Mi PETiT BARRiO (nº29):
LA CERVECERíA ALEMANA
Mi PETiT BARRiO (nº29):
LA CERVECERíA ALEMANA
Puede que los veteranos del lugar recuerden esas apetitosas fuentes de ensaladilla rusa con langosta, diciendo “¡cómeme!” desde el escaparate de la Cervecería Alemana, nada menos que a 10 pesetas la ración. Lucio Burgos (en la ilustración), encargado del local desde hace 40 años, revive (casi) a diario el desfile de chóferes que se acercaban hasta la Plaza de Santa Ana para hacerse con semejante manjar por encargo de sus jefes, gente con buen paladar y mejor cuenta corriente. Hoy, en la vitrina cuelgan una docena de jamones, y se asoman deliciosas tortillas de patata, que junto con las croquetas, las empanadillas, algunas conservas deliciosas, buenos embutidos, bacalao rebozado, salchichas alemanas, y un caldito hecho a conciencia, hervido hasta exprimir la sustancia de huesos y carne de morcillo. Sin prisas, como si tuvieran todo el tiempo del mundo.
Ciento diez años acumulan muchos objetos que ya existían en la apertura del local, en 1904, aunque la Guerra (in)Civil se llevó la chimenea prusiana y el gran espejo bávaro. Imposible contar las idas y venidas del péndulo del reloj de pared, las muescas de los veladores de mármol, el acero inoxidable de la barra, los nombres ilustres que han disfrutado de esa bebida extranjera y rubia llegada de Alemania, que se instaló en esa esquina de la Plaza de Santa Ana, ante los ojos de quienes no apostaban un céntimo por su éxito. ¿Cómo en Madrid, la cerveza iba a desplazar el vino? Pues en enero de 1905, nueve meses después de su apertura, se habían dispensado nada menos que 91.683 litros de mágico elixir contra la sed. La idea de convertir aquel local en un refugio para teutones nostálgicos fue de un grupo de hombres de negocios, todos ellos germánicos, que lo reformaron al modo bávaro de su tierra natal. Y así nació la primera cervecería alemana de la Villa.
20 años después, en 1924, el negocio pasó a manos de Ramón González Peláez, un asturiano que emigró a Madrid huyendo del seminario; y desde entonces, es un negocio familiar, que ha visto 4 intervenciones urbanísticas en la Plaza, una contienda civil, narrada por Hemingway desde la mesa pegada al ventanal, el romance de Ava Gadner con Luis Miguel Dominguín, las fiestas flamencas que armaba Lola Flores a puerta cerrada, hasta bien entrado el día, y toda una lista de celebridades entre su clientela como Valle Inclán concentrado en sus partidas de mus, Jardiel Poncela, Azaña, Benavente, los toreros de la época, que recalaban también en el antiguo Hotel Victoria, y tantos actores que han pisado el escenario de otro vecino ilustre, el Teatro Español.
La Alemana, como también se le ha llamado muchas veces, presume de no haber cerrado más que por vacaciones, con una salvedad. En el 68, la sala se llenó de jóvenes melenudos con ropa desgastada y colorista, atraídos por su aire bohemio y la fama de liberal del establecimiento. 30 días de clausura, fingiendo una reforma, y vuelta al tajo con un cartel, prohibiendo la entrada a beatniks, hippies, y tribus similares, que al parecer asustaban a la clientela habitual.
No podemos olvidar a Polvorilla, un caballo llegado desde Getafe que irrumpió de repente en el local, en busca de su amo, que se tomaba tranquilo una caña de cerveza. Pero, muchos dudan si aquello fue un gesto de amor, o de hambre, ya que el animal entró, literalmente, hasta la cocina.
La Alemana acaba de cumplir 110 años. ¡Ven a celebrarlo! ¡Salud!
(De Sol Alonso, el 27 de diciembre de 2014)
Referencias útiles:
CERVECERíA ALEMANA
Plaza de Santa Ana, 6
28012 Madrid
914 297 033
M Sol / Antón Martín
Horario:
- Los Miércoles y Jueves: de 11h hasta las 00:30;
- Los Jueves y Sábados: de 11h hasta las 2h de la madrugada;
- Los Domingos y Lunes: de 11h hasta las 00:30.
Para seguir los pasos centenario de la CERVECERíA ALEMANA, conéctate a su web y su Facebook.
[Volver a Mi Petit Gourmet, Callejero o Blogosfera]
Puede que los veteranos del lugar recuerden esas apetitosas fuentes de ensaladilla rusa con langosta, diciendo “¡cómeme!” desde el escaparate de la Cervecería Alemana, nada menos que a 10 pesetas la ración. Lucio Burgos (en la ilustración), encargado del local desde hace 40 años, revive (casi) a diario el desfile de chóferes que se acercaban hasta la Plaza de Santa Ana para hacerse con semejante manjar por encargo de sus jefes, gente con buen paladar y mejor cuenta corriente. Hoy, en la vitrina cuelgan una docena de jamones, y se asoman deliciosas tortillas de patata, que junto con las croquetas, las empanadillas, algunas conservas deliciosas, buenos embutidos, bacalao rebozado, salchichas alemanas, y un caldito hecho a conciencia, hervido hasta exprimir la sustancia de huesos y carne de morcillo. Sin prisas, como si tuvieran todo el tiempo del mundo.
Ciento diez años acumulan muchos objetos que ya existían en la apertura del local, en 1904, aunque la Guerra (in)Civil se llevó la chimenea prusiana y el gran espejo bávaro. Imposible contar las idas y venidas del péndulo del reloj de pared, las muescas de los veladores de mármol, el acero inoxidable de la barra, los nombres ilustres que han disfrutado de esa bebida extranjera y rubia llegada de Alemania, que se instaló en esa esquina de la Plaza de Santa Ana, ante los ojos de quienes no apostaban un céntimo por su éxito. ¿Cómo en Madrid, la cerveza iba a desplazar el vino? Pues en enero de 1905, nueve meses después de su apertura, se habían dispensado nada menos que 91.683 litros de mágico elixir contra la sed. La idea de convertir aquel local en un refugio para teutones nostálgicos fue de un grupo de hombres de negocios, todos ellos germánicos, que lo reformaron al modo bávaro de su tierra natal. Y así nació la primera cervecería alemana de la Villa.
20 años después, en 1924, el negocio pasó a manos de Ramón González Peláez, un asturiano que emigró a Madrid huyendo del seminario; y desde entonces, es un negocio familiar, que ha visto 4 intervenciones urbanísticas en la Plaza, una contienda civil, narrada por Hemingway desde la mesa pegada al ventanal, el romance de Ava Gadner con Luis Miguel Dominguín, las fiestas flamencas que armaba Lola Flores a puerta cerrada, hasta bien entrado el día, y toda una lista de celebridades entre su clientela como Valle Inclán concentrado en sus partidas de mus, Jardiel Poncela, Azaña, Benavente, los toreros de la época, que recalaban también en el antiguo Hotel Victoria, y tantos actores que han pisado el escenario de otro vecino ilustre, el Teatro Español.
La Alemana, como también se le ha llamado muchas veces, presume de no haber cerrado más que por vacaciones, con una salvedad. En el 68, la sala se llenó de jóvenes melenudos con ropa desgastada y colorista, atraídos por su aire bohemio y la fama de liberal del establecimiento. 30 días de clausura, fingiendo una reforma, y vuelta al tajo con un cartel, prohibiendo la entrada a beatniks, hippies, y tribus similares, que al parecer asustaban a la clientela habitual.
No podemos olvidar a Polvorilla, un caballo llegado desde Getafe que irrumpió de repente en el local, en busca de su amo, que se tomaba tranquilo una caña de cerveza. Pero, muchos dudan si aquello fue un gesto de amor, o de hambre, ya que el animal entró, literalmente, hasta la cocina.
La Alemana acaba de cumplir 110 años. ¡Ven a celebrarlo! ¡Salud!
(De Sol Alonso, el 27 de diciembre de 2014)
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28012 Madrid
914 297 033
M Sol / Antón Martín
Horario:
- Los Miércoles y Jueves: de 11h hasta las 00:30;
- Los Jueves y Sábados: de 11h hasta las 2h de la madrugada;
- Los Domingos y Lunes: de 11h hasta las 00:30.
Para seguir los pasos centenario de la CERVECERíA ALEMANA, conéctate a su web y su Facebook.
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