Priscilla es el único autobús, con nombre de mujer, capaz de convertir una dura travesía por el desierto (australiano) en un paseo de luz y de color hacia la verdad que se esconde detrás del espejo: el amor a un hijo para uno, a un hombre para otro y a la vida para los 3 protagonistas de la entrañable road movie, que escribió y dirigió Stephan Elliot en 1994, con un ridículo presupuesto (que no le impidió ganar el Oscar al Mejor Vestuario). Hoy, Jueves 02 de octubre de 2014, exactamente 20 años después del estreno de la película en EE.UU., el espectacular musical de Broadway, “Priscilla, La Reina del Desierto” se instala por vez primera en Madrid.

   Anthony (o Mitzi del Bra en el escenario), Adam (o Felicia Jollygoodfellow) -dos gays opuestos entre sí- y Bernadette -un transexual viudo-, se ganan la vida como divas transformistas en Sídney. Un contrato remitido por la sala de fiestas de un lejano hotel de Alice Springs les exige cruzar el inhóspito continente oceánico en ese bus kitch a más no poder, donde las búsquedas personales se apiñan en un vaivén emocional de frenazos y arrancadas, parecido al del polvo y la arena en las dunas movedizas.

   Los tres universos del hombre maduro que sigue sin dar consigo mismo, del joven prepotente que ignora más de lo que cree saber, y del sabio añoso que se conforma con encontrar compañía para disfrutar del resto de su vida como si no hubiera un mañana, se juntan para emprender un viaje sin vuelta atrás posible en un trole-camerino, abanderado en plata. De camino hacia su destino, durante las paradas obligadas en medio de un paisaje tan escandalosamente bello en su aridez como cruel, les acogen mejor las tribus aborígenes que los heteros homófonos de la Australia profunda. Pero, a pesar de todo, el viaje valió la pena y pondrá a todo el mundo en su sitio... en el escenario de sus vidas.

   La película tardó un suspiro en convertirse en un icono para las reivindicaciones de un colectivo tan desigualmente tratado, incluso en nuestros días, como es el LGTB.  Sin frivolizar ni caricaturar el mundo Drag-Queen, Priscilla es un título indispensable en decálogos como “Las 10 películas gays que has de ver antes de morir” o “Los títulos que te ayudarán a salir del armario, sin que tus papás te lleven a terapia”; y que, desde entonces, es también el nombre de pila de una infinidad de clubs de alterne. 

   Además de la impecable psicología de sus personajes y de sus diálogos de antología, la historia de “Priscilla” es un nido de himnos “feelgood” gracias a Madonna, Gloria Gaynor, Village People, Abba, Lena Horne, CeCe Peniston o Patti Page. Y, mientras la comunidad LGTB empezó a oír de otra manera aquellas pegadizas canciones, sus intérpretes pasaron a formar parte del olimpo de la bandera arcoiris. 

   “Priscilla” nació sin fecha de caducidad. Hoy en día, no hay desfile del Orgullo gay que no reproduzca los brillantes atavíos de sus protagonistas, ni carroza que no luzca un zapato gigante de plataforma, forrado en purpurina. Tanto en su versión cinematográfica como musical, su historia es tierna, enloquecida, divertida y, sobre todo, necesaria. Un regocijo para los simpatizantes, y una fábula con moraleja para los ojos medio opacos aun recuperables, pero contraindicada para quienes quieran seguir levantando el venenoso cáliz de la cerrazón mental. Abstenerse de intentar ridiculizar a sus protagonistas, porque saldrán escaldados.

   El corazón de Priscilla es universal, que late unas veces firme y otras asustado, bajo el relleno artificial de las copas huecas de sus sostenes de fiesta; que desprende ternura y ganas de vivir en medias de colores o acampanados perniles, con un quintal de maquillaje, el contoneo de esos abultados pubis, y algún que otro endemoniado tropezón, necesario para que el salto inmediato, toque aun más alto. 

   “Priscilla” se oye, se canta y se baila. Entonces, si “tu plan es bailar hasta que todo se solucione”, ¡nos veremos en “Priscilla, La Reina del Desierto” y de la noche...

PD: El vehículo de la función, que también rodó por los escenarios londinenses, es una réplica exacta de los autobuses australianos robotizada, que precisa de 25 motores y 50 ordenadores para arrancar. Mientras Priscilla agita sus brillos entre polvo y arena delante de las 1240 butacas del Nuevo Teatro Alcalá, entre bastidores pasan muchas cosas: 40 artistas y 5 sastres controlan los 220 cambios del elenco, a 45 revoluciones por minuto, como en las gramolas. 500 atuendos, 200 pelucones a cual más extravagante, a prueba de cervicales de acero. Lentejuelas por aquí, plumas, strass, lycras, y esas plataformas sobre las que bailan divinamente…

                                              (De Sol Alonso, el 02 de octubre de 2014)

Referencias útiles:
MUSiCAL PRiSCiLLA, REiNA DEL DESiERTO

¿CUÁNDO? A partir del Jueves 02 de octubre de 2014, a las 21h (de Martes a Jueves, a las 20h30; los Sábados y Domingos, a las 18h y a las 22h; y los Domingos, a las 18h).

¿DÓNDE? En el Nuevo Teatro Alcalá
Calle de Jorge Juan, 62
28009 Madrid
M Goya / Príncipe de Vergara

¿CUÁNTO? A partir de 20 euros. 

Para saberlo todo sobre el musical de PRiSCiLLA EL MUSiCAL, conéctate a su web, su Facebook y su Twitter.

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