Desde el paleolítico, el ser humano ha tenido y sentido la necesidad de transportar sus pertenencias y, por consiguiente, su equipaje ha ido evolucionado en función de sus necesidades, del medio de transporte utilizado y de los progresos técnicos y sociales de la humanidad. Crónica sentimental del bagaje, desde sus orígenes hasta las (pos)modernas apps, que nos permiten hacer la maleta sin tener que sentarnos encima para cerrarla. 

EL BOLSO
   Los orígenes del bolso, que hoy en día constituye un complemento indispensable para la mujer y sumamente importante en la historia de la moda, se pierden en el tiempo. Sin embargo, aunque apenas figure en pinturas, esculturas o grabados, se puede deducir que hay que remontar a la prehistoria para dar con su “inventor”. En efecto, desde que el ser humano tiene uso de razón para cazar, ha tenido que ingeniárselas para transportar sus víveres y bártulos en bolsas, hechas -se supone- con hojas de árboles o pieles de animales y atadas a la cintura, en equilibrio sobre la cabeza o sujetas a un palo para tener las manos libres en caso de tener que defenderse.

   Tras cruzar el Mediterráneo, los primeros nómadas, cazadores-recolectores, llegaron a Europa Occidental con sus enseres, entre los cuales, se encontraban agujas primitivas (de piedra o hueso con ojo), que nos permiten pensar que ya sabían remendar prendas y reparar sus bolsas. A partir de ese momento, es de suponer que, al ser cada vez más pesadas, las bolsas pasaron a llevarse en los hombros para repartir mejor el peso. 

LA MOCHiLA
   Se piensa que la mochila prehistórica, que poco tenía que ver sin duda con la que usamos hoy en día, debió de caer en desuso durante la “(R)evolución neolítica”, que tuvo lugar hace 9.000 años gracias a la domesticación de las plantas y los animales por los hombres, que pasaron de ser nómadas a sedentarios y de tener una economía recolectora a productora. Pero sabemos con certeza que resurgió en el antiguo Egipto, gracias a la estatuilla de madera, encontrada en 1894, en la tumba de Niankpepi en Meir. Conocida bajo el nombre de “El porteador de la mochila”, representa a un hombre anónimo con una elegante mochila en la espalda y un precioso cestito en brazos, que encaja con la temática tradicional del portador de suministros (enseres, alimentos y ofrendas), una figura recurrente durante la Dinastía VI de Egipto (2345-2190 a.C.).

   Siglos después, los fenicios (entre los siglos X y V a.C.) se ganaron, con razón, el apodo de “portadores de la civilización” por exportar su cultura y las costumbres de su pueblo, mediante objetos diversos, que transportaban -como no- en bolsos y mochilas y que iban dejando a modo de souvenirs (a la inversa) en los lugares del Mediterráneo por los que viajaban.

   Pero el verdadero boom de la mochila llegó de la mano del Ejército romano. Gracias a los denominados lóculos de cuero (de piel de cabra o de becerro), bien ajustados en la espalda, los soldados rasos de las Centurias podían transportar todas las herramientas necesarias para levantar rápidamente los campamentos así como construir puentes, acueductos y calzadas. A partir de entonces, las mochilas o macutos formarían parte del uniforme de rigor de la infantería hasta convertirse en la seña de identidad de cada uno de los ejércitos, que no tardaron en customizarlas. Y las guerras harían el resto, impulsando e imponiendo a lo largo de los siglos los diferentes avances tanto en materiales como en formas y capacidades, que aprovecharían los atrevidos exploradores del siglo XX.

   Finalmente, la invención de la estructura metálica en 1936, patentada por los hermanos Lafuma, revolucionó y democratizó el uso de la mochilas, que tanto los primeros veraneantes como los alpinistas adoptaron como fiel compañero de viaje o de expedición. Hoy en día, la mochila es un clásico, que la maleta ¿nunca conseguirá destronar?

LA MALETA
   Como otras muchas palabras de la lengua española, la voz “maleta” nos viene del francés. Diminutivo de “malle” (“baúl”), la “malette” entró en nuestras vidas para permitirnos salir de nuestras casas. Pero, más allá del origen histórico, la etimología nos revela también el origen social de los dueños de un objeto, ideado en el siglo XIX, en plena Revolución industrial. En efecto, al compararla por defecto al baúl -el equipaje de lujo por excelencia de las clases altas-, la maleta se convirtió en una metáfora lingüística de la lucha de clases.

   Mientras la clase pudiente trasladaba sus pertenencias en arcas o baúles de madera, que sus chóferes y sirvientes subían al barco o al tren y el botones a su suite, la maleta -de uso exclusivo de la gente humilde, empezó a viajar en tercera clase. Entre 1840 y 1930, como fiel testigo silencioso de las grandes olas migratorias hacia América, acompañó a millones de personas anónimas en busca de aventura, fortuna y libertad.

   Su destino cambió a mediados del siglo XX con la generalización de las denominadas vacaciones pagadas y el consiguiente boom turístico de los 60. Las firmas especializadas en equipaje, desde Samsonite (creado en 1910) al inconfundible Luis Vuitton desde 1854, empezaron a interesarse por la clase media o las masas para fabricar un equipaje a la medida de sus necesidades y bolsillo. Sin embargo, nunca pensaron en la rueda -que como todo el mundo sabe constituye uno de los grandes avances de la Humanidad- para facilitar su manejo.

   Menos mal que, en 1970, Bernard Sadow, cargado con dos pesados maletones, en un aeropuerto de Puerto Rico con la family, se fijó en un tipo que trasladaba una máquina sobre un patín con ruedas. Al día siguiente, de vuelta al trabajo en su pequeña fábrica de maletas de Massachusetts, colocó una gran maleta de viaje sobre una plataforma, improvisó una correa y se paseó por la oficina con su invento, que patentó al minuto. Pero habría que esperar 2 décadas más para que el equipaje rodante pasara de 4 a 2 ruedas y que se inventara el mando retráctil, gracias al piloto de Northwest Airways, Bob Plath, y otra más para que su uso se generalizara. 

   Definitivamente, dime con qué equipaje viajas y te diré quien eres.

PD (nº1) especial Bolso: Para saberlo todo sobre el bolso, puedes visitar el MUSEO ViRTUAL DEL BOLSO (también en Facebook y Twitter), fruto de 20 años de investigación realizada por José María Amat Amer, fundador del Museo del Calzado de Elda (Alicante). 

PD (nº2) especial Mochila: Por lo que se ve, la mochila está más que nunca de moda. Ha salido de los colegios y gimnasios para tomar plazas y fiestas. Entonces, ¿por qué no customizarla?

PD (nº3) especial Maleta:
(1) Si, cuando te vas (y regresas) de vacaciones, siempre olvidas algo o, al contrario, te sobra ropa, existen apps para hacer la maleta, que te permitirán planearlo todo hasta el más mínimo detalle, como  Closet+, Stylebook, Suitcase o Travel List, entre muchas otras.

(2) El pasado mes de mayo, un granjero chino de la provincia de Hunan patentó la maleta-vespa, que puede llevar hasta 2 personas y sus enseres hasta el aeropuerto. No sabemos si pasó la iTV.

(3) Algunas maletas famosas:
- La Maleta de Agustí Centelles (1909-1985). En enero de 1939, ante el imparable avance de las tropas franquistas, el fotoperiodista, nacido en Valencia pero afincado en Barcelona, clasificó y empaquetó sus archivos fotográficos así como los de las Segunda República para llevárselos en el exilio. Después de vivir 4 años en la ciudad gala de Carcasona, regresó discretamente a la Ciudad Condal en 1944. Y, nada más morir Franco, viajó a Francia para recuperar sus archivos fotográficos, que había escondido treinta y dos años antes, en una maleta, en la granja en la que se había alojado durante la Segunda Guerra Mundial. 

- Considerada perdida desde 1939,  la denominada “Maleta mejicana” de Robert Capa, que era realmente un conjunto de 3 cajas, que contenían 4.500 negativos del trabajo realizado, durante la guerra (in)civil española, por el famoso reportero de guerra y fotoperiodista húngaro junto con Chim (David Seymour) y Gerda Taro, reapareció en 2007 en la ciudad de México.

- Y, más recientemente, La Maleta de PortBou (también en Facebook y Twitter). una revista bimestral de humanidades y economía, que recibe su nombre en memoria a Walter Benjamin, que se suicidó en Portbou en 1940, cuando huía de la persecución nazi. El poeta quiso lanzar una revista de pensamiento, Angelus Novus, que nunca llegó a nacer.

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