DETRÁS DE LA FACHADA - Mi Petit Madrid * - DETRÁS DE LA FACHADA (nº10): PLAZA DEL DOS DE MAYO, S/N

DETRÁS DE LA FACHADA (nº10):
PLAZA DEL DOS DE MAYO, S/N

Construida para rendir homenaje al Levantamiento del Dos de Mayo (de 1808), la céntrica Plaza epónima del barrio de Malasaña (en una sola palabra y no “mala saña” como pensaba mi amiga inglesa de visita, hace poco, por la ciudad) conserva en su centro el recuerdo tangible de la puerta de entrada del Parque de Artillería de Monteleón, que ocupaba este mismo lugar en el momento de los históricos hechos. Justo delante, los héroes, tallados en mármol, Daoíz y Velarde, encontraron (después de errar por las alamedas del Retiro y, luego, por los pasillos del Museo de escultura) su morada definitiva junto al emblemático monumento, el día de la inauguración de la Plaza, en 1869. Pero, en realidad, detrás de esta fachada, se esconde mucho más que una batalla con los nombres de dos oficiales y una fecha señalada en el calendario de la Comunidad de Madrid. Detrás de esta fachada, se encuentra, grabado en la memoria colectiva y en el corazón de la Villa, el primer episodio que marcó el inicio de la Guerra de la independencia de España frente a las tropas napoleónicas: una rebelión popular.

Tanto en la vida como en la Historia, los puntos en común unen y los mismos enemigos más. Entre los Tratados secretos de San Ildefonso y de Aranjuez y la efímera Guerra de las Naranjas, en 1801, contra Portugal (y su aliada natural, Inglaterra), Francia y España hicieron buenas migas, durante una década, al querer pararle los pies (y los barcos) a la “pérfida Albión”. Pero, la sonante derrota franco-española en la Batalla de Trafalgar, en 1805, obligó al recién (auto)proclamado Emperador de los franceses a revisar su plan de ocupación del territorio europeo a la baja o, mejor dicho, bajando hacia el sur del Viejo Continente ya que el norte se le resistía. Y, en 1807, obtuvo de Carlos IV o, mejor dicho, de su valido Manuel Godoy, por falta de proyección o cegado por la ambición, que firmara -sin leer la letra pequeña- el Tratado de Fontainebleau que estipulaba el reparto de Portugal entre el país galo, España y el propio Godoy y el preliminar derecho de paso por la península de las tropas francesas hasta el país luso...

Cuando el primer ministro español quiso darse cuenta de que Napoleón no solo tenía intención de quedarse en España sino que también había negociado con el hijo sucesor de Carlos IV, el futuro Fernando VII, para derrocar a su propio padre, las tropas francesas ya habían cruzado los Pirineos y estaban a punto de llegar hasta Aranjuez donde se había retirado la corte para preparar su eventual escapada hasta las Américas vía Sevilla. Aprovechando la confusión reinante, los fernandinos -aristócratas partidarios del Príncipe de Asturias- no tardaron en hacer correr el rumor de la real huida por las calles de la ciudad y sus propios empleados asaltaron el Palacio Real, el 17 de marzo de 1808. Ante ese desorden que la Historia recordaría como el Motín de Aranjuez, el príncipe Fernando apareció en el momento adecuado y en el sitio adecuado para salvar la situación y, el 19 de marzo, su padre abdicó con recelo, Godoy se marchó (a Francia) con sigilo y Fernando VII accedió al trono con engaño... lo que el pueblo no olvidaría.

La ocupación de Madrid por el general Murat, el 23 de marzo, un día antes de la llegada triunfal a la Villa del rey títere Fernando VII, acaloró los ánimos de los ciudadanos en busca de la soberanía perdida; y la decisión impuesta a la Junta del Gobierno, por los franceses, de exiliar a Bayona a los infantes, fue la gota que colmó el vaso. Cuando, el 2 de mayo de 1808, temprano por la mañana, el famoso “¡Que nos lo llevan!” (en referencia a la entrada de los guardias imperiales en el Palacio Real para llevarse al infante Francisco de Paula) llegó a la capital desde Aranjuez, l@s madrileñ@s unieron espontáneamente sus fuerzas para librar una batalla callejera con armas improvisadas no solo contra el invasor extranjero sino también o, sobre todo, contra la indiferencia del rey intruso y de la clase pudiente. Al ver la crueldad de la represión contra el pueblo, contra su pueblo, los oficiales Luis Daoíz (1767-1808) y Pedro Velarde (1779-1808) decidieron sumarse a la insurrección -a pesar de las estrictas órdenes del capitán general, Francisco Javier Negrete, de mirar para el otro lado- y se encerraron con sus hombres en el Parque de Artillería del Palacio de Monteleón (el solar de nuestro “Detrás de la Fachada” de hoy) convirtiendo la zona en la plaza fuerte de la resistencia popular.

Desgraciadamente, la pasividad del ejército español y la hiperreactividad del francés pusieron fin a la rebelión de manera expeditiva, con castigos ejemplares, que Francisco de Goya inmortalizaría con maestría, años más tarde, en nombre de la memoria histórica y como seña de identidad... ya que la sangre derramada, aquel día, no conseguiría acabar con los ímpetus revolucionarios del pueblo español sino que insuflaría ánimos para seguir luchando para la independencia.

Referencias útiles:
PLAZA DEL DOS DE MAYO, S/N
28004 Madrid
M Tribunal / Bilbao / San Bernardo

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28004 Madrid
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