el Teatro La Latina por 7 millones y medio de euros, y en noviembre de 2013 una neumonía provocó su ingreso. Aún enferma y consciente de su delicada situación, después de 10 meses de hospital, la actriz quiso volver a casa, donde 1 año y medio después de esta larga y fatigosa enfermedad, el 19 de agosto de 2015 a las 10 de la mañana, falleció en su domicilio de Madrid, con 78 años.

   Tal y como lo había especificado, su querido Teatro La Latina fue convertido en capilla ardiente donde cientos de madrileños y compañeros le dieron su último adiós, y mientras su herencia era titular de la prensa amarillista con las disputas entre familiares y sus beneficiarios -Daniel Pontes, su chófer y persona de confianza, y el padre Ángel de la ONG Mensajeros por la Paz de la que era madrina-, seguro que a más de uno le pareció escuchar aquella canción con la que ella siempre se despedía del público: “Agradecida y emocionada solamente puedo decir: gracias por venir”.

                                          (De Lidia Martín, el 19 de agosto de 2016)

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