Mi PETiT OTOÑO - Mi Petit Madrid * - Mi PETiT OTOÑO (nº12):CRíTiCA SENTiMENTAL DE HALLOWEEN

Mi PETiT OTOÑO (nº12):
CRíTiCA SENTiMENTAL DE HALLOWEEN

Hoy, Sábado 31 de octubre de 2015, fantasmas, muertos vivientes, brujas malévolas, espíritus merodeadores, almas en pena, calabazas de sonrisa malvada, espantapájaros y calaveras pintadas volverán a tomar las calles (y los escaparates) del primer mundo. Pero, más allá de ensalzar el miedo y ese morboso interés que solemos mostrar los vivos por los muertos, Halloween es ante todo una celebración lúdica, que entremezcla creencias, leyendas y costumbres de varios pueblos a lo largo de los siglos. Crítica sentimental de una fiesta a caballo entre tradición milenaria y americanización de la sociedad.

El origen de Halloween se remonta a los celtas, cuya cultura hacia el año 1000 a.C. se extendía por las islas británicas, parte de Escandinavia y Europa occidental. En aquella época, el año terminaba al final del verano, que caía el 31 de octubre según nuestro calendario gregoriano actual, y para celebrar el fin de la temporada de cosechas y la recogida del ganado de los prados para llevarlo a los establos, se organizaba una gran fiesta, llamada Samhain (“fin de verano” en irlandés antiguo), antes del largo y oscuro periodo invernal. Pero, con el tiempo, a esa tradición estrictamente agrícola se sumaron rituales menos terrenales.

Poco a poco, los celtas empezaron a creer que, durante el Samhain, la línea que separaba el mundo de los muertos del de los vivos se hacía más estrecha, lo que permitía el regreso de los espíritus errantes a la Tierra, que querían apoderarse de sus cuerpos para poder resucitar. Entonces, para evitar el trato con los difuntos, los celtas se acostumbraron a “apagar las luces” de sus casas, es decir, a no encender el fuego; a cubrir el suelo de la (única) estancia con barro y huesos para impedir el paso de los espíritus; y a revestir trajes de apariencia fúnebre para confundir a las almas en pena. Y así nació la tradición de los disfraces y la decoración de los hogares.

Cuando los romanos ocuparon los territorios celtas, el Samhain se asimiló, y se incorporó a su “Fiesta de la cosecha”, en honor a Pomona, la diosa de las manzanas y los árboles frutales, que tenía lugar entre los últimos días de octubre y los primeros de noviembre. La fruta (aún no prohibida) no tardó en autoinvitarse a la celebración, lo que obviamente no sabría apreciar el Cristianismo. Pero, a pesar de la extensión de la fe cristiana por toda Europa, no todos los pueblos renunciaron a sus festividades, y habría que esperar hasta el siglo VIII para que la fiesta pagana perdiera su sentido primitivo.

En 741, el papa Gregorio III (731–741) cambió la fecha del Día de Todos los Santos, del 13 de mayo al 1 de noviembre y, muy poco a poco, también se introdujo la noción de “vigilia” para preparar la importante fiesta católica y suplantar la pagana, sin saber nadie que le daría su nombre a Halloween. En efecto, la expresión escocesa "All Hallows'Even" (o "All Hallows’Eve”) significa “víspera de Todos los Santos”, y a partir del sigo XVI, en los países anglosajones, se quedó en la contracción “Halloween” al mismo tiempo que perdía fuerza y presencia en el calendario.

Pero, a mediados del siglo XVIII, la profunda crisis de Irlanda motivó la emigración masiva de sus habitantes hacia los Estados (casi) Unidos. Y con ellos, se llevaron sus tradiciones, como Halloween y la costumbre de tallar nabos con el rostro de Jack O’Lantern, el personaje de una leyenda según la cual un irlandés malvado y pendenciero fue capaz de engañar dos veces al Diablo, y al morir, al no ser admitido ni en el cielo ni en el infierno, fue condenado a vagar eternamente por la tierra con un tizón ardiente metido dentro de un tubérculo tallado. Ahora, solo hacía falta tener paciencia y tiempo, mucho tiempo, para conseguir imponer una festividad en el calendario de un país en construcción y en busca y captura de señas de identidad.

Si, al principio, la tradición luterana, predominante en Nueva Inglaterra, no vio la festividad con muy buenos ojos, las mentalidades se relajaron a medida que iban llegando nuevos emigrantes y sus consiguientes costumbres. Y cuando por fin se celebró el primer desfile de Halloween en Minnesota, en 1921, el resto de los Estados se apuntó al bombardeo festivo al año siguiente.

La popularización y posterior internacionalización de la festividad llegarían de la mano del cine, en 1978, con la película “Halloween”, de John Carpenter, protagonizada por Donald Pleasence y Jamie Lee Curtis, ambientada en la víspera del 01 de noviembre, y que cuenta la historia de un enfermo psiquiátrico encerrado por asesinar a su hermana y que, cuando se fuga, busca repetir operación con su hermana menor. La película dio origen al subgénero llamado “slasher”, en la que malvados psicópatas de todo tipo buscan asesinar a sus víctimas, preferiblemente adolescentes atolondrados, que solo piensan en sexo y alcohol, como en “Sé lo que hicisteis el último verano”, “La matanza de Texas”, “Viernes 13”, “Destino Final”, etc.

Hoy en día, el visionado de películas “slasher” la noche de Halloween se suma al recorrido de los niños disfrazados pidiendo “Truco o Trato” por el vecindario, a las fiestas de disfraces terroríficos, a la decoración de las casas con calabazas (en lugar de nabos, difíciles de encontrar en América), elementos fúnebres, telarañas y velas en las ventanas (según la tradición, en recuerdo de cada difunto que haya en la familia). Y en Irlanda, es típico preparar un pastel de frutas en cuyo interior se esconde un pequeño regalo (un anillo o una moneda, en general) para que al afortunado que le toque halle el amor de su vida en el año siguiente, una tradición muy parecida a la del Roscón de Reyes en España.

Si, por tradición, Halloween se celebra sobre todo en los países anglosajones como Estados Unidos, Canadá, Irlanda y Reino Unido, por la globalización galopante también se ha impuesto en Latinoamérica y, más recientemente, en países europeos como España, Francia e Italia, con un muy fuerte componente comercial, que cada año va creciendo, gracias a la venta de disfraces y chuches, ofertas en restaurantes y parques de atracciones, y desfiles para los niños en los colegios.

(De Abigail Campos, el 31 de octubre de 2015)

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(De Abigail Campos, el 31 de octubre de 2015)

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