Hoy, los puntos cardinales de (Mi Petit) Madrid serán arquitectónicos o no serán, gracias al skyline integrador de Dictinio de Castillo. Con tan solo 5 edificios, su visión panorámica de la ciudad consigue (re)unir en el papel a barrios, que suelen ignorarse tanto de día como de noche.

   Murciano de nacimiento desde 1985 y madrileño de empadronamiento desde hace poco, Dictinio de Castillo-Elejabeytia Gómez (retratado aquí) es arquitecto de formación. Cuando no está estudiando para su Máster en Proyectos Avanzados de Arquitectura y Ciudad, colabora con Todo Por la Praxis, pero lo que no suelta nunca es el bolí, Pilot de preferencia y de tinta negra por esencia. Arrancó el año 2014 publicando Verde como el Hielo, su primer libro como ilustrador, colaborando con las revistas Bartlebooth Mag, LaCharca y GO!Murcia, y realizando carteles para eventos y 3 exposiciones. Mi petit Madrid tiene el gran placer de poder contar con el talento y el encanto de Dictinio que nos ofrece una nueva visión panorámica de la Villa. 

   A la izquierda, empezamos nuestro recorrido por el Barrio de Las Letras donde un inmueble, que desafía las leyes de la gravedad y que, tanto por su contenido como por su “edificio-continente”, eleva el arte, y despierta todos los sentidos del transeúnte. El 13 de febrero de 2008, la Obra Social de la Caixa convirtió en su sede oficial a la antigua central eléctrica del Mediodía abandonada -que había abastecido de luz, durante décadas, el sur del casco histórico de la capital-, junto con una vieja gasolinera, encajonada y olvidada. Detrás de la fachada de la denominada CaixaForum, el proyecto social y cultural de la Fundación catalana (“la segunda de España y la quinta del mundo por volumen presupuestario”) cambió el paisaje de la Villa, y consiguió sumar tradición y (pos)modernidad en una delicia escultórica y arquitectónica cuya silueta no deja a nadie indiferente. En sus entrañas que levitan en el limbo, el moderno espacio cultural, muy bien reformado por los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron, recién galardonados con el Premio Pritzker (el “Nobel” de la Arquitectura), es una caja de (agradables) sorpresas, llena de formas y materiales sorprendentes, desde sus escaleras de hormigón a los revestimientos de mallas metálicas de las paredes, pasando por los suelos de madera de roble americano y las celosías de chapa galvanizada; y la luz natural, que baña su alma, revela la magia que emana del arte y, como no, de la arquitectura.

   A su lado, damos un salto geográfico hasta llegar a la denominada “Caja de Bambú”, en el PAU de Carabanchel. Diseñado por el estudio Foreign Office Architects de Alejandro Zaera-Polo y la arquitecta británica de origen iraní, Farshid Moussavi, el singular edificio de 88 viviendas sociales fue premiado por el Royal Institute of British Architects en 2008 por “la fuerza de sus conceptos y la crudeza de su ejecución”. Envuelta en una celosía móvil de bambú para proteger a sus habitantes de los rayos del sol y crear un colchón térmico, acústico y visual, la promoción Carabanchel 16 representó a Madrid en la Exposición Universal de Shanghái 2010.

   En el centro de la visión panorámica de Dictinio, las emblemáticas Torres Blancas, en el barrio de la Prosperidad, comparten protagonismo con el denominado Edificio Mirador. Pensadas por su creador para que crecieran como un árbol, recorrido por escaleras, ascensores, miradores y jardines, las atrevidas Torres de 21 pisos no se convirtieron al minuto en icono de la arquitectura madrileña sino más bien todo lo contrario. Después de 4 años de intensas obras, el rechazo estético fue casi inmediato cuando en 1968 se inauguró el edificio, que se llegó a tildar de “feo”. A modo de respuesta, el arquitecto navarro Javier Sáenz de Oiza (1918-2000) explicaría, casi dos décadas después, en sus Escritos y Conversaciones de 1986, que había hecho Torres Blancas con un único objetivo: “Molestar a la gente, agredir al paisaje de tal manera que la gente levantara la cabeza y dijera: “¡Caramba!, pero ¿tanto bien y tanto daño se pueden hacer con la arquitectura?”... ¡Sí, señor! ¡Estamos cansados de hacer paisajes grises, ambientes no molestos en los cuales a lo mejor no es penoso vivir pero tampoco es gratificante!”. Hoy en día, detrás de la fachada del “árbol” que ideó hace 50 años y dejó crecer Oiza, Torres Blancas da sombra y fama a todo el barrio.

   En cuanto al Edificio Mirador, el polémico bloque de viviendas, que se alza en el corazón de Sanchinarro desde 2005, y que nos da la bienvenida cuando se accede a la ciudad por el norte, representa, según la autora del proyecto, Blanca Lleó, una “manzana tradicional” vertical en la que los 9 colores diferentes incluidos en la fachada original, indican los supuestos edificios que “rodean” el patio central que, en este caso, se encuentra en altura como una “ventana urbana” colectiva (con césped artificial ¡de color negro!) para asomarse a la Sierra de Guadarrama. A modo de “anécdota”, el Edificio Mirador de protección oficial, que destaca no solo por sus 63 metros y pico de altura en un entorno en el que las construcciones no superan las 6 plantas, sino también por la mala calidad de los materiales utilizados, en el momento de su construcción, no tardó en recibir fuertes críticas y peticiones de derribo de parte del vecindario... que lo rebautizó con mal gusto Edificio Bin Laden ya que los aviones no pueden ni estrellarse en él por su “agujero central”...

   Finalmente, a la izquierda, si la estación de Atocha no cierra la línea de horizonte del skyline, sino que por su esencia viajera lo abre. Como el Ave Fénix, la céntrica Estación ferroviaria madrileña del Mediodía o del Sur -cuando se inauguró como embarcadero, en 1851- o de Atocha, en el corazón de los gatos viajeros, siempre consiguió renacer de sus cenizas a pesar de los numerosos incendios que sufrió a lo largo de sus más de 160 años de vida. Símbolo del inicio de la industrialización de la capital cuando la Villa empezó a abrir sus últimas murallas al resto del reino y del mundo, en el siglo XIX, su “cortina vidriada” y sus espectaculares estructuras de acero, proyectadas por el dúo dinámico compuesto por el arquitecto franco-español Alberto de Palacio Elissague (1856-1939) y el ingeniero galo, Henri de Saint-James -ambos alumnos pródigos de Gustave Eiffel-, se convirtieron, a lo largo del siglo XX, en el fiel testigo de la modernización tanto de las entrañas como de las fachadas de la ciudad, en general, y de su glorieta, en particular, gracias al “Túnel de la Risa” que la hizo famosa bajo tierra, al “Scalextric” que le dañó la vista, durante más de 30 años, o al “Triángulo del Arte” que se constituyó, poco a poco, sin contar con ella. Después de entrar tristemente en el siglo XXI, como escenario de los atentados del 11M, Atocha es, hoy en día, la gran “estación de estaciones” que nos teletrensporta, cada día, hacia nuestro destino.

   Definitivamente, el skyline de Dictinio es una invitación a mirar la ciudad no desde el cielo sino con los pies en la tierra y la conciencia en alerta.

Referencias útiles:
Para seguir los pasos (re)creativos de Dictinio de Castillo, conéctate a su blog TiNTiCA, su Facebook y su Twitter.

PD: Si tú también quieres compartir tu Skyline personal, consulta las bases de la II edición de nuestro Petit “SKYLiNE MADRiLEÑO BY”.

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