LA BOBiA DEL SiGLO XXI
LA BOBiA DEL SiGLO XXI
¿Recuerdan el arranque de la película de Pedro Almodóvar, “Laberinto de Pasiones”? May Paredes y Fabio MacNamara, sentados en un chaflán del Rastro madrileño, apuran sus vermús, mientras esperan cómo y con qué calmar un síndrome de abstinencia prácticamente crónico. Es el momento en que, esnifando una laca de uñas color anaranjado radioactivo, Patty Diphusa (el personaje de Fabio) exclama “¡Qué overdose!”, mientras a su alrededor, punkys, yonkis y camellos ni se inmutan. El cineasta manchego declaraba entonces que escogió ese local, “porque allí era donde se juntaban todos los que llegaban, sin dormir, los domingos de Rastro”. Era La Bobia. Un bar que, tras diversos avatares del destino, acaba de recuperar su nombre, su acogedora esquina, gran parte de su espíritu, y una clientela afín, que incluye a los más clásicos, encantado de recordar sin más nostalgia que la justa y necesaria.
Ángel Matas (en la ilustración), artífice de la repesca del local para el siglo XXI, era uno de aquellos jóvenes medio descarriados, que no se acostaba los sábados por la noche. Trabajando en Rock Ola, el empalme era casi obligado en una década donde sobraban excusas para alargar la noche. El aperitivo terminaba con el día, y el crepúsculo pedía más jolgorio. Otro bucle. “¿Cuándo se duerme aquí?”, inquiría alguien. “Cuando te mueras”, contestaba el portavoz del mal agüero. Y, así, se imponía la vigilia.
Regresa La Bobia, vestida de mucho más que un bar de cañas. Su último perfil, una hamburguesería desabrida y sin encanto, pasó sin pena ni gloria, hasta que un grupo de expertos hosteleros le han dado la vuelta. Las camisetas negras del personal, con la leyenda estampada en blanco “Puxa la Bobia”, no precisan traducción. Sí, ahora es un asturiano, con una cuidada reforma y mimo en la restauración. Ángel, mira la carta una y otra vez, testando lo que gusta y lo que menos, lo que cambiará, el precio del menú de cada día… Al lado, la mesa central se va poblando de quienes disfrutan de la vera de El Rastro, también entre semana.
Ángel no sabe si será casualidad o una artimaña del azar para cerrar círculos: “Resulta que La Bobia es un alto serrano cerca de Castropol, Asturias. Además de frecuentar el pueblo, conozco bien esa cocina. He trabajado en restaurantes, y tengo el Premio Amistad de Castropol a la Mejor Fabada del año. Pero aquí hemos intentado “modernizar” la carta. Hacemos los callos a la madrileña, pero seguimos cociéndolos en sidra”.
Puestos a punto en 3 meses, los 200 metros cuadrados de local, que junto a la terraza no muy soleada, pero definitivamente afable, admiten un centenar de personas. De la madera interior, se han encargado los hermanos Argüelles, toneleros asturianos con pedigrí. Suyas son las dos cubas gigantes, que sirven de reservado, restauradas para La Bobia, tras 150 años de servicio en un lagar; así como las mesas de castaño, apoyadas en los soportes originales de La Bobia, en una clara intención de aprovechar las raíces.
Eso se llama, volver con los pies en la tierra.
(De Sol Alonso, el 29 de junio de 2015)
Referencias útiles:
LA BOBiA
Calle de San Millán, 7
28012 Madrid
917 376 030
M La Latina
Horario: de Lunes a Domingo, de 12h hasta la 1h de la madrugada.
Para seguir los pasos gastronómicos de LA BOBiA, conéctate a su Facebook.
[Volver a Mi Petit Gourmet, Callejero o Blogosfera]
¿Recuerdan el arranque de la película de Pedro Almodóvar, “Laberinto de Pasiones”? May Paredes y Fabio MacNamara, sentados en un chaflán del Rastro madrileño, apuran sus vermús, mientras esperan cómo y con qué calmar un síndrome de abstinencia prácticamente crónico. Es el momento en que, esnifando una laca de uñas color anaranjado radioactivo, Patty Diphusa (el personaje de Fabio) exclama “¡Qué overdose!”, mientras a su alrededor, punkys, yonkis y camellos ni se inmutan. El cineasta manchego declaraba entonces que escogió ese local, “porque allí era donde se juntaban todos los que llegaban, sin dormir, los domingos de Rastro”. Era La Bobia. Un bar que, tras diversos avatares del destino, acaba de recuperar su nombre, su acogedora esquina, gran parte de su espíritu, y una clientela afín, que incluye a los más clásicos, encantado de recordar sin más nostalgia que la justa y necesaria.
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Regresa La Bobia, vestida de mucho más que un bar de cañas. Su último perfil, una hamburguesería desabrida y sin encanto, pasó sin pena ni gloria, hasta que un grupo de expertos hosteleros le han dado la vuelta. Las camisetas negras del personal, con la leyenda estampada en blanco “Puxa la Bobia”, no precisan traducción. Sí, ahora es un asturiano, con una cuidada reforma y mimo en la restauración. Ángel, mira la carta una y otra vez, testando lo que gusta y lo que menos, lo que cambiará, el precio del menú de cada día… Al lado, la mesa central se va poblando de quienes disfrutan de la vera de El Rastro, también entre semana.
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917 376 030
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