De su mano salió la efervescencia de un adolescente, amante de la música y la literatura, clarividente, inesperado, genial, inagotable y espontáneo como su edad, con un talento y derroche verbal que provocó envidias y asombros por igual. Mañana, Jueves 11 de agosto de 2016, la librería La Buena Vida dedicará su calurosa tarde de verano a este autor “imperdible”. (Petit) Homenaje a Félix Francisco Casanova, un ángel condenado que supo crear y destacar sin imitar a nadie.

   Félix nació en la isla de Palma el 28 de septiembre de 1956. De su padre, Félix Casanova de Ayala, odontólogo y poeta postista que, dicen, lucía en su solapa un calcetín a modo de pañuelo, el recién llegado heredó su pasión por los libros y una escritura voraz; y de su madre, Concepción Martín Díaz, aficionada al piano, que con sus conciertos reclutaba a todo el vecindario, sacó su amor por la música y sus fulminantes ojos verdes.

   Desde pequeño fue diferente. En él nada había del “dulce” universo Disney. Su mundo creativo era único y, entre los libros de Pessoa, Joyce, Camus o Hesse -nada habituales para su edad- y los álbumes de Hendrix, Jagger o John Coltrane, fue armando un paraíso propio. La literatura y la música fueron sus dos grandes pasiones, y más allá de probar suerte, como muchos otros adolescentes, creando una banda a la que llamó Hovno (“mierda” en checo) y dándole al rock alternativo, encontró que escribiendo críticas musicales en la revista Disco Express, podía sumar lo que más le gustaba.

   Allí le descubrió el poeta Francisco Javier Irazoki, colaborador del mismo medio y hoy uno de sus máximos defensores y estudiosos. Aquellos textos y los poemas que Félix iba dejando día a día sin descanso, asombraban a su entorno por una madurez impropia para sus años, hasta que con 16, su obra El invernadero (1973) se llevó el premio de poesía más importante de las islas, el Julio Tovar. Todo un acontecimiento que, lejos de festejar, le produjo cierto rechazo y una incomodidad que no logró superar.

   Dos años después, Féliz Francisco Casanova (retratado aquí) ganaría el Premio Pérez Armas de novela por El don de Vorace”, una obra que él mismo definió como una parodia de El túnel de Ernesto Sábato, que relata la caída de un hombre que se cree inmortal tras varios intentos fallidos de suicido. Fue un auténtico vómito creativo, una novela escrita en tan sólo 44 días, entre el 09 de junio y el 23 de julio de 1974, en el verano de un joven de 17 años en una España aún pendiente de los últimos coletazos del franquismo. Una obra única que dictó en alto a su padre, que más experimentado con la máquina de escribir, pudo llegar a tiempo para entrar en el plazo del premio que ganaría. Y en 1975, recibiría el galardón del periódico La Tarde por su libro de poesía Una maleta llena de hojas, segunda parte de La memoria olvidada (1980), publicada a título póstumo, pues un mes después de la entrega, con solo 19 años, el aún estudiante de Filología hispánica Félix Francisco Casanova murió.

   Fue el miércoles 14 de enero de 1976, al parecer, por un absurdo accidente doméstico, un escape de gas mientras se duchaba que le sumergió en la que llaman “muerte dulce”. Sin embargo, aún son muchos los que se empeñan en hablar de suicidio, no sabemos si por mantener su fama de poeta maldito o por algún que otro verso que levantó sospechas, ya que poco antes de fallecer dedicó a su novia el poema titulado “Eres un buen momento para morirme”. Además, dicen que el agua y la muerte le obsesionaban desde que su madre falleciera tras permanecer en un largo coma por una rara enfermedad.

   Hoy, son muchos los que hablan de Casanova como fuente de inspiración, desde el cantautor vasco Jabier Muguruza, que puso música a su poema “A veces”, pasando por el poeta Fernando Aramburu, y de nuevo Irazoki que le siguió la pista desde aquellos años de Disco Express hasta seleccionar el material para su antología, titulada Cuarenta contra el agua, publicada en 2010.

   Curiosamente Casanova escribía sin importarle demasiado, y tal vez éste era su don y el motivo del escozor que levantaba. Esa dejadez era una excentricidad que otros no lograban de ninguna manera. Su dominio del lenguaje, su facilidad inesperada para la palabra y su incesante apetito literario y musical dejaron atrás varios poemarios y un diario, escrito a lo largo de 1974 y que vio la luz en 1983 bajo el título Yo hubiera o hubiese amado. Un viaje por la vida de un joven que se definió como "mi propio abuelo viendo a mi infancia jugar”.

   Su padre le sobrevivió sólo unos años más, y antes de partir recordó a su hijo, el único poeta al que no pudo envidiar, el que le dio respuesta a su modo: “¡Ojalá sean estos, poemas para la reencarnación!”.

                                            (De Lidia Martín, el 10 de agosto de 2016)

Referencias útiles:
(Mi PETiT) HOMENAJE A FÉLiX FRANCiSCO CASANOVA

¿CUÁNDO? El Jueves 11 de agosto de 2016, a las 20h30.

¿QUÉ? La Buena Vida nos propone recorrer la vida y obra de algunos autores clásicos “imperdibles” con personalidad propia que aún no tienen el foco de atención que merecen. Este mes, le toca el turno a Félix Francisco Casanova: "Una forma original de conocer y compartir lo que sabemos sobre estos autores, acercarnos a toda su obra y poder leerla y seleccionar con libertad mientras nos tomamos algo".

¿DÓNDE? En la librería La Buena Vida (en la ilustración)
Calle de Vergara, 5
28013 Madrid
911 398 119
M Ópera

¿CUÁNTO? 5 euros (incluye una consumición y picoteo + vales para la compra de libros por un valor de 4 euros). ¡Reserva tu plaza ya aquí!

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