Mi PETiT ESCAPADA (nº10):
EL HAYEDO DE MONTEJO
Mi PETiT ESCAPADA (nº10):
EL HAYEDO DE MONTEJO
Paraíso insólito, difícil de encontrar fuera de las zonas húmedas y montañosas del norte de la península, el bosque de Hayedo de Montejo es fruto de varios y excepcionales factores que, por suerte para los madrileños, se dieron cita en la provincia, pasado Buitrago de Lozoya, dentro del término municipal de Montejo de la Sierra, perteneciente a la Sierra del Rincón -antes conocida como Sierra Pobre-, en el límite con Guadalajara. Allí, en una ladera sombría, al margen derecho del río Jarama -muy cerca de su nacimiento-, con una humedad constante y un suelo inusualmente rico por las masas de aire, que chocan contra la montaña, crece uno de los hayedos con más árboles centenarios de Madrid y, de paso, de los más meridionales de la península. Son los montes conocidos como el Chaparral y la Solana, o lo que es lo mismo, 222 hectáreas propiedad de los apenas 400 vecinos de Montejo. Una pequeña floresta con aspecto fantasmagórico, espesa, madura, cargada de historia y con un valor histórico y ecológico, que le valió ser declarada Sitio Natural de Interés Nacional en 1974, Reserva de la Biosfera en 2005, y que ahora, de la mano del consejero de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, lucha por conseguir que la UNESCO la declare como Patrimonio de la Humanidad.
Todo empezó hace más de 3000 años con el último avance glacial, que al igual que en el resto de nuestra geografía, trajo una gran variedad de flora incluyendo las primeras hayas. Con la naturaleza en marcha, a principios del siglo XI, concretamente en 1083, Alfonso VI puso su granito de arena al considerar que este lugar, por su situación estratégica, era perfecto para repoblar sus dominios. Así nació el Señorío de Buitrago, que incluía Prádena, la Hiruela, Horcajuelo y el Rincón, al que pertenece Montejo de la Sierra. Tiempo después, el 23 de julio de 1460, los montejanos decidieron comprar a un noble de Sepúlveda un hayedo cercano, conocido como el Chaparral, para usarlo como prado comunal donde sacar a pastar a su ganado. Vacas, ovejas y cabras llenaron aquí sus panzas con acebo, y los cerdos se cebaron a base de bellotas y hayucos. Sin embargo, algún que otro intruso quiso hacer uso de aquellas tierras, y los habitantes de Montejo defendieron lo suyo con uñas y dientes consiguiendo incluso el apoyo de Carlos I de España y V de Alemania y más adelante, en 1543, un decreto de la Audiencia Real de Valladolid, que dejaría bien clara su exclusiva propiedad.
Poco a poco su valor estratégico fue dando paso a la supervivencia. En el siglo XVIII, los vecinos empezaron a tirar del lugar no solo para obtener madera y carbonear en las partes llanas (una práctica que se mantuvo hasta mediados del siglo pasado y que ha dejado huella en forma de pequeños claros), sino también para cultivar o talar árboles con los que construir desde las vigas de la capilla del Rosario, en la Iglesia de Montejo, hasta el Ayuntamiento. Pero, a principios del siglo XX, su belleza y peculiaridad despertó la curiosidad del ingeniero de montes Juan Ángel de Madariaga, que en 1909 repasó rama a rama la zona dejando valiosos documentos que permitieron ver los cambios que había ido experimentando y sufriendo el monte y sus árboles de la mano del hombre. Su población había ido mutando, el ganado y la tala habían impedido la regeneración, y, de seguir así, los claros aumentarían año tras año.
Por fin, en 1961, se prohibió el pasto de las bestias y se empezó a mirar con otros ojos un terreno al que cuidar y hacer crecer. A partir de 1988, se estableció el control de entradas, al año siguiente nacieron las visitas guiadas, y con el tiempo, la casi no intervención humana dejó que la naturaleza siguiera su curso, (re)cubriendo la antigua dehesa con despojos de los viejos árboles y otorgando aún más al bosque una visión irreal, que alimenta cuentos y rumores. Los hay que aseguran que este bosque se pobló de animales gracias a los duendes y hadas, que se esconden en él. Según la leyenda, estos seres atraían con sus cantos a visitantes, leñadores y carboneros, a los que convertían en lagartijas y petirrojos para dar vida y color a un arbolado cada vez más salvaje y menos transitado.
Hoy en día, el Hayedo de Montejo es uno de los bosques más conocidos y estudiados de nuestro país, gracias también a un acuerdo firmado en 1992 entre la Comunidad de Madrid y la Universidad Politécnica para investigar el terreno, potenciar su valor natural y cultural, y sobre todo proteger la biodiversidad de un bosque, que a pesar de todo, sigue siendo de los más frágiles. Sus principales habitantes (además de los duendes) son las hayas, robustas y con una altura que puede alcanzar los 40 metros, unas descomunales copas que impiden el paso del sol y un color gris ceniciento que contribuyen sin duda a la leyenda del lugar. Algunas de ellas han sido bautizadas con nombres propios como La Primera, la del Trono, la del Ancla o la de la Roca, la más visitada y admirada por tener más de 250 años. Junto a ellas, y a pesar de que este árbol pone difícil la existencia de otras especies, se han colado rebollos, robles y acebos (perfectos para la II Ruta Besucona de Mi Petit Madrid ahora que se acerca la Navidad), la mayoría centenarios y con algún tronco que alcanza los 2 metros de diámetro. Pero también hay cerezos, endrinos, rosales silvestres, abedules, tejos, serbales, mostajos, fresnos, arces, sauces, álamos, manzanos, incluso olmos de montaña, castaños y sabinas y un único pino silvestre, al que ya citaba Madariaga en sus estudios, que por entonces describió con más de 14 m de altura y 27 cm de diámetro, y que hoy alcanza casi los 30 metros y supera los 80 cm de diámetro. Ah y, por supuesto, junto a ellos, conviven no siempre en paz comadrejas, corzos, erizos, perdices, mirlos, musarañas, nutrias, tejones, topos, zorros, culebras, lagartijas, águilas, cucos, estorninos, gavilanes, gorriones, y por supuesto arañas, mariposas y grillos.
Noviembre es sin duda el mes perfecto para visitarlo porque es cuando el haya se muestra más imponente que nunca y el mullido manto de su suelo se llena de los colores del otoño. Para conocerlo a fondo existen 3 rutas diferentes: la Senda del río -de 3 kilómetros-, que como su nombre indica transcurre paralela al Jarama y suele ser la recomendada por los guías para empezar a conocer el Hayedo; la Senda de la Ladera, que asciende hasta encontrar una de las mejores vistas; y la Senda del Mirador, la más difícil pero que tiene como recompensa una impresionante panorámica del Chaparral. Un turismo diferente, a dos pasos del bullicioso centro y que suma todos los adjetivos de moda, sostenible, ecológico y responsable, o lo que es lo mismo, disfrutar del saber hacer de la madre naturaleza.
PD (nº1) histórica: Montejo de la Sierra se llamaba antiguamente Montejo del Rincón y así aparece mencionado en el Libro de la Montería de Alfonso XI, donde habla de un lugar poblado por osos y jabalíes, de hecho, este último animal aparece en el escudo de la población.
PD (nº2) friki: Más allá de la leyenda propia de un bosque que parece encantado, algunos recuerdan el avistamiento de un objeto luminoso en la noche del 14 de octubre de 1995 y que hizo incluir esta zona como una de las favoritas por los apasionados de la ufología.
PD (nº3) aclaratoria: El bosque más meridional de la península es La Fageda del Retaule (el Hayedo del Retaule) entre Tarragona y Castellón. En Europa, el hayedo más al sur está en Sicilia, en la vertiente sur del Etna.
PD (nº4) curiosa: Las visitas al Hayedo se han restringido a 25.000 personas al año con una excepción, don Rafael de Frutos Brun, cronista de la Sierra, natural de Montejo, que no necesita permiso. A sus 82 años se declara el amante oficial del bosque, el poeta del Hayedo al que acude a diario como el enamorado a sus citas, para relajarse con sus sonidos y espectáculo visual.
(De Lidia Martín, el 04 de noviembre de 2016)
Referencias útiles:
HAYEDO DE MONTEJO
Montejo de la Sierra
Carretera de Montejo - El Cardoso km 8
28190 Montejo de la Sierra (Madrid)
Para reservar:
(1) Por teléfono al 918 697 058:
- Del 01 de octubre al 30 de abril: de 9h30 a 15h30;
- Del 01 de mayo al 30 de septiembre: de 9h30 a 13h y de 14h a 17h30.
(2) In situ, en el Centro de Información y Reservas de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón:
Calle Real, 64
28190 Montejo de la Sierra (Madrid)
Acceso:
1. En coche: desde la A-1 / Autovía del Norte (Madrid - Burgos); salida 76 dirección a Gandullas / Montejo; M-137 hasta el cruce con la M-139 dirección a El Cardoso de la Sierra.
2. En transporte público: Autobuses 191C (hasta Montejo de la Sierra), y después habrá que caminar!!!!! No hay transporte público para cubrir los 8 km hasta el Hayedo.
Para saberlo todo sobre el HAYEDO DE MONTEJO, conéctate a la web de la SiERRA DEL RiNCÓN, RESERVA DE LA BiOFERA (también en Facebook y Twitter).
[Volver a Mi Petit Escapada, Otoño, Callejero o Blogosfera]
Paraíso insólito, difícil de encontrar fuera de las zonas húmedas y montañosas del norte de la península, el bosque de Hayedo de Montejo es fruto de varios y excepcionales factores que, por suerte para los madrileños, se dieron cita en la provincia, pasado Buitrago de Lozoya, dentro del término municipal de Montejo de la Sierra, perteneciente a la Sierra del Rincón -antes conocida como Sierra Pobre-, en el límite con Guadalajara. Allí, en una ladera sombría, al margen derecho del río Jarama -muy cerca de su nacimiento-, con una humedad constante y un suelo inusualmente rico por las masas de aire, que chocan contra la montaña, crece uno de los hayedos con más árboles centenarios de Madrid y, de paso, de los más meridionales de la península. Son los montes conocidos como el Chaparral y la Solana, o lo que es lo mismo, 222 hectáreas propiedad de los apenas 400 vecinos de Montejo. Una pequeña floresta con aspecto fantasmagórico, espesa, madura, cargada de historia y con un valor histórico y ecológico, que le valió ser declarada Sitio Natural de Interés Nacional en 1974, Reserva de la Biosfera en 2005, y que ahora, de la mano del consejero de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, lucha por conseguir que la UNESCO la declare como Patrimonio de la Humanidad.
Todo empezó hace más de 3000 años con el último avance glacial, que al igual que en el resto de nuestra geografía, trajo una gran variedad de flora incluyendo las primeras hayas. Con la naturaleza en marcha, a principios del siglo XI, concretamente en 1083, Alfonso VI puso su granito de arena al considerar que este lugar, por su situación estratégica, era perfecto para repoblar sus dominios. Así nació el Señorío de Buitrago, que incluía Prádena, la Hiruela, Horcajuelo y el Rincón, al que pertenece Montejo de la Sierra. Tiempo después, el 23 de julio de 1460, los montejanos decidieron comprar a un noble de Sepúlveda un hayedo cercano, conocido como el Chaparral, para usarlo como prado comunal donde sacar a pastar a su ganado. Vacas, ovejas y cabras llenaron aquí sus panzas con acebo, y los cerdos se cebaron a base de bellotas y hayucos. Sin embargo, algún que otro intruso quiso hacer uso de aquellas tierras, y los habitantes de Montejo defendieron lo suyo con uñas y dientes consiguiendo incluso el apoyo de Carlos I de España y V de Alemania y más adelante, en 1543, un decreto de la Audiencia Real de Valladolid, que dejaría bien clara su exclusiva propiedad.
Poco a poco su valor estratégico fue dando paso a la supervivencia. En el siglo XVIII, los vecinos empezaron a tirar del lugar no solo para obtener madera y carbonear en las partes llanas (una práctica que se mantuvo hasta mediados del siglo pasado y que ha dejado huella en forma de pequeños claros), sino también para cultivar o talar árboles con los que construir desde las vigas de la capilla del Rosario, en la Iglesia de Montejo, hasta el Ayuntamiento. Pero, a principios del siglo XX, su belleza y peculiaridad despertó la curiosidad del ingeniero de montes Juan Ángel de Madariaga, que en 1909 repasó rama a rama la zona dejando valiosos documentos que permitieron ver los cambios que había ido experimentando y sufriendo el monte y sus árboles de la mano del hombre. Su población había ido mutando, el ganado y la tala habían impedido la regeneración, y, de seguir así, los claros aumentarían año tras año.
Por fin, en 1961, se prohibió el pasto de las bestias y se empezó a mirar con otros ojos un terreno al que cuidar y hacer crecer. A partir de 1988, se estableció el control de entradas, al año siguiente nacieron las visitas guiadas, y con el tiempo, la casi no intervención humana dejó que la naturaleza siguiera su curso, (re)cubriendo la antigua dehesa con despojos de los viejos árboles y otorgando aún más al bosque una visión irreal, que alimenta cuentos y rumores. Los hay que aseguran que este bosque se pobló de animales gracias a los duendes y hadas, que se esconden en él. Según la leyenda, estos seres atraían con sus cantos a visitantes, leñadores y carboneros, a los que convertían en lagartijas y petirrojos para dar vida y color a un arbolado cada vez más salvaje y menos transitado.
Hoy en día, el Hayedo de Montejo es uno de los bosques más conocidos y estudiados de nuestro país, gracias también a un acuerdo firmado en 1992 entre la Comunidad de Madrid y la Universidad Politécnica para investigar el terreno, potenciar su valor natural y cultural, y sobre todo proteger la biodiversidad de un bosque, que a pesar de todo, sigue siendo de los más frágiles. Sus principales habitantes (además de los duendes) son las hayas, robustas y con una altura que puede alcanzar los 40 metros, unas descomunales copas que impiden el paso del sol y un color gris ceniciento que contribuyen sin duda a la leyenda del lugar. Algunas de ellas han sido bautizadas con nombres propios como La Primera, la del Trono, la del Ancla o la de la Roca, la más visitada y admirada por tener más de 250 años. Junto a ellas, y a pesar de que este árbol pone difícil la existencia de otras especies, se han colado rebollos, robles y acebos (perfectos para la II Ruta Besucona de Mi Petit Madrid ahora que se acerca la Navidad), la mayoría centenarios y con algún tronco que alcanza los 2 metros de diámetro. Pero también hay cerezos, endrinos, rosales silvestres, abedules, tejos, serbales, mostajos, fresnos, arces, sauces, álamos, manzanos, incluso olmos de montaña, castaños y sabinas y un único pino silvestre, al que ya citaba Madariaga en sus estudios, que por entonces describió con más de 14 m de altura y 27 cm de diámetro, y que hoy alcanza casi los 30 metros y supera los 80 cm de diámetro. Ah y, por supuesto, junto a ellos, conviven no siempre en paz comadrejas, corzos, erizos, perdices, mirlos, musarañas, nutrias, tejones, topos, zorros, culebras, lagartijas, águilas, cucos, estorninos, gavilanes, gorriones, y por supuesto arañas, mariposas y grillos.
Noviembre es sin duda el mes perfecto para visitarlo porque es cuando el haya se muestra más imponente que nunca y el mullido manto de su suelo se llena de los colores del otoño. Para conocerlo a fondo existen 3 rutas diferentes: la Senda del río -de 3 kilómetros-, que como su nombre indica transcurre paralela al Jarama y suele ser la recomendada por los guías para empezar a conocer el Hayedo; la Senda de la Ladera, que asciende hasta encontrar una de las mejores vistas; y la Senda del Mirador, la más difícil pero que tiene como recompensa una impresionante panorámica del Chaparral. Un turismo diferente, a dos pasos del bullicioso centro y que suma todos los adjetivos de moda, sostenible, ecológico y responsable, o lo que es lo mismo, disfrutar del saber hacer de la madre naturaleza.
PD (nº1) histórica: Montejo de la Sierra se llamaba antiguamente Montejo del Rincón y así aparece mencionado en el Libro de la Montería de Alfonso XI, donde habla de un lugar poblado por osos y jabalíes, de hecho, este último animal aparece en el escudo de la población.
PD (nº2) friki: Más allá de la leyenda propia de un bosque que parece encantado, algunos recuerdan el avistamiento de un objeto luminoso en la noche del 14 de octubre de 1995 y que hizo incluir esta zona como una de las favoritas por los apasionados de la ufología.
PD (nº3) aclaratoria: El bosque más meridional de la península es La Fageda del Retaule (el Hayedo del Retaule) entre Tarragona y Castellón. En Europa, el hayedo más al sur está en Sicilia, en la vertiente sur del Etna.
PD (nº4) curiosa: Las visitas al Hayedo se han restringido a 25.000 personas al año con una excepción, don Rafael de Frutos Brun, cronista de la Sierra, natural de Montejo, que no necesita permiso. A sus 82 años se declara el amante oficial del bosque, el poeta del Hayedo al que acude a diario como el enamorado a sus citas, para relajarse con sus sonidos y espectáculo visual.
(De Lidia Martín, el 04 de noviembre de 2016)
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(1) Por teléfono al 918 697 058:
- Del 01 de octubre al 30 de abril: de 9h30 a 15h30;
- Del 01 de mayo al 30 de septiembre: de 9h30 a 13h y de 14h a 17h30.
(2) In situ, en el Centro de Información y Reservas de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón:
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1. En coche: desde la A-1 / Autovía del Norte (Madrid - Burgos); salida 76 dirección a Gandullas / Montejo; M-137 hasta el cruce con la M-139 dirección a El Cardoso de la Sierra.
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