A don Miguel de Cervantes Saavedra, allá donde se encuentre, le gustará saber que su importante legado cultural se estudia sin marginar sus perfiles más inéditos: un encomiable sentido del humor, su feminismo revolucionario, la modernidad de sus argumentos, y una descarada inclinación a colocarse siempre del lado de los desfavorecidos, cuestiones todas ellas que hacen del autor universal, un personaje digno de encabezar cualquier movimiento político, social y cultural del siglo XXI. De su figura eterna -a pesar del reconocimiento tardío que padeció en su época-, se ocupa la Sociedad Cervantina, que este fin de semana nos invita a celebrar el IV Centenario de la publicación de la Segunda Parte de su obra maestra con un conjunto de originales actividades teatrales y gastronómicas.

   Todo empezó cuando Ignacio Aldecoa, Ernesto Giménez Caballero, Rafael López de Haro, Juan Ignacio Luca de Tena, Torcuato Luca de Tena, Gregorio Marañón, Alfredo Marquerie Monpín, Juan Antonio Vallejo-Nájera, y otros intelectuales de la época, apoyaron al ilustre cervantista Luis Astrana Marín, autor de la monumental biografía Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes, para que en 1953 hiciera realidad su gran sueño: inaugurar la Sociedad Cervantina en un discreto pero no menos singular edificio del siglo XVII, situado -como corresponde- en pleno Barrio de las Letras.

   Presidida desde 2012 por el periodista, escritor y académico (que ocupa el sillón “ñ”), Luis María Ansón (en la ilustración), la dinámica institución cultural, cuya actividad ha sabido adaptarse al ritmo de los tiempos, se encuentra en la finca donde Juan de la Cuesta estableció su imprenta, y vertió a papel la primera edición del ingenioso hidalgo don Quijote, por cierto, atestada de erratas. Al morir La Cuesta, fue su esposa quién se hizo cargo del negocio, siendo María Quiñones, una de las primeras mujeres empresarias de Madrid.

   Entre esas 4 paredes, hay más espíritus que los del Manco de Lepanto. Antes de albergar a la Sociedad Cervantina, fue un colegio de niños desamparados, acogiendo luego los malestares de los enfermos, casi todos hombres impedidos, en el Hospitalillo del Carmen, activo hasta 1949. Los años de abandono hicieron necesarias grandes obras en su interior, demolido en su totalidad, pero conservando intacta la fachada (ver la ilustración), tal y como hoy la disfrutamos.  

   Hoy en día, hay sitio para conferencias, visitas guiadas, exposiciones, talleres diversos, y una especial atención por el teatro, en espacios como el Teatro de Cámara Cervantes -en la antigua sala de la imprenta de Juan de la Cuesta-, donde el público rodea a los actores, y la Bacía, una sala de exposiciones dedicada a la promoción del arte contemporáneo, la danza, el teatro y la música. La novedad es que, en un año, podría cerrarse un gran proyecto: la conversión del patio en un corral de comedias.

   Estos días, presa de cierta estimulante excitación, la Sociedad Cervantina se moviliza con Escena Cervantes, cuyo programa teatral coordinan María Velasco (a la izquierda, en la ilustración) y Sonia Sebastián (a la derecha): “Mostraremos a un Cervantes que se baila, se ríe, se improvisa, y hasta se acerca al público infantil. No es la primera vez que lo presentamos, y su acogida fue excelente para el público, que agradeció la modernización de un autor y una obra, que acostumbramos a estudiar como lejana. Con todos los respetos, se trata de un lavado de cara, abordando todo el imaginario del autor”.

   María evoca las palabras de Juan Goytisolo, Premio Cervantes 2014, que en su discurso reclamaba para don Miguel algo más que el empeño oficial en rescatar sus huesos para convertirlos en una reliquia, pasto del turismo. Cervantes vivió endeudado, y soportó penurias. Conoció la cárcel y la desdicha de ser un segundón, siempre ninguneado y a la sombra de Lope de Vega. Frecuentó arrabales, anduvo con pícaros, quiso exiliarse sin conseguirlo, y defendió a las minorías, incluso étnicas, como dejó bien claro en las páginas de La Gitanilla.

   Atemporal y universal. Como su obra y los descubrimientos que su estudio brinda. Recorrer la sede de la Sociedad Cervantina es un viaje al siglo XVII, que por suerte no acaba de llegar a su destino. Una sucesión de acontecimientos, que resucitan cada día el espíritu de aquella imprenta,  y añaden páginas al interminable e imaginario libro de la historia cervantina. 

PD: Con el festival itinerante Escena Cervantes, que tendrá lugar del Viernes 06 al Domingo 08 de noviembre de 2015, tienes una cita con el microteatro, la impro, el teatro, la danza y la gastronomía. ¡Para no perderte nada, consulta la Programación!

                                     (De Sol Alonso, el 05 de noviembre de 2015)

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