Una ley americana dice: En Nueva York está prohibido pasear con un helado de cucurucho en el bolsillo (pero sólo) los domingos. Por eso, Pepín eligió Madrid para vivir, porque aquí podía comerse tantos helados de burro como quisiera/ le diera la gana. Lo de Pepín era surrealismo, lo de la prohibición neoyorquina, ridículo.

   José Bello Lasierra nació en Huesca, pero Madrid fue su centro de operaciones hasta el fin de sus días. Tenía once años cuando se plantó con pantalón corto en la Colina de los Chopos, donde la Residencia de Estudiantes. Para Pepín, el primero de la pléyade del 27 en llegar al que sería el primer centro cultural de España y uno de los proyectos más notorios de creación e intercambio científico-artístico de la Europa de entreguerras, la Residencia era: "Un sitio barato, modesto y espartano", cuenta él. Poco después se sumaron a él Lorca, Dalí o Buñuel y, fuera de la Residencia, le acompañaron en sus andanzas madrileñas otros como Alberti, Bergamín, Salinas o Cernuda.

   Pepín fue un hombre sagaz, cordial y con un gran sentido del humor, adjetivos que le convirtieron en el revulsivo de una generación. Podríamos definirlo como un surrealista nato que, a pesar de no haber dejado apenas obra escrita, está presente a través de otros creadores en el cine, la pintura y la literatura, gracias a la influencia e ideas que diseminó entre sus compañeros de residencia.

   Con Buñuel y Dalí participó en la definición de imágenes usadas para la película Un perro andaluz. El imaginario, aportado por Bello, se nutría de viejos recuerdos de su Huesca natal, muy especialmente de los paseos al Castillo de Montearagón; era fácil encontrarse muladares atiborrados de despojos animales como avituallamiento para carroñeras. De esas trúculas instantáneas nacieron términos como carnuzo, helado de burro o putrefacto, y putrefacto es el calificativo del cuento, único y hasta hace un par de años inédito, que escribió Pepín Bello.

   Aunque Vila Matas lo elevó a la galaxia literaria como “el bartleby -artista sin obras- más longevo del mundo”, el piropo deja de ser cierto con la edición del Un cuento putrefacto por parte de Sd·edicions, una pequeña editora de Barcelona que, en 2010, dio a conocer una pieza inédita de Pepín Bello, elegantemente ataviada con las ilustraciones del artista sevillano Manuel Flores.

   Un cuento putrefacto de Pepín Bello.
   La historia es sencilla: un día un buitre sale con sus hijos de paseo, y el más pequeño pide a mamá buitre un helado de burro -cuya existencia parece imposible incluso en un relato surrealista como el que nos ocupa-. Ésta emplea el típico recurso de madre para responderle y se libra del posible berrinche con el tantra "cuando lleguemos a casa...”, esa temida frase sufrida hasta por los personajes de los cuentos. De vuelta al hogar, Papá buitre agasaja a su prole con el mejor de los banquetes, la vaca podrida, de la que minutos más tarde solo han dejado la casquería. Moraleja putrefacta: No pidas lo que ansías - helados de burro- y limítate a comer lo que te corresponde tal y como haría un educado buitre.

   Los helados de burro -clara referencia al borrico Platero-, los bocadillos de mula y la carroña son algunas de las imágenes que José Bello Lasierra aportó al filme de Buñuel & Dalí, El perro andaluz, la película más paradigmática del surrealismo cinematográfico.

   Manuel Flores, el ilustrador de esta joya putrefacta, ha representado cada uno de estos elementos por medio de tintas planas, rojo y negro, de clara evocación propagandística, logrando así que el humor grotesco que desprenden los famosos personajes nos impacte visualmente. Flores concibe a la pandilla del 27 como unas figuritas esquematizadas, sencillas, muy próximas al lector, mostrándonos a Dalí, Buñuel o Lorca como unos narradores tiernos, simpáticos y divertidos.

   El diseño editorial pone broche de oro al texto y la ilustración (ver EXPO nº21). Una divertida composición tipográfica para la portada, "moscas" al más puro estilo Eduardo Arroyo de las guardas a la contra y una breve reseña de Juan José Lahuerta para finalizar este primer ejemplar de la colección “27 al rojo”.

   Un cuento putrefacto es un libro indispensable en las bibliotecas de todos los fanáticos por la literatura del 27, la ilustración o el cine de Buñuel. Un libro para todos los amantes de los libros.

   ¡Felices lecturas!, nos vemos en la Colina de los Chopos.

PD: Plan P (P de “Para salir de casa”):
Si te ha gustado el Cuento putrefacto y quieres descubrir más y más cosas de Pepín y el resto de compañeros de la Residencia de Estudiantes, puedes visitar la exposición “100% Residencia. Una tradición recuperada”, dónde puedes asistir en grupo y disfrutar con una visita guiada.

Referencias útiles:
EXPO: 100% RESIDENCiA. UNA TRADiCiÓN RECUPERADA

¿CUÁNDO? EXPO permanente, de Lunes a sábado, desde las 11h hasta las 20h, y Domingos y festivos, desde las 11h hasta las 15h.

¿DÓNDE? En la Residencia de Estudiantes
Calle del Pinar, 21
28006 Madrid
915 636 411
M República Argentina
Más info en su web.

¿CUÁNTO? Entrada libre.

¿POR QUÉ? Porque “la Residencia de Estudiantes supuso un hito en la Cultura, la Educación y las Ciencias españolas” (Francisco A. González Redondo, UCM). Y ¿te lo querías perder?

Para saber más sobre la editorial SD.EDiCiONS, conéctate a su web, su blog y su Facebook.

Si te gustan las singulares ilustraciones de MANUEL FLORES, también ha ilustrado:
- La Nube en pantalones, de Vladimir Maiakovskii (1915), Barcelona, Sd.Edicions, 2010;
- El Boletín RAMÓN (Gómez de la Serna), nº19, Primavera (de Buenos Aires) de 2009;
- El Paseo de Buster Keaton, de Federico García Lorca (1928), Valencia, Ed. Media Vaca, 2008.

Para saber más sobre El cuento putrefacto, date una vuelta por la EXPO nº21: La Residencia de Estudiantes y Pepín Bello, en la Galería Virtual de Mi Petit Madrid.

                                    (Paseo de P. nº2: Piu Martínez, 15 de octubre de 2012)

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