PEQUEÑOS PLACERES
EL ETERNO HAPPY HOUR
PEQUEÑOS PLACERES
EL ETERNO HAPPY HOUR
Un mal día lo tiene cualquiera, pero Carlos Coronil (retratado aquí), andaluz de Jerez de la Frontera, no quiso conformarse, y decidió aprovechar su tarde de bajón para escribir una lista de pequeñas cosas que le hacían feliz, para compartirla con amigos en las redes. Hoy, con más de 200.000 seguidores en Tuenti, casi 8.000 en Facebook y 5.000 en Twitter, aquellos mismos pensamientos que le llevaron a conocer a su chica, Laura Góngora (retratada aquí a su lado), una cordobesa que se vino a Madrid por amor, se han transformado en un bar donde repartir alegría y buen rollo. El 05 de noviembre de 2012, sin un duro en el bolsillo pero con todas las ganas del mundo, el jerezano y la cordobesa abrieron Pequeños Placeres, el bar de la felicidad en Malasaña, donde el primer trago de una cerveza bien fría, un brindis con tu media naranja, cerrar un gran negocio, tener la idea de tu vida, o simplemente disfrutar con los amigos y olvidarte de los problemas, serán momentos que te sabrán todos a gloria.
Todo empezó cuando Carlos era periodista en un medio digital, y Laura, diplomada en educación infantil, especializada en psicomotricidad, estaba en paro. Sus padres, lejos de poder ayudar, necesitaban de su aportación, y la posibilidad de tener que abandonar Madrid iba cada día en aumento; así que la pareja tiró de la lista, y con la mejor de sus sonrisas, se jugaron todo a un carta. Visitaron bancos y locales sin parar. Lo de la hostelería no era nuevo para Carlos, pues su padre había trabajado durante 40 años en la cafetería más grande de Jerez de la Frontera, pero en su cabeza no había sitio para lo habitual o para las cosas hechas de determinada manera. Carlos y Laura querían cambiar el mundo.
Su plan de negocio incluía disfrutar el momento, estar alegre, reír, y por supuesto, cuidar cada detalle. Claro está, la pareja se aplicó su propia medicina, y lo que hoy llaman Responsabilidad Social Corporativa, es decir, el impacto social positivo de una empresa gracias a la felicidad de sus trabajadores, lo pusieron en práctica sin tanto título y con mucha más naturalidad. Los 2 sabían que la dicha se contagia y que ofrecer una sonrisa puede cambiar el día del que la recibe, así que aumentaron posibilidades inaugurando una pared en la que todo el que quisiera podía dejar su mensaje positivo. Hoy, los murales de Pequeños Placeres, abarrotados de post-it con todo tipo de frases y “smilies”, sacan siempre el buen humor al que los lee por primera vez, y es curioso comprobar que la mayoría de instantes tiene que ver con el sueño y con los amigos, algo que comparten Carlos y Laura, para los que la felicidad plena es dormir del tirón y soñar con los angelitos, síntoma inequívoco de satisfacción, de no haber engañado a nadie y de seguir con ilusión y ganas de vivir.
Entre sus clientes, hay empleados de las oficinas y comercios cercanos, adolescentes, modernos y ancianos del barrio, y algún que otro madurito interesante que se acerca desde una escuela para mayores que está a dos pasos, y todos, sin excepción, escriben su misiva para compartir. Porque está demostrado científicamente que las personas que están de buen humor, son agradecidas y optimistas, tienen mejor calidad de vida que las que no lo son. Pero además de este plus de salud, no olvidemos que Pequeños Placeres es un bar donde uno puede mejorar el ánimo desayunando un mollete andaluz con tomate triturado a mano, aceite virgen extra, un café 100% natural y leche fresca de la granja Priégola de Villanueva del Pardillo, que cuida a sus vacas poniéndolas incluso música clásica, y todo por solo 2,20 euros.
Carlos insiste en que el dinero no lo es todo, pero si uno consigue cantidad y calidad por menos, sin duda ayuda; por lo que aplican la misma teoría a la noche, su otro gran momento, con jarras de medio litro de cerveza a 2 euros, y copas en vaso generoso, de los de sidra, con alcohol de calidad desde 4 euros. Una fórmula sencilla pero escasa en la capital que ha arrasado entre jóvenes de 25 a 35 años, que no dudan en organizar allí sus fiestas, con una media de 6 celebraciones a la semana. Además, conscientes de ser el paso “previo” para la noche de los más jóvenes, Carlos y Laura ofrecen descuentos para el próximo destino y consumición de sus habituales, ayudando así a cerrar lo que puede ser un día perfecto.
Por si esto fuera poco, de Martes a Jueves, en el conocido momento Afterwork, bajan las copas a 3 euros; y los Jueves por la noche tienen intercambio de idiomas, concurso de trivial, y a partir de las 22h, chupitos gratis por cada canasta encestada. Junto a las bebidas, también hay dulces que no amargan a nadie, cookies, muffins, brownies o gofres, y los más españoles bocadillos, de pan integral o sin gluten para celíacos, bravas, tortilla de patatas, cerveza artesanal, hecha en el barrio de Malasaña, y alguna que otra receta para estar contento.
Tanta es su especialización en la difícil tarea de alcanzar la dicha, que Carlos ha llegado a escribir un libro, 999 pequeños placeres. Manual del Carpe Diem, que verá la luz en los próximos meses y en el que destacan 3 de sus máximos gozos personales: meter las orejas debajo del agua cuando te bañas a oscuras; echarte una siesta sin poner ninguna alarma; y que otra persona te rasque la espalda. Porque al final son estas pequeñas cosas las que hacen la vida más fácil, y aunque son muchas las opciones, suelen pasar inadvertidas, excepto para gente como Carlos y Laura, dos locos, sí, pero de la felicidad.
(De Lidia Martín, el 14 de octubre de 2015)
Referencias útiles:
PEQUEÑOS PLACERES
Calle de Mejía Lequerica, 14
28004 Madrid
664 359 907
M Tribunal / Alonso Martínez / Bilbao
Horario:
- Los Lunes: de 8h15 a 16h;
- Los Martes y Miércoles: de 8h15 hasta medianoche;
- Los Jueves: de 8h15 hasta las 2h de la madrugada;
- Los Viernes: de 8h15 hasta las 2h30 de la madrugada;
- Los Sábados: de 17h30 hasta las 2h30 de la madrugada.
Para seguir los alegres pasos de PEQUEÑOS PLACERES, conéctate a su Facebook y su Twitter.
[Volver a Mi Petit Gourmet, Callejero o Blogosfera]
Un mal día lo tiene cualquiera, pero Carlos Coronil (retratado aquí), andaluz de Jerez de la Frontera, no quiso conformarse, y decidió aprovechar su tarde de bajón para escribir una lista de pequeñas cosas que le hacían feliz, para compartirla con amigos en las redes. Hoy, con más de 200.000 seguidores en Tuenti, casi 8.000 en Facebook y 5.000 en Twitter, aquellos mismos pensamientos que le llevaron a conocer a su chica, Laura Góngora (retratada aquí a su lado), una cordobesa que se vino a Madrid por amor, se han transformado en un bar donde repartir alegría y buen rollo. El 05 de noviembre de 2012, sin un duro en el bolsillo pero con todas las ganas del mundo, el jerezano y la cordobesa abrieron Pequeños Placeres, el bar de la felicidad en Malasaña, donde el primer trago de una cerveza bien fría, un brindis con tu media naranja, cerrar un gran negocio, tener la idea de tu vida, o simplemente disfrutar con los amigos y olvidarte de los problemas, serán momentos que te sabrán todos a gloria.
Todo empezó cuando Carlos era periodista en un medio digital, y Laura, diplomada en educación infantil, especializada en psicomotricidad, estaba en paro. Sus padres, lejos de poder ayudar, necesitaban de su aportación, y la posibilidad de tener que abandonar Madrid iba cada día en aumento; así que la pareja tiró de la lista, y con la mejor de sus sonrisas, se jugaron todo a un carta. Visitaron bancos y locales sin parar. Lo de la hostelería no era nuevo para Carlos, pues su padre había trabajado durante 40 años en la cafetería más grande de Jerez de la Frontera, pero en su cabeza no había sitio para lo habitual o para las cosas hechas de determinada manera. Carlos y Laura querían cambiar el mundo.
Su plan de negocio incluía disfrutar el momento, estar alegre, reír, y por supuesto, cuidar cada detalle. Claro está, la pareja se aplicó su propia medicina, y lo que hoy llaman Responsabilidad Social Corporativa, es decir, el impacto social positivo de una empresa gracias a la felicidad de sus trabajadores, lo pusieron en práctica sin tanto título y con mucha más naturalidad. Los 2 sabían que la dicha se contagia y que ofrecer una sonrisa puede cambiar el día del que la recibe, así que aumentaron posibilidades inaugurando una pared en la que todo el que quisiera podía dejar su mensaje positivo. Hoy, los murales de Pequeños Placeres, abarrotados de post-it con todo tipo de frases y “smilies”, sacan siempre el buen humor al que los lee por primera vez, y es curioso comprobar que la mayoría de instantes tiene que ver con el sueño y con los amigos, algo que comparten Carlos y Laura, para los que la felicidad plena es dormir del tirón y soñar con los angelitos, síntoma inequívoco de satisfacción, de no haber engañado a nadie y de seguir con ilusión y ganas de vivir.
Entre sus clientes, hay empleados de las oficinas y comercios cercanos, adolescentes, modernos y ancianos del barrio, y algún que otro madurito interesante que se acerca desde una escuela para mayores que está a dos pasos, y todos, sin excepción, escriben su misiva para compartir. Porque está demostrado científicamente que las personas que están de buen humor, son agradecidas y optimistas, tienen mejor calidad de vida que las que no lo son. Pero además de este plus de salud, no olvidemos que Pequeños Placeres es un bar donde uno puede mejorar el ánimo desayunando un mollete andaluz con tomate triturado a mano, aceite virgen extra, un café 100% natural y leche fresca de la granja Priégola de Villanueva del Pardillo, que cuida a sus vacas poniéndolas incluso música clásica, y todo por solo 2,20 euros.
Carlos insiste en que el dinero no lo es todo, pero si uno consigue cantidad y calidad por menos, sin duda ayuda; por lo que aplican la misma teoría a la noche, su otro gran momento, con jarras de medio litro de cerveza a 2 euros, y copas en vaso generoso, de los de sidra, con alcohol de calidad desde 4 euros. Una fórmula sencilla pero escasa en la capital que ha arrasado entre jóvenes de 25 a 35 años, que no dudan en organizar allí sus fiestas, con una media de 6 celebraciones a la semana. Además, conscientes de ser el paso “previo” para la noche de los más jóvenes, Carlos y Laura ofrecen descuentos para el próximo destino y consumición de sus habituales, ayudando así a cerrar lo que puede ser un día perfecto.
Por si esto fuera poco, de Martes a Jueves, en el conocido momento Afterwork, bajan las copas a 3 euros; y los Jueves por la noche tienen intercambio de idiomas, concurso de trivial, y a partir de las 22h, chupitos gratis por cada canasta encestada. Junto a las bebidas, también hay dulces que no amargan a nadie, cookies, muffins, brownies o gofres, y los más españoles bocadillos, de pan integral o sin gluten para celíacos, bravas, tortilla de patatas, cerveza artesanal, hecha en el barrio de Malasaña, y alguna que otra receta para estar contento.
Tanta es su especialización en la difícil tarea de alcanzar la dicha, que Carlos ha llegado a escribir un libro, 999 pequeños placeres. Manual del Carpe Diem, que verá la luz en los próximos meses y en el que destacan 3 de sus máximos gozos personales: meter las orejas debajo del agua cuando te bañas a oscuras; echarte una siesta sin poner ninguna alarma; y que otra persona te rasque la espalda. Porque al final son estas pequeñas cosas las que hacen la vida más fácil, y aunque son muchas las opciones, suelen pasar inadvertidas, excepto para gente como Carlos y Laura, dos locos, sí, pero de la felicidad.
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- Los Viernes: de 8h15 hasta las 2h30 de la madrugada;
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