El acceso a la cultura siempre ha sido una de las grandes preocupaciones de los intelectuales y mandatarios que buscan lo mejor para el pueblo. Antes de inaugurar las bibliotecas tal y como hoy las conocemos, hubo unos cuantos precursores que sentaron bases y sorprendieron con sus propuestas. Entre ellos, Víctor Espinós Moltó (1871-1948), retratado aquí, un niño prodigio que estudió piano, armonía y composición, que con 15 años ya había ganado su primera oposición, y cuya curiosidad e inquietud le llevaron con el tiempo a fomentar algo que siempre le apasionó: la música. Convertido en académico de Bellas Artes, el musicólogo y crítico, que fue director de las denominadas Bibliotecas circulantes de los Parques, unos pequeños y sencillos templetes abarrotados de libros a imagen y semejanza de las que ya existían en Europa y que nacieron bajo el lema “Estos libros, que son de todos, a la custodia de todos se confían”, ideó e impulsó una rareza que logró que, esa vez, fuera Europa la que pusiese los ojos en nuestra Villa: la primera Biblioteca Musical del Viejo Continente, gratuita y abierta a tod@s.

   En 1919, Espinós propuso al Concejo de Madrid la creación de un espacio para activar e impulsar la música de una manera innovadora tomando prestada una reflexión del Quijote de Cervantes y que en boca de Sancho decía: “Señora, donde hay música no puede haber cosa mala”. Su idea fue aceptada de inmediato, y el 27 de octubre de aquel año, el Ayuntamiento aprobó un decreto para la creación de la entonces llamada Biblioteca Musical Circulante.

   Dicha Biblioteca abrió sus puertas en 1920 en la Casa de la Carnicería, en la calle Imperial nº8, con los préstamos de material de enseñanza y entretenimiento como principal objetivo, mientras paralelamente Víctor Espinós, que admiraba profundamente el Quijote, también empezó a reunir obras musicales inspiradas en la emblemática obra maestra del Manco de Lepanto, en todos los idiomas, impresas y manuscritas, arrancando una tradición que aún hoy se mantiene y que aún hoy cuenta con una colección única en el mundo.

   Según cuentan los archivos, casi cada día llegaban nuevos manuales de teoría y práctica, biografías de músicos, o referencias musicales que permitieron que su primer catálogo impreso en 1922 presumiese de 3.000 partituras. Muchas de ellas, que siguen en la Biblioteca, se deben a las generosas donaciones de personalidades como la infanta Isabel de Borbón o los condes de Sástago; músicos como Tomás Bretón, Rogelio del Villar, Luisa García Rubio o José de Roda; e instituciones como el Círculo de Bellas Artes, la Orquesta Sinfónica de Madrid o la Academia de Bellas Artes. Con el tiempo, se han ido sumando nuevas donaciones y adquisiciones hasta alcanzar el patrimonio actual de más de 90.000 piezas musicales. Pero el académico quería más, y pensando en los amantes de la música con escasos recursos económicos, dejó a todos atónitos al proponer un servicio tan sencillo como innovador: el préstamo de instrumentos a domicilio.

   En 1932, arrancó este servicio pionero en España, único en Europa, y aún hoy uno de sus mayores atractivos con unos 300 instrumentos disponibles, por el que cualquier vecino de Madrid, estudiante de música, podía disponer de violines, violonchelos, trompetas, clarinetes o guitarras, para su uso y disfrute momentáneo. La preocupación de Espinós era evidente como lo explicó en el prólogo del catálogo que la Biblioteca publicó en 1946: “Hay que evitar que una vocación artística o el afán de alcanzar un noble medio de vivir, puedan verse estrangulados por la miseria”.

   Año tras año, las estanterías se fueron llenando, y con un público cada vez mayor, fueron surgieron nuevas iniciativas como la conservación de instrumentos raros o piezas especiales, que hoy supone una increíble colección que incluye juguetes, rollos de pianola, batutas de músicos famosos, partituras firmadas por grandes como Stravinsky, programas de conciertos de finales del siglo XIX, y claro está, verdaderas piezas de coleccionista que en muchos casos fueron obsequios de lo más emotivos o generosos, como el órgano de ensayo o pipetone, que utilizaba en sus viajes la soprano Ofelia Nieto (1898-1931) y que cedió su hermana; una guitarra de Julián Llorente de 1885, donada más de 1 siglo después por la familia Chávarri; una guitarra lira anónima perteneciente a la corte de Alfonso de Borbón, que también regaló un curioso armonio de pedal -un instrumento de viento con teclado patentado en la década de 1840 por el francés Alexandre Debain y destinado por su tamaño y ligereza a las mujeres-; o una guitarra Santos Hernández de 1928, entregada por el guitarrista español Andrés Segovia (1893-1987), padre del movimiento moderno de la guitarra clásica.

   En 1940, cuando Espinós se jubiló, dejó en manos de su hija Juana la dirección de la Biblioteca que 2 décadas después volvió a adelantarse a su tiempo al ofrecer por primera vez en Madrid una fonoteca donde el público podía ir a escuchar sus discos favoritos. Más tarde sumaría las cabinas de ensayo gratuitas para que profesionales y aficionados pudieran dejar volar su imaginación. En 1987, la Biblioteca Musical Víctor Espinós se trasladó a su sede actual, en la zona norte del Cuartel del Conde Duque, levantado en 1717 por orden de Felipe V para albergar a la Real Guardia de Corps, y donde comparte espacio con la Biblioteca Pública de Conde Duque.

                                       (De Lidia Martín, el 17 de noviembre de 2015)

Referencias útiles:
BiBLiOTECA MUSiCAL VíCTOR ESPiNÓS
En el espacio cultural Conde Duque
Calle Conde Duque, 9-11
28015 Madrid
915 885 753
M San Bernardo / Noviciado / Plaza de España / Ventura Rodríguez

Horario: de Lunes a Viernes, de 8h30 a 21h

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