“Todas las mujeres conciben ideas, pero no todas conciben hijos”. Esta frase bien podría haberla pronunciado cualquiera que hoy esté luchando por los derechos de la mujer. Sin embargo, fue escrita hace más de un siglo por Emilia Pardo Bazán (1851-1921), condesa por herencia (y consentimiento de Alfonso XII), escritora de profesión y feminista por convicción. Petit homenaje a la noble autora coruñesa que regó a base de tinta, empeño y valentía las raíces del feminismo en España.

   Independiente y de fuerte carácter, Emilia fue sin duda marcada por la educación liberal de su padre que ya de niña le decía: “Los hombres son muy egoístas y si te dicen alguna vez que hay cosas que pueden hacer los hombres y las mujeres no, di siempre que es mentira porque no puede haber dos morales para dos sexos”. Desde pequeña, mostró su predilección por la lectura (afición que cultivaría fácilmente gracias a la extensa biblioteca paterna), a la que dedicaba todo su tiempo libre, negándose a malgastarlo en otras actividades, como la música o el piano, casi obligatorias para las “niñas bien” de aquella época. Tempranera en casi todo, a los 9 años ya escribía poemas, a los 12 publicó algún escrito y, a los 16, se casó con José Quiroga.

   Poco después, coincidiendo con el nombramiento de su padre como diputado de las Cortes, se trasladó a vivir a Madrid, pero, en 1872 con la llegada a España de Amadeo I de Saboya al poder, la familia al completo se marchó a vivir a Francia y emprendió una serie de viajes por toda Europa, que permitieron a Emilia aprender inglés, francés y alemán, frecuentar nuevos ambientes culturales, y sumergirse en los movimientos europeos del momento -en particular, el krausismo (movimiento que cree que el hombre debe ser educado en todos los aspectos intelectuales para su completa realización); y el naturalismo de Zola. Años intensos para la gallega intelectual y despierta que repercutirían decisivamente en su vida y en su obra.

   Después de publicar su crónica de viajes Un viaje de novios , en 1881, Emilia empezó a escribir, entre 1882 y 1883, para el periódico “La Época”, una serie de artículos que, aunque llamativos, no causarían gran revuelo en el momento de su publicación. Sin embargo, al reunirlo en un ensayo sobre el naturalismo de Emile Zola, titulado La Cuestión Palpitante, se abrió la caja de Pandora. Por aquel entonces, la semilla de la independencia como condición sine qua non y el feminismo ya había crecido fuerte en su vientre y no había marcha atrás porque tanto sus vivencias como el análisis de las noticias de la prensa o sus lecturas ya habían esculpido en doña Emilia un fuerte pensamiento relativo a la mujer, la condición femenina y su lugar en la sociedad decimonónica.

   La “Cuestión Palpitante” desató las protestas de una sociedad eclesiástica, llena de complejos, que se revolvió en sus estrecheces mentales ante las ideas de Pardo Bazán, y que, en lugar de elevar el debate, atacó la condición de esposa y madre de la autora, hasta el punto de que su marido le exigió que abandonara la escritura. Doña Emilia decidió abandonarlo a él denunciando sin miedo "la condena social, la doble moral con que eran juzgadas las mujeres” y rechazando ser “una reclusa moral, encerrada en un corazón que no se le permite expresar”.

   ¡Y ella sí que se expresaba! Bien en la revista “El Nuevo Teatro Crítico”, fundada por la propia autora en 1890, con la herencia recibida tras la muerte de su padre, bien como fundadora y directora de la “Biblioteca de la Mujer”, bien en discursos y conferencias, o bien en obras como, por ejemplo, Los Pazos de Ulloa (1886) -donde muestra la decadencia social reflejada a través de un pueblo de Galicia-; La Tribuna, inspirada por las obreras de la antigua fábrica de tabaco de A Coruña, en la que denuncia la sociedad patriarcal en la que vive y las malas condiciones laborales de las mujeres para defender el corporativismo femenino y atacar el machismo en el mundo laboral; y Insolación (1889) donde a Pardo Bazán no le tiembla la pluma al describir el deseo erótico de las mujeres.

   Tanto los textos de opinión como los textos de creación fueron las dos armas de esta periodista y literata comprometida.

PD nº1: Emilia Pardo Bazán fue la primera mujer en muchas cosas: la primera mujer que introdujo el naturalismo en nuestro país, la primera catedrática, la primera mujer profesora  del Ateneo de Madrid, también la primera Presidenta de su sección de literatura, la primera Presidenta de Honor de la Casa Gallega de Madrid y la primera Consejera de Instrucción Pública, pero vayamos por partes.

PD nº2: Disfrutaba como pez en el agua en las tertulias y círculos literarios donde conoció y cultivó la amistad de hombres como José Zorrilla, Giner de los Ríos, Jacinto Benavente, Emilio Castelar o Benito Pérez Galdós -con quien mantuvo una relación más que epistolar durante casi 20 años-, a los que en muchas ocasiones atrajo a sus defensas feministas.

                                                              (De Noemí Z., el 06 de marzo de 2014)

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