MONKEE KOFFEE,
EL COFFEE SHOP DE CHAMBERí
MONKEE KOFFEE,
EL COFFEE SHOP DE CHAMBERí
Desde hace unos meses, los madrileños de bien vivimos con el alma en un puño asistiendo a un baile de cierres de locales con solera, de los de toda la vida, que cuelgan el cartel de hasta siempre empujados por la entrada en vigor de la ley de alquileres de renta antigua. Un drama, no hay duda. Por suerte, todo lado tenebroso tiene una parte de luz y en esta historia el halo luminoso procede de la energía que todos los cambios conllevan. Nuevas energías, nuevos espacios, nuevas ideas y muchas ilusiones. Los barrios de Madrid están cambiando y, por suerte, en algunos casos, lo hacen para bien. Chamberí es el ejemplo incontestable de un barrio auténtico que, sin olvidarse de las esencias de su casticismo, reivindica la renovación y no se amilana ante otros arrabales céntricos más acostumbrados a lucir la etiqueta de “novedoso o moderno”, como lo demuestra Monkee Koffee.
Situado casi enfrente del Parque de Canal, el local de fachada roja, tan viva y llamativa como la sangre, abrió sus puertas en septiembre de 2014. El lugar amplio, diáfano y decorado con mucho gusto, invita a disfrutar del café como debe ser disfrutado: “Con calma”, el lema de Óscar y Salva (retratados aquí), que han puesto en marcha este negocio y a quienes no les duele reconocer que están aprendiendo el oficio, ya que proceden del mundo del marketing y de los medios.
La idea de crear Monkee Koffee surgió de esas tardes o medias mañanas en las que los amigos quedaban para refugiarse en torno a un café, y resultó que siempre “nos encontrábamos con la dificultad de encontrar un lugar agradable y con buen café para charlar tranquilamente. A partir de ahí -y animados por sus muchos viajes-, empezamos a interesarnos un poco más seriamente por el tema y nos pareció que existía una oportunidad fantástica para montar un Coffee Shop al estilo de lo que está triunfando en todo el mundo anglosajón: locales con mucho encanto y una preocupación excepcional por la calidad del café y la forma de prepararlo”.
Porque no es lo mismo tomarse un café deprisa, acodado en la barra de un bar escuchando el repicar que producen decenas de cucharillas contra los platillos de loza y mirando de reojo el programa matinal que, en ese momento, estén echando por la tele; que sentarse alrededor de una mesa comunal, abrir un libro, una revista, un periódico, el ordenador o, incluso, nada y dejar que alguna conversación cercana te arrope sin atropellarte, sentir el aroma de un café recién molido y regalarte unos minutos para evadirte de la ciudad mimando al paladar. Ambas opciones son válidas y forman parte de la cultura del grano de cafeína, pero no hay duda de que Monkee Koffee apuesta por la segunda y la filosofía se percibe nada más entrar.
En medio del espacio, una enorme mesa de madera estilo nórdica, rodeada por 14 sillas (7 de un estilo y 7 de otro, colocadas unas frente a las otras como si fuesen “7 novias para 7 hermanos”), nos recibe después de que el simpático mono ilustrado -que les sirve de logotipo y que ha sido diseñado por Arancha Arroyo (dueña de “Mibloc” en la calle García de Paredes)-, nos salude con una sonrisa discreta y una divertida pajarita con lunares desde su ventajosa localización en el cristal de la puerta. Alrededor de la mesa central, más mesas, pero sin ser demasiadas. Unas con sillas, otras con bancos de pared, y la mejor de todas en una esquinita discreta, te invita a tomar posesión de un muy apetecible sofá de cuero marrón.
En la barra alta, con taburetes y vistas a la calle, el cálido mostrador está presidido por una Marzocco, una máquina de café mítica que, dentro del mundo de los especialty coffee shops, es un icono presente en los mejores cafés del mundo y cuyas especificaciones técnicas “nos permite ofrecer a nuestros clientes un café de máxima calidad”. Es más, Luis, Salva y Óscar pueden presumir de ser los primeros en instalar una FB80 roja (su modelo) en nuestro país. A su lado, las ricas ofrendas de dulces (bizcochos de arándanos, fresas, plátano con nueces, calabaza…) y salados (sándwiches o ensaladas) se codean, por supuesto, con café de granos especiales, tueste y mezcla propia, procedentes de lugares hemisféricamente sureños como Brasil, Guatemala, Colombia o Etiopía, que los atentos camareros os prepararán con mimo, agua sana y rica de Madrid (no en vano el local está a pocos metros del Canal de Isabel II) y mucho detalle. ¡La especialidad y razón de ser de la casa!
El local es muy acogedor y parece que siempre fue así, pero la buena onda que emana no ha sido tan sencilla. Llevar a cabo el proyecto les ha costado a sus valedores nada menos que 13 meses, tiempo empleado en convertir un antiguo taller de tornero (cerrado durante décadas) en un espacio en el que los muebles de inspiración y raíces vintage se mezclan con el ladrillo visto, azulejos hidráulicos, ventanas o puertas rescatadas de derribos, cemento industrial, sillas de un colegio alemán o paredes de pizarra para mostrar precios y productos, que degustan tanto los que van de paseo como los que acuden al recién estrenado mega gimnasio municipal GO Fit del Canal, los otros comerciantes del barrio o los jóvenes que llegan por la mañana, portátil en mano, dispuestos a sacarle partido a la wifi.
Finalmente, en cuanto al logotipo de Monkee Koffee, eligieron identificar su café con la imagen de un mono porque, según cuenta la leyenda, el mejor café del mundo no es el que selecciona la mano del hombre sino el estómago de una civeta (mamífero con cara de muy malas pulgas que vive en las palmeras de la India, el sur de China e Indochina), y que para muchos es casi como un mono. El café se llama Kopi Luwak y su precio ronda los 1000 euros el kilo. El animal come el grano y, en su intestino, hace una selección y expulsa solo los mejores. Y, por lo que se cuenta, pese al lado escatológico, su aroma es espectacular.
Como dice Óscar, “lo que sucede conviene”, y lo que ha sucedido en la calle Vallehermoso es que hay un nuevo lugar en el que disfrutar de un buen café.
(De Noemí Z., el 14 de enero de 2015)
Referencias útiles:
MONKEE KOFFEE
Calle de Vallehermoso, 112
28003 Madrid
915 456 609
M Ríos Rosas / Canal / Islas Filipinas.
Horario:
- De Lunes a Viernes: de 8h a 21h;
- Los Sábados y Domingos: de 10h a 21h.
Para seguir los pasos cafeteros de MONKEE KOFFEE, conéctate a su web, su Facebook y su Twitter.
[Volver a Mi Petit Gourmet, Callejero o Blogosfera]
Desde hace unos meses, los madrileños de bien vivimos con el alma en un puño asistiendo a un baile de cierres de locales con solera, de los de toda la vida, que cuelgan el cartel de hasta siempre empujados por la entrada en vigor de la ley de alquileres de renta antigua. Un drama, no hay duda. Por suerte, todo lado tenebroso tiene una parte de luz y en esta historia el halo luminoso procede de la energía que todos los cambios conllevan. Nuevas energías, nuevos espacios, nuevas ideas y muchas ilusiones. Los barrios de Madrid están cambiando y, por suerte, en algunos casos, lo hacen para bien. Chamberí es el ejemplo incontestable de un barrio auténtico que, sin olvidarse de las esencias de su casticismo, reivindica la renovación y no se amilana ante otros arrabales céntricos más acostumbrados a lucir la etiqueta de “novedoso o moderno”, como lo demuestra Monkee Koffee.
Situado casi enfrente del Parque de Canal, el local de fachada roja, tan viva y llamativa como la sangre, abrió sus puertas en septiembre de 2014. El lugar amplio, diáfano y decorado con mucho gusto, invita a disfrutar del café como debe ser disfrutado: “Con calma”, el lema de Óscar y Salva (retratados aquí), que han puesto en marcha este negocio y a quienes no les duele reconocer que están aprendiendo el oficio, ya que proceden del mundo del marketing y de los medios.
La idea de crear Monkee Koffee surgió de esas tardes o medias mañanas en las que los amigos quedaban para refugiarse en torno a un café, y resultó que siempre “nos encontrábamos con la dificultad de encontrar un lugar agradable y con buen café para charlar tranquilamente. A partir de ahí -y animados por sus muchos viajes-, empezamos a interesarnos un poco más seriamente por el tema y nos pareció que existía una oportunidad fantástica para montar un Coffee Shop al estilo de lo que está triunfando en todo el mundo anglosajón: locales con mucho encanto y una preocupación excepcional por la calidad del café y la forma de prepararlo”.
Porque no es lo mismo tomarse un café deprisa, acodado en la barra de un bar escuchando el repicar que producen decenas de cucharillas contra los platillos de loza y mirando de reojo el programa matinal que, en ese momento, estén echando por la tele; que sentarse alrededor de una mesa comunal, abrir un libro, una revista, un periódico, el ordenador o, incluso, nada y dejar que alguna conversación cercana te arrope sin atropellarte, sentir el aroma de un café recién molido y regalarte unos minutos para evadirte de la ciudad mimando al paladar. Ambas opciones son válidas y forman parte de la cultura del grano de cafeína, pero no hay duda de que Monkee Koffee apuesta por la segunda y la filosofía se percibe nada más entrar.
En medio del espacio, una enorme mesa de madera estilo nórdica, rodeada por 14 sillas (7 de un estilo y 7 de otro, colocadas unas frente a las otras como si fuesen “7 novias para 7 hermanos”), nos recibe después de que el simpático mono ilustrado -que les sirve de logotipo y que ha sido diseñado por Arancha Arroyo (dueña de “Mibloc” en la calle García de Paredes)-, nos salude con una sonrisa discreta y una divertida pajarita con lunares desde su ventajosa localización en el cristal de la puerta. Alrededor de la mesa central, más mesas, pero sin ser demasiadas. Unas con sillas, otras con bancos de pared, y la mejor de todas en una esquinita discreta, te invita a tomar posesión de un muy apetecible sofá de cuero marrón.
En la barra alta, con taburetes y vistas a la calle, el cálido mostrador está presidido por una Marzocco, una máquina de café mítica que, dentro del mundo de los especialty coffee shops, es un icono presente en los mejores cafés del mundo y cuyas especificaciones técnicas “nos permite ofrecer a nuestros clientes un café de máxima calidad”. Es más, Luis, Salva y Óscar pueden presumir de ser los primeros en instalar una FB80 roja (su modelo) en nuestro país. A su lado, las ricas ofrendas de dulces (bizcochos de arándanos, fresas, plátano con nueces, calabaza…) y salados (sándwiches o ensaladas) se codean, por supuesto, con café de granos especiales, tueste y mezcla propia, procedentes de lugares hemisféricamente sureños como Brasil, Guatemala, Colombia o Etiopía, que los atentos camareros os prepararán con mimo, agua sana y rica de Madrid (no en vano el local está a pocos metros del Canal de Isabel II) y mucho detalle. ¡La especialidad y razón de ser de la casa!
El local es muy acogedor y parece que siempre fue así, pero la buena onda que emana no ha sido tan sencilla. Llevar a cabo el proyecto les ha costado a sus valedores nada menos que 13 meses, tiempo empleado en convertir un antiguo taller de tornero (cerrado durante décadas) en un espacio en el que los muebles de inspiración y raíces vintage se mezclan con el ladrillo visto, azulejos hidráulicos, ventanas o puertas rescatadas de derribos, cemento industrial, sillas de un colegio alemán o paredes de pizarra para mostrar precios y productos, que degustan tanto los que van de paseo como los que acuden al recién estrenado mega gimnasio municipal GO Fit del Canal, los otros comerciantes del barrio o los jóvenes que llegan por la mañana, portátil en mano, dispuestos a sacarle partido a la wifi.
Finalmente, en cuanto al logotipo de Monkee Koffee, eligieron identificar su café con la imagen de un mono porque, según cuenta la leyenda, el mejor café del mundo no es el que selecciona la mano del hombre sino el estómago de una civeta (mamífero con cara de muy malas pulgas que vive en las palmeras de la India, el sur de China e Indochina), y que para muchos es casi como un mono. El café se llama Kopi Luwak y su precio ronda los 1000 euros el kilo. El animal come el grano y, en su intestino, hace una selección y expulsa solo los mejores. Y, por lo que se cuenta, pese al lado escatológico, su aroma es espectacular.
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