Para verlo en su esplendor, hay que conformarse con evocadoras fotos en blanco y negro. Declarado Monumento del Patrimonio histórico de España en 1991, y Bien de Interés Cultural en 2011, el magnífico edificio, asediado por el paso del tiempo, es el único de los 4 frontones levantados en Madrid, que sobrevive. Entonces, ¿qué pasa con el Frontón Beti-Jai, que desde su inauguración en 1894 hasta el principio del fin en 1918, hizo honor al significado de su nombre, que en euskera significa “siempre fiesta”, pero que desde 2006 se encuentra en la Lista roja de patrimonio en peligro, elaborada por Hispania Nostra?

   La idea de levantar “una especia de Vaticano de las pelotas”, en pleno barrio de Chamberí, fue del empresario taurino y de espectáculos, de origen vasco, José Arana Elorza, que se instaló en Madrid después de tocarle el Gordo de la Lotería de Navidad. En 1892, el afortunado emprendedor encargó el proyecto de construcción del frontón madrileño -a imagen y semejanza del de San Sebastián- al arquitecto Joaquín de Rucoba, que recibió la propuesta con entusiasmo. Las obras empezaron en 1893 siguiendo los planos originales, que incluían la utilización de las técnicas y los materiales más modernos del momento.

   El Beti-Jai, con su estructura de columnas y vigas de hierro fundido en forma de cesta, su fachada de ladrillo visto -inspirada en El Palacio de la Ópera de París-, su decoración neomudéjar, y su puerta principal de corte islámico, fue un modelo único de construcción ecléctica y modular, saludo tanto por la prensa como el público, el día de su inauguración, el 29 de mayo de 1894. Desde sus gradas curvadas y de diferente inclinación, la cancha (de 11 metros de ancho, 67 de largo y una altura de 3 pisos) era bien vista por los 4.000 espectadores del aforo completo, que igualmente avistaban la marcha del encuentro, en aquel marcador blanco y azul.

   No eran todavía tiempos de fútbol. La pelota vasca imperaba en Madrid. Los cuatro frontones de la capital llegaron a celebrar partidas a diario, colocando en su taquilla el cartel de “No hay entradas”. Tanto es así que el deporte y sus templos acabaron por morir de éxito. Las sucesivas crisis políticas y económicas vaciaron los bolsillos de un público, que optó por renunciar al placer de las apuestas, condenadas por la moral de la Iglesia, que consideraba pecaminosos los juegos de envite. Los frontones, levantados casi todos en céntricos solares, se convirtieron en una golosina para la especulación inmobiliaria, y la burbuja explotó arrasando recintos, pelotaris, y afición.    

   El Beti-Jai, sin embargo, no se agachó. Durante la Guerra (in)civil, fue comisaría y cárcel. Después, la Banda de Cornetas de Falange lo utilizó para ensayar. Luego, fue sucesivamente taller de automóviles, almacén de cervezas, fábrica de aceitunas, y hasta plató de cine. Allí Basilio Martín Patino rodó “Madrid” en 1987. En 1989, “tras un complejo y oscuro proceso jurídico”, una de las sociedades de inversión inmobiliaria de PSA-Citroën compra el edificio con la firme intención de construir oficinas, a pesar de la calificación de uso deportivo del terreno, pero las licencias nunca llegaron. El frontón queda abandonado a su suerte hasta que, en 2008, justo cuando se detecta la presencia de okupas en sus dependencias, surge la Plataforma Salvemos el frontón Beti-Jai de Madrid.

   El 15 de julio de 2008, después de constatar el estado de abandono del frontón, Igor González (retratado aquí a la izquierda) publica en las redes sociales una serie de fotos, denunciando el envejecimiento consentido del frontón, y pone en marcha un blog para solicitar su restauración. Rápidamente se suman las voces de los arquitectos como Vicente Patón y Alberto Tellería, el ex pelotari, Fernando Larumbe (retratados aquí), y gran parte del vecindario a favor de su recuperación porque el Beti-Jai es mucho más que una manzana en ruinas: “Es una construcción única en el mundo, que hay que recuperar como espacio polivalente, deportivo y cultural. Una plaza abierta al público, con eventos de moda, mercadillos o funciones teatrales. La gente podría sentarse a leer en las gradas, o disfrutar de las actividades, como cuando en sus tiempos dorados actuaba el Orfeón de Pamplona, se celebraban prácticas y combates de esgrima, ensayos de aeronáutica, y hasta mítines de reivindicación social”. 

   En 2014, el Ayuntamiento de Madrid incumplió la promesa de invertir casi nueve millones en su rehabilitación, cantidad que figuraba en sus presupuestos. Mientras tanto, el recinto se marchita poco a poco. Pero si el frontón está cerrado a cal y canto, siempre hay ventanas indiscretas, desde las que presenciar el triste escenario: desperdicios, cerrajería oxidada, maderas que la humedad pudre y comba, malas hierbas que despuntan por las profundas grietas de sus muros, y restos desteñidos de sus frescos. Es la belleza venida a mucho menos. Que siga en pie, tras décadas sin recibir una caricia, es un milagro. ¡Salvemos el Frontón!

PD: Hoy, Jueves 23 de abril de 2015, a las 18h30, ¡no te pierdas la Conferencia "El Beti-Jai. Una joya del patrimonio, testigo de un deporte ancestral y una parte de la historia muy desconocida", organizada por el colectivo Salvemos el Beti-Jai de Madrid en la sede del Colegio de Arqueólogos de Madrid (Calle de Fuencarral, 101, 3ª; M Bilbao / Tribunal). PD: También puedes seguirla via Streaming.

                                          (De Sol Alonso, el 23 de abril de 2015)

Referencias útiles:
EL FRONTÓN BETi-JAi DE MADRiD
Calle del Marqués del Riscal, 7
28010 Madrid
M Alonso Martínez / Rubén Darío
PD: Actualmente no se puede visitar.

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