(Mi PETiT) HOMENAJE A LOU REED
(Mi PETiT) HOMENAJE A LOU REED
Hoy, hace 1 año, la mañana del domingo 27 de octubre de 2013, mientras miraba a los árboles practicando la posición 21 del Tai Chi, el músico, pintor, fotógrafo, poeta y revolucionario, Lou Reed (1942-2013) dejó el mundo, según su mujer, la artista Laurie Anderson, consciente del paso que daba, iluminado de dicha y sin consentir lágrimas en su funeral. Cuesta pensar en tanta serenidad para un genio que arrasó con unas letras que hicieron protagonistas -por primera vez en el rock- a prostitutas, travestis y marginales; que durante décadas encontró en la droga a su mejor aliada; que, con sólo 14 años, recibió terapia de electroshock en un desesperado intento de sus padres por “curar” sus tendencias bisexuales; que puso nombre y apellidos al rock más alternativo y experimental; que convirtió a la banda The Velvet Undergorund, a pesar de sus escasas ventas, en un icono que le sobrevive; y cuyo carácter, aunque pulido con los años, dejó a más de uno tieso en su sitio. La música y la edad amansaron a la fiera y hoy, es probable que su energía se sienta entre los nostálgicos que pinchen uno de sus discos, y entre los suyos, atentos al baile de los árboles de su jardín.
Lewis Allan Reed nació el 02 de marzo de 1942 en Brooklyn, en el seno de una familia judía, que pronto se mudó a Long Island. Y así empezó la relación de amor odio del pequeño Lou con la ciudad de Nueva York, que el artista plasmaría en sus canciones dejando ver el lado menos amable de la Gran Manzana. Si el niño nunca renegó de sus orígenes, pronto afirmó, para disgusto de sus padres, que su dios era el Rock and Roll, y que lo más importante de su religión era tocar la guitarra. Aprendió escuchando la radio y, antes de los 20, ya había puesto a prueba su talento en varias bandas e incluso había grabado un single al estilo doo wop (nuestro du duá) a tope de gomina y beisbolera. Pero los 60 y la Universidad de Siracusa cambiaron su rumbo.
Lo suyo era el periodismo, la dirección de cine y la escritura creativa. En solo 1 año se puso al frente de un programa de radio donde pinchaba sin parar Jazz, Rythm and blues y más doo wop, pero fue la amistad con su profesor, poeta y escritor, Delmore Schwartz, que le daba clases de escritura creativa y al que Reed admiraba como sólo se puede hacer a esa edad, el que marcó su futuro. Su maestro le animó a escribir y el músico se lo tomó tan en serio que se puso como objetivo, nada más y nada menos, crear la Gran novela americana en forma de disco.
Música y literatura eran sus fuertes y sus más acertadas formas de expresión. De hecho, uno de sus primeros trabajos remunerados fue escribiendo canciones para otros en la compañía Pickwick Records. De ahí, y gracias al pequeño éxito de su tema “The Ostrich” (“El avestruz”), en 1964 nació The Velvet Underground junto al galés John Cale y los americanos Sterling Morrison y Angus MacLise a la batería, pero para poco tiempo ya que el percusionista abandonó la banda al sentir que vendían su alma cuando empezaron a cobrar en los conciertos; y, en su lugar, llegó una mujer, Maureen Tucker. Por entonces, Reed componía, cantaba, tocaba la guitarra y sobre todo, había despertado el interés de Andy Warhol.
Rápidamente el artista plástico se convirtió en el mentor de Lou, en su más importante fuente de inspiración y en su nuevo manager, que le mostró nuevos y desconocidos mundos. La banda pasó a ser la invitada de honor del estudio The Factory y de las performances Exploding Plastic Inevitable. Sin embargo, el tan esperado éxito no llegó y la sugerencia de Warhol, hecha realidad, de poner como cantante a su querida amiga y modelo alemana, Nico, fue el principio del fin. A pesar de la reticencia de Reed, la nueva formación llegó a grabar algunos temas que, hoy, son de los más idolatrados. Pero, en 1970, Lou abandonó definitivamente el grupo a su suerte, que se disolvió en 1973 -sin poder imaginar que, en 1990, al cumplirse 3 años de la muerte de Warhol, volverían a reunirse para rendirle homenaje-.
Después de esa experiencia ¿traumática?, Reed, a punto de cumplir los 30, decidió pasar un “año sabático” investigando otra de sus artes, la pintura, mientras, para ganarse la vida, trabajaba como mecanógrafo en la empresa de contabilidad de su padre. Una oferta de la compañía RCA le hizo volver de la tecla a la cuerda para grabar su primer disco en solitario con versiones alternativas de la Velvet Undergroud, que pasaron sin pena ni gloria. Ante el fracaso, Reed se reinventó y, a finales de 1972, sin indicaciones de nadie, sacó “Transformer”, su primer gran álbum, producido por un jovencísimo David Bowie en plena exaltación del Glam, y que unos años antes, en 1969, se había lanzado al estrellato con su sencillo “Space Oddity”. El nuevo trabajo de Lou contenía algunos de los temas que hoy son himnos, desde “Walk on the wild side”, en un claro homenaje a la “fauna” warholiana a “Perfect Day”, que muchos consideran un canto a la heroína.
Su siguiente trabajo, “Berlin” (1973), mucho más sombrío y con el fondo de la historia de amor de dos drogadictos en la capital alemana, sacó a Reed del camino de baldosas amarillas del estrellato, al apostar por la dureza de un mundo del que era testigo. Si el público no estaba preparado para escuchar temas sobre violencia, prostitución, adulterio, drogas o suicidio, sus textos sobre lo que hasta entonces nadie había hablado, su peculiar voz y su refinamiento literario que compensaba nasalidad con poesía, fueron precisamente una de sus grandes aportaciones a la música.
Su personalidad estaba más que demostrada, no había quien le tosiera y cuando en 1975 su discográfica quiso usar el tirón de “Transformer” y le pidió un sonido similar, la respuesta de Reed fue inmediata: abandonó la compañía y sacó al mercado “Metal Machine Music” con un sonido tan distorsionado y alejado de lo que le habían encargado que algunos incluso pensaron que era una broma.
La siguiente década trajo una nueva vida para el compositor. Atrás quedaron su imagen decadente -fingida o no-, sus escarceos con la heroína y su declarada homosexualidad, para dar paso a su primer matrimonio con la diseñadora británica Sylvia Morales. Durante los 80, con casi un disco por año, Lou siguió gritando al mundo a través de su música. Pero, justo antes de entrar en la década de los 90, se separó de Morales y comenzó a amar a otra mujer.
Con Laurie Anderson -que le acompañó hasta el final de sus días-, empezaron las largas charlas, la meditación y 3 reglas básicas en su vida: no tener miedo de nadie; activar un detector de sandeces y mentiras; y ser amable y abierto a un mundo en el que amar todo y a todos. Con estas premisas, llegaron sus reflexiones sobre la muerte en “Magic and Loss” en 1992; otras sobre la obra de Edgar Allan Poe en su disco, titulado -como no- “The Raven”, en 2003; y sus pensamientos sobre la meditación, el Tai Chi y el yoga hechos canciones en su último trabajo en solitario “Hudson River Wind Meditations” en 2007. Paralelamente. Lou Reed también colaboró con grupos como The Raconteurs, The Killers o Gorillaz, y con Metallica, que puso el broche musical a su carrera con el álbum “Lulu” en 2010.
El domingo 27 de octubre de 2013, Lou Reed, que hacía unos meses se había sometido sin éxito a un trasplante de hígado, salió al porche de su casa de South Hampton para disfrutar de la mañana y “Llévame a la luz” fueron sus últimas palabras. Durante los 49 días siguientes, su mujer y amigos realizaron las oraciones de powa, enseñadas por su maestro budista, para ayudarle en su tránsito. Y, cada domingo de ese mes y medio, se reunieron para recordar todo lo bueno que les había dado. Porque más allá de la música, hubo un hijo, un hermano, un amigo y un marido, que regaló a muchos el empujón necesario para hacer aquello que les produjese una sensación que él adoraba, la de tener los pelos como escarpias, la piel de gallina, el escalofrío en el cuerpo, al notar que uno va caminando por el lado más salvaje de la vida.
PD (nº1) económica: En menos de 1 año, el patrimonio del artista ha aumentado en más de 12 millones de euros gracias a los derechos de autor, que tras su muerte, han heredado su hermana, su anciana madre y su esposa Laurie Anderson.
PD (nº2) anecdótica: En 1978, una ilustración del autor español Nazario fue usada para la portada del álbum "Live: Take no prisoners" de Lou Reed, sin comunicación ni consentimiento. El enfado duró hasta que en el año 2000 un juicio le dio la razón al padre del cómic underground nacional.
PD (nº3) curiosa: El documental sobre Lou Reed titulado “Rock and Roll Heart”, estrenado en Sundance en 1998, recibió un premio Grammy como el mejor video musical de larga duración
(De Lidia Martín, el 27 de octubre de 2014)
Referencias útiles:
Para seguir los pasos (re)creativos póstumos de LOU REED, conéctate a su web iN MEMORiAM, su Facebook y su Twitter.
[Volver a Mi Petit Discoteca, Callejero o Blogosfera]
Hoy, hace 1 año, la mañana del domingo 27 de octubre de 2013, mientras miraba a los árboles practicando la posición 21 del Tai Chi, el músico, pintor, fotógrafo, poeta y revolucionario, Lou Reed (1942-2013) dejó el mundo, según su mujer, la artista Laurie Anderson, consciente del paso que daba, iluminado de dicha y sin consentir lágrimas en su funeral. Cuesta pensar en tanta serenidad para un genio que arrasó con unas letras que hicieron protagonistas -por primera vez en el rock- a prostitutas, travestis y marginales; que durante décadas encontró en la droga a su mejor aliada; que, con sólo 14 años, recibió terapia de electroshock en un desesperado intento de sus padres por “curar” sus tendencias bisexuales; que puso nombre y apellidos al rock más alternativo y experimental; que convirtió a la banda The Velvet Undergorund, a pesar de sus escasas ventas, en un icono que le sobrevive; y cuyo carácter, aunque pulido con los años, dejó a más de uno tieso en su sitio. La música y la edad amansaron a la fiera y hoy, es probable que su energía se sienta entre los nostálgicos que pinchen uno de sus discos, y entre los suyos, atentos al baile de los árboles de su jardín.
Lewis Allan Reed nació el 02 de marzo de 1942 en Brooklyn, en el seno de una familia judía, que pronto se mudó a Long Island. Y así empezó la relación de amor odio del pequeño Lou con la ciudad de Nueva York, que el artista plasmaría en sus canciones dejando ver el lado menos amable de la Gran Manzana. Si el niño nunca renegó de sus orígenes, pronto afirmó, para disgusto de sus padres, que su dios era el Rock and Roll, y que lo más importante de su religión era tocar la guitarra. Aprendió escuchando la radio y, antes de los 20, ya había puesto a prueba su talento en varias bandas e incluso había grabado un single al estilo doo wop (nuestro du duá) a tope de gomina y beisbolera. Pero los 60 y la Universidad de Siracusa cambiaron su rumbo.
Lo suyo era el periodismo, la dirección de cine y la escritura creativa. En solo 1 año se puso al frente de un programa de radio donde pinchaba sin parar Jazz, Rythm and blues y más doo wop, pero fue la amistad con su profesor, poeta y escritor, Delmore Schwartz, que le daba clases de escritura creativa y al que Reed admiraba como sólo se puede hacer a esa edad, el que marcó su futuro. Su maestro le animó a escribir y el músico se lo tomó tan en serio que se puso como objetivo, nada más y nada menos, crear la Gran novela americana en forma de disco.
Música y literatura eran sus fuertes y sus más acertadas formas de expresión. De hecho, uno de sus primeros trabajos remunerados fue escribiendo canciones para otros en la compañía Pickwick Records. De ahí, y gracias al pequeño éxito de su tema “The Ostrich” (“El avestruz”), en 1964 nació The Velvet Underground junto al galés John Cale y los americanos Sterling Morrison y Angus MacLise a la batería, pero para poco tiempo ya que el percusionista abandonó la banda al sentir que vendían su alma cuando empezaron a cobrar en los conciertos; y, en su lugar, llegó una mujer, Maureen Tucker. Por entonces, Reed componía, cantaba, tocaba la guitarra y sobre todo, había despertado el interés de Andy Warhol.
Rápidamente el artista plástico se convirtió en el mentor de Lou, en su más importante fuente de inspiración y en su nuevo manager, que le mostró nuevos y desconocidos mundos. La banda pasó a ser la invitada de honor del estudio The Factory y de las performances Exploding Plastic Inevitable. Sin embargo, el tan esperado éxito no llegó y la sugerencia de Warhol, hecha realidad, de poner como cantante a su querida amiga y modelo alemana, Nico, fue el principio del fin. A pesar de la reticencia de Reed, la nueva formación llegó a grabar algunos temas que, hoy, son de los más idolatrados. Pero, en 1970, Lou abandonó definitivamente el grupo a su suerte, que se disolvió en 1973 -sin poder imaginar que, en 1990, al cumplirse 3 años de la muerte de Warhol, volverían a reunirse para rendirle homenaje-.
Después de esa experiencia ¿traumática?, Reed, a punto de cumplir los 30, decidió pasar un “año sabático” investigando otra de sus artes, la pintura, mientras, para ganarse la vida, trabajaba como mecanógrafo en la empresa de contabilidad de su padre. Una oferta de la compañía RCA le hizo volver de la tecla a la cuerda para grabar su primer disco en solitario con versiones alternativas de la Velvet Undergroud, que pasaron sin pena ni gloria. Ante el fracaso, Reed se reinventó y, a finales de 1972, sin indicaciones de nadie, sacó “Transformer”, su primer gran álbum, producido por un jovencísimo David Bowie en plena exaltación del Glam, y que unos años antes, en 1969, se había lanzado al estrellato con su sencillo “Space Oddity”. El nuevo trabajo de Lou contenía algunos de los temas que hoy son himnos, desde “Walk on the wild side”, en un claro homenaje a la “fauna” warholiana a “Perfect Day”, que muchos consideran un canto a la heroína.
Su siguiente trabajo, “Berlin” (1973), mucho más sombrío y con el fondo de la historia de amor de dos drogadictos en la capital alemana, sacó a Reed del camino de baldosas amarillas del estrellato, al apostar por la dureza de un mundo del que era testigo. Si el público no estaba preparado para escuchar temas sobre violencia, prostitución, adulterio, drogas o suicidio, sus textos sobre lo que hasta entonces nadie había hablado, su peculiar voz y su refinamiento literario que compensaba nasalidad con poesía, fueron precisamente una de sus grandes aportaciones a la música.
Su personalidad estaba más que demostrada, no había quien le tosiera y cuando en 1975 su discográfica quiso usar el tirón de “Transformer” y le pidió un sonido similar, la respuesta de Reed fue inmediata: abandonó la compañía y sacó al mercado “Metal Machine Music” con un sonido tan distorsionado y alejado de lo que le habían encargado que algunos incluso pensaron que era una broma.
La siguiente década trajo una nueva vida para el compositor. Atrás quedaron su imagen decadente -fingida o no-, sus escarceos con la heroína y su declarada homosexualidad, para dar paso a su primer matrimonio con la diseñadora británica Sylvia Morales. Durante los 80, con casi un disco por año, Lou siguió gritando al mundo a través de su música. Pero, justo antes de entrar en la década de los 90, se separó de Morales y comenzó a amar a otra mujer.
Con Laurie Anderson -que le acompañó hasta el final de sus días-, empezaron las largas charlas, la meditación y 3 reglas básicas en su vida: no tener miedo de nadie; activar un detector de sandeces y mentiras; y ser amable y abierto a un mundo en el que amar todo y a todos. Con estas premisas, llegaron sus reflexiones sobre la muerte en “Magic and Loss” en 1992; otras sobre la obra de Edgar Allan Poe en su disco, titulado -como no- “The Raven”, en 2003; y sus pensamientos sobre la meditación, el Tai Chi y el yoga hechos canciones en su último trabajo en solitario “Hudson River Wind Meditations” en 2007. Paralelamente. Lou Reed también colaboró con grupos como The Raconteurs, The Killers o Gorillaz, y con Metallica, que puso el broche musical a su carrera con el álbum “Lulu” en 2010.
El domingo 27 de octubre de 2013, Lou Reed, que hacía unos meses se había sometido sin éxito a un trasplante de hígado, salió al porche de su casa de South Hampton para disfrutar de la mañana y “Llévame a la luz” fueron sus últimas palabras. Durante los 49 días siguientes, su mujer y amigos realizaron las oraciones de powa, enseñadas por su maestro budista, para ayudarle en su tránsito. Y, cada domingo de ese mes y medio, se reunieron para recordar todo lo bueno que les había dado. Porque más allá de la música, hubo un hijo, un hermano, un amigo y un marido, que regaló a muchos el empujón necesario para hacer aquello que les produjese una sensación que él adoraba, la de tener los pelos como escarpias, la piel de gallina, el escalofrío en el cuerpo, al notar que uno va caminando por el lado más salvaje de la vida.
PD (nº1) económica: En menos de 1 año, el patrimonio del artista ha aumentado en más de 12 millones de euros gracias a los derechos de autor, que tras su muerte, han heredado su hermana, su anciana madre y su esposa Laurie Anderson.
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