La radio no entiende de supersticiones. Hoy, Viernes y 13 (de febrero de 2015) se celebra por 4º año consecutivo el Día Mundial de la Radio bajo el manto protector de la UNESCO y el apoyo de la Academia Española de la Radio. La fecha elegida no es casual: conmemora el día en que nació, en 1946, la emisora de las Naciones Unidas, dándole así empaque internacional para reivindicar la importancia de un medio que ha hecho historia, fomentar el libre acceso a la información, y mejorar la comunicación mediante ondas que no conocen fronteras. (Petit) homenaje a un aparato que dejó a todos boquiabiertos al emitir voces y melodías a miles de kilómetros, a una compañera en la soledad, que acorta largas tardes y alarga vidas, y a ¿un bastión de la libertad de expresión?

   Hoy, nadie se asombra al dar al interruptor, y escuchar, de manera inmediata y simultánea en el resto del planeta, al locutor o invitado hablando sin parar. Sin embargo, para la gran mayoría sigue siendo un misterio cómo viajan esas palabras. Al origen de ese “milagro”, se encuentran varios ingenieros e inventores. El primero fue el físico británico, James Clerk Maxwell (1831-1879), quien después de experimentar con la electricidad y el magnetismo durante una década, dio en 1873 con las ecuaciones que describían la propagación de ondas electromagnéticas, o lo que es lo mismo, el secreto de la radiodifusión.

   Sin embargo, hubo que esperar casi 15 años más para demostrar ante los incrédulos tales teorías. El artífice fue Heinrich Rudolf Hertz (1857-1894), un físico alemán que, en 1887, no solo consiguió crear artificialmente dichas ondas sino también controlar su emisión y recepción, gracias a 2 barras metálicas conectadas a unas bobinas, que proporcionaban impulsos eléctricos. El experimento triunfó -entre otras cosas y resumiendo mucho mucho- por las chispas, que saltaban cuando las ondas pasaban de una barra a otra. Esa certeza “visual” sentó las bases de la señal de radio, y aquellas ondas pasaron -como no- a apellidarse hertzianas.

   Ahora tocaba pasar a la práctica. En 1894, el ingeniero y físico serbio, precursor de la electricidad comercial (que hoy en día todos disfrutamos), Nikola Tesla (1856-1943), realizó la primera demostración en público de una transmisión de radio. En 1895, el físico ruso Alexandr Stepánovich Popov (1859-1906) creó de la primera antena radioeléctrica; y en 1901, el ingeniero electrónico y empresario italiano, Guillermo Marconi (1874-1937), conocido por inventar la telegrafía sin hilos y recibir el Premio Nobel de física en 1909, logró la primera transmisión radial a larga distancia al hacer viajar las ondas nada más y nada menos que 3.500 km, atravesando el Atlántico desde la estación de Poldhu en Inglaterra a Terranova en Canadá. Un nuevo medio de comunicación había nacido. 

   Información y entretenimiento serían (y siguen siendo) sus principales contenidos. En el verano de 1920, se inauguraron las primeras difusiones regulares de entretenimiento desde la terraza del Teatro Coliseo de Buenos Aires, y en 1922, fue el turno de los primeros boletines informativos con la agencia de noticias Havas desde París, o según otras versiones, con la estación 8MK (hoy en día WWJ) de Detroit, que se habría adelantado a la francesa un par de años.

   En aquella época, las señales llegaban en amplitud modulada, o para entendernos, en AM, hasta que el bueno de Edwin Armstrong (1890-1954), un gran ingeniero electricista e inventor estadounidense, presentó en 1933 la frecuencia modulada o FM, que por su mayor calidad se estableció de inmediato como el mejor formato para la radio comercial. Más de una década después, el joven medio de comunicación ya había entrado prácticamente en todos los hogares, y no había frontera, raza, religión o creencia, que se le resistiera a unas avispadas ondas, que alcanzaban por igual lugares recónditos o grandes urbes.

   Tal fue su éxito que la radio se convirtió rápidamente en uno de los principales poderes sociales y políticos del siglo XX. Como (desagraciadamente) bien dijo Adolf Hitler: “Es un arma terrible en manos de quienes sepan hacer uso de ella”, y lo que demostraría nada más acceder al poder. En 1933, como flamante nuevo canciller, el dictador nazi en ciernes se apoderó del medio de masas para convertirlo en su mayor instrumento de propaganda. Tan consciente era de su importancia que, en 1939, prohibió escuchar emisoras extranjeras, y la música ligera fue sustituida por himnos patrióticos y canciones clásicas germanas.

   Por supuesto, hubo otros muchos grandes momentos políticos, como en 1940 cuando el general francés De Gaulle pronunció desde Londres, en la BBC, su famoso discurso del 18 de junio para llamar a la resistencia del pueblo francés tras la invasión nazi del territorio galo. Y mucho tiempo después, el 11 de septiembre de 1973, el presidente Salvador Allende, realizó su última alocución al pueblo chileno a través de Radio Magallanes. De fondo, disparos y bombardeos ponían sonido al golpe de Estado, que acabaría con su gobierno, y “Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, será una lección moral que castigará la cobardía y la traición” fueron sus últimas palabras. Minutos después, el Palacio de la Moneda donde se encontraba fue bombardeado. La radio, una vez más, narró en directo y en primera persona la historia, como ya lo había hecho años atrás con la llegada, en 1969, del hombre a la Luna.

   Pero la emisión radiofónica más curiosa se debe sin duda a Orson Welles. En 1938, el cineasta -con tan solo 23 años- revolucionó las ondas y las conciencias con la ¿inocente? lectura dramatizada de la novela de ciencia ficción de H.G. Wells, La Guerra de los Mundos, que cuenta la historia de una invasión extraterrestre de la Tierra. Aquellos oyentes que se incorporaron tarde al programa pensaron que lo que escuchaban era real, y el caos fue apoderándose de la población. Se dice que millones de americanos abandonaron sus casas y colapsaron las carreteras y estaciones de tren. Al día siguiente, el jovencito Welles tuvo que pedir perdón mientras su nombre empezaba a brillar como el genio que resultaría ser.

   Para entonces, la televisión había ganado mucho terreno a las ondas, a pesar de sus intentos de innovar, por ejemplo, con receptores minúsculos y móviles. Pero, hoy en día, ambos medios conviven en paz y armonía con ofertas para todos los públicos, gustos y estilos. La radio ya sea digital, satelital o de ondas electromagnéticas, sigue creciendo y adaptándose a las nuevas tecnologías y tendencias, ¿respetando el derecho a la libertad de expresión de sus periodistas o respaldando los intereses económicos de sus potentes dueños?

   ¡Feliz Día Mundial de la Radio... libre!

                                   (De Lidia Martín, el 13 de febrero de 2014)

PD (nº1) festiva: Una buena manera de celebrar el DíA MUNDiAL DE LA RADiO (también en Facebook y Twitter) es la convocatoria abierta de programas de radio, que acaba de poner en marcha La Casa Encendida. Todo el que tenga una nueva manera de ver y entender la radio podrá participar presentando su proyecto (Bases de la Convocatoria) antes del 28 de febrero de 2015. Y los elegidos podrán hacer realidad su sueño radiofónico en el estudio de radio La Casa Encendida, con el asesoramiento técnico de profesionales de larga experiencia y la difusión de los programas a través de la web radio de La Casa Encendida (también en Facebook y Twitter).

PD (nº2) honorífica:  Hoy, Viernes 13 de febrero de 2015, la Academia Española de la Radio (también en Twitter) celebra la Gala anual de los Premios Nacionales de la Radio en el Teatro Mira (en Pozuelo de Alarcón). Entre los periodistas premiados, destaca Iñaki Gabilondo, que recibirá la Medalla de Oro.

PD (nº3) curiosa: Junto a Marconi, estuvo trabajando el ingeniero, comandante y explorador español, Julio Cervera (1854-1927), y hay quien asegura (¿barriendo para casa?) que fue él, y no el italiano, el auténtico creador de la radio. Es más, dicen que mientras Guillermo se centró en la retransmisión de señales sin hilos o telegrafía, Cervera dio un paso más con la “telefonía sin hilos” al mandar voz humana de Alicante a Ibiza.

PD (nº4) aclaratoria: Entonces, ¿quién inventó la radio? Con tanto genio de por medio, Nikola Tesla luchó con uñas y dientes para que le concedieran la autoría y patente del invento, y pocos meses antes de su muerte en 1943, la Corte Suprema de los Estados Unidos le reconoció los derechos de la invención de la radio.

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