Suena el despertador, ay no, perdón, que estamos de vacaciones…. Amanece, una mujer se despierta porque sí, se despereza suavemente, alza la vista y, en su horizonte, nada de edificios, tráfico y contaminación, sino una playa imponente que la espera. Desde su cama se imagina como Brooke Shields o Bo Derek recién salidas del agua. Emocionada, se levanta y ¡zas! su reflejo en el cristal de la ventana le da los buenos días. ¡Bienvenida a la realidad! Porque el mar, aunque nos guste, es difícil de llevar y, por amor propio, elegancia, o para que tu ligue no huya, aquí tienes las 7 claves para salir airosa de un día de playa.

(1) LA VESTiMENTA
No sé quién se empeña en afirmar que en verano vestimos mejor. Obviando los cuerpazos, que lucen igual en cualquier mes, esta época deja poco trabajo a la imaginación, y hay veces que no es necesario alegrar tanto la vista. ¿Y el color? Cuanto más chillón mejor, ¿y los flúor?, ¿y las gafas de espejo?, vale que dan vida, pero somos una diana andante, y con tanto reflejo corremos el riesgo de desviar un barco o ser confundidos con una boya, flotando y brillando en alta mar.

¿Nuestra apuesta? Optar por la sencillez con básicos de prendas vaqueras -minifalda o pantalón corto-, camisa o camiseta blanca, gafas de sol discretas, chanclas y cesta de playa.

(2) LA PiEL
Nuestra dermis ve la luz por primera vez, en mucho tiempo. Está al descubierto, sin máscaras ni maquillajes que disimulen nuestras humanas imperfecciones, aunque siempre hay quien se empeña en ir maquillada, sin ofender, como una puerta debajo del agua... Si es tu caso, mejor sé discreta y usa siempre productos waterproof, que hayas probado a conciencia en casa. ¿O quieres ser socorrida al confundir tu rímel con una tragedia? Con o sin maquillaje hazte con un pequeño arsenal de potingues adaptados a los nuevos tiempos. Sol, sudor y arena serán los factores a tener en cuenta para modificar tu rutina de belleza. Y, sobre todo, usa y abusa del protector solar, renovándolo cada poco, porque un factor alto no significa olvidar la crema por el resto del día, a no ser, claro, que quieras emular al carabinero que luce en tu paella.

¿Nuestra apuesta? Proteger, proteger y proteger. Sustituir la crema por un gel, prescindir de maquillaje, o, al menos, apostar por fórmulas más ligeras y, por supuesto, prestar la atención que merece nuestro cuerpo, con hidratantes, aceites, cremas solares y anticelulíticos, pero todo a su debido momento, no te vayas a echar un ungüento adelgazante a pleno sol y morir achicharrada o cubrirte de aceite y volver a casa frita cual croqueta de arena.

(3) EL PELO
¿Dónde ha quedado esa melena lisa y brillante que flotaba con la contaminación madrileña? En la playa, nuestro pelo se encrespa, se quema con el sol, la humedad devuelve a los rizos su esplendor y ondula hasta la cabellera más lacia. El astro rey, el viento, el cloro de las piscinas y la sal tampoco ayudan. Cubiertas de arena, con el flequillo como el peor enemigo y soñando con las perfectas ondas surferas, tenemos que conformarnos con sumergirnos en el agua para domar los mechones rebeldes. Pero ojo, que una ola inesperada puede revolvernos de tal manera que parezca que llevamos peluca o una medusa por melena.

¿Nuestra apuesta? Recoger el pelo para bañarnos y cepillarlo siempre al salir del agua. Protegerlo con productos específicos, sobre todo si tiene coloración -a no ser que te guste el verde-, y usar sombrero -con moderación para dejar que el cabello respire- y evitar dolores y posteriores quebraderos de cabeza. Después de la jornada marítima, hidratar bien, porque al igual que la piel, el pelo también sufre con las radiaciones.

(5) LA POSE
Si hubiera un protocolo playero a seguir, saltarían continuamente las alarmas. Sabemos que el tiempo de vacaciones es tiempo de relax, pero, por favor, guardemos la compostura. Coloca bien el libro para que los chicos a los que miras no se den cuenta de tu indiscreción. Antes de hacer un repaso a tu nueva amiga, comprueba que tras esas gafas de sol realmente no se ven tus ojos. La playa no es un centro de estética, ¡ni extracciones ni depilaciones! Puedes jugar a las palas pero no me seas Kate Upton y elige el bikini adecuado. Si crees que vas a caer dormida adopta una postura que no te vaya a traicionar. Tumbada sí, espatarrada no. En caso de acudir a una cala nudista, relaja pero controla.

(6) LA SOMBRiLLA
Por mucha pereza que te dé, será tu gran aliada. Con ella marcarás territorio, protegerás tu piel y tu pelo de un exceso de sol y por qué no, podrás echarte las mejores siestas. ¡Importante! Elige un parasol que puedas reconocer fácilmente al salir del agua, para no andar perdida por la orilla como si buscaras a tu mamá. Ensaya tu técnica de montaje y fíjate en los trucos de los autóctonos para que un posible golpe de viento no haga volar tu sombrilla y tu dignidad. Asegúrate de escuchar el click al abrirla o podrás ser engullida ante el asombro de tus vecinos de arena. Y sobre todo, si ves a alguien muy quemado, acurrúcate en tu toalla y disfruta, la sombra cuesta y tú, esta vez, te lo has montado muuuuuy bien.

(7) LA FAMiLiA
Los amigos se eligen, la familia no, así que diviértete y olvida el qué dirán. Aguanta estoicamente los comentarios de tus tías sobre tu figura. Juega con tus sobrinos aunque los niños siempre digan la verdad y duela. Alegra a tu madre comiendo de todo sin rechistar y deja la dieta para otro día porque, total, seguro que luego una cerveza cae. Si decides ir al agua, asume las aguadillas. Y, si tu famlia política es del sur, observa y aprende de esas proles que llevan de todo para estar en la playa como en su salón. Puede que te mareen y que te den guerra, puede que entre cabezada y cabezada sueñes con niños afónicos y que el humo de su barbacoa te nuble hasta la vista, pero como en casa, en ningún sitio.

   ¡Feliz día en la playa!

                                          (De Lidia Martín, el 10 de agosto de 2014)

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