MAMA CAMPO
MAMA CAMPO
Pachamama, la Madre Tierra. Una divinidad protectora y proveedora. El núcleo de la vida y la conexión con la naturaleza. La Pachamama es el centro del sistema de creencias ecológico-sociales de los pueblos indígenas de los Andes de Sudamérica… pero resulta que, desde hace poco menos de 1 mes, en Chamberí, que somos más chulapos y menos incas, no tenemos a la Madre Tierra sino a Mama Campo. Un proyecto ecológico y gastronómico, compuesto por un colmado y un restaurante, que llama la atención de todos los que pasan por delante.
Aunque en su carnet de identidad se resalte el concepto ecológico, Mama Campo nace con la intención de romper con los típicos tópicos que encienden las alarmas de todos aquellos para los que la palabra ecología es sinónimo de friki verde. Aquí, independientemente de la clasificación dietética a la que se pertenezca, tienen cabida desde un yogui vegano con intolerancia a la lactosa y aversión a los productos con gluten hasta un señor del barrio de toda la vida que se toma la cañita fresca con una tapa de torreznos en el bar de la esquina. Todos cuentan y para todos hay productos.
Fruto de mucho trabajo, tiempo y esfuerzo, el modelo de negocio de Mama Campo es la materialización de un proceso en el que sus socios fundadores, Nacho Aparicio (en la ilustración) y David Yllera de la Concha, han puesto sus ideas, esperanzas y, puede que, casi todo su dinero. Aunque ninguno de los 2 se había puesto un delantal antes de empezar (ahora llevan, cada día, los de la firma madrileña peSeta), Nacho, “cansado de tanto director de marketing y brand manager”, vendió su agencia de publicidad, David dejó el mundo del marketing y el desarrollo comercial de grandes empresas y los 2 unieron sus fuerzas para montar este nuevo proyecto con el corazón: “Éramos consumidores de lo ecológico, pero todo lo que encontrábamos en Madrid era o muy caro (en Mama Campo los precios no hacen que se te erice el vello), o de procedencia extranjera (en Mama Campo todo es español y una gran parte, además, madrileño), o escaso en surtido (en Mama Campo hay variedad y calidad al mismo tiempo); así que decidimos que debíamos intentar poner en marcha el lugar en el que a nosotros nos gustase comprar”. Se pusieron manos a la obra y no dejaron nada al azar.
Cada detalle está pensado hasta el delirio y, nada más franquear la puerta, una sincera energía positiva te envuelve invitándote a tomarte tu tiempo a la hora de comprar o de comer. ¿Será porque, en Mama Campo, todos los productos frescos son de temporada? “Salvo algunas excepciones como el tomate que, de momento y hasta que en junio o julio llegue de Madrid, está llegando -por petición popular- de los invernaderos ecológicos de Murcia y Almería”, nos reconoce Nacho. ¿Será, entonces, porque todos los productos tienen un denominador común: procedan directamente del pequeño productor? Algo que a Nacho y a David les ha costado más de un año de trabajo ya que: “al no querer trabajar con grandes empresas sino pequeñas, condicionó y, a veces, complicó la logística, el transporte y hasta la comunicación”. ¿Será, quizás, porque todos los productos tienen certificación ecológica y nombre propio? Las hortalizas y frutas son de Ángel, Albano, Tomeu y Paquita; las legumbres de Amancia y Cristina; los huevos de las gallinas felices de Mikel; la leche de Julio; los yogures y quesos de Alfredo, Cristina y Patxi; los aceites de Fernando y Consuelo; los pollos de Albert; la miel de las colmenas de Antonio; el pan artesano de Javier Marca (Panic), etc… ¿O será porque todo te entra por los ojos gracias a una decoración de excepción?
Sí, porque una de las cosas que más llaman la atención de ambos espacios es el trabajo de decoración que se ha realizado. Nacho lo explica -como contesta a casi todo lo que se le pregunta- con transparencia y del tirón: “Hemos invertido mucho, más de lo que se invierte en otro locales de restauración, pero es que queríamos, por un lado, dotar de presencia a la marca y, por otro, que la gente se quite el miedo a lo ecológico”. Entonces, pone sus armas de publicista sobre la mesa e idea un espacio muy acogedor en el que se implicarían artesanos, diseñadores y artistas que han cedido alguna obra o han rebajado sus precios para poder estar en el proyecto, porque “la decoración también es una manera de abrir otras líneas de comunicación más allá de lo puramente ecológico”. Todo en Mama Campo es de diseño sostenible, relacionado con el reciclaje y con números uno del diseño. En otras palabras, la decoración del local se ha convertido en la mejor tarjeta de visita de Mama Campo ya que revistas como AD (Arquitectural Digest), Nuevo Estilo o el New York Times no han tardado nada en hacerle un hueco entre sus páginas satinadas, a pesar de llevar tan solo un par de semanas abierta al público.
Gracias a Mama Campo, una vez más, se demuestra que, por suerte, otras formas de consumo y de colaboración son posibles. ¡Muchas gracias!
PD nº1: Como cada uno de los proveedores de Mama Campo, la decoración tiene nombres propios. Diseñadores como Maarten Bas, Wow Estudio, Dirk Van der Kooij, La Casita de Margaux, Pablo Limón, Pilar de Prada, Álvaro Catalán de Ocón, Inés Benavides y Txula Artesanía se codean con las obras de artistas como, entre otros, Carlos Villoslada, Sr. García, Elena Hormiga, Caseta Mágica y Jacobo Gavira… Detalles textiles como los uniformes de Ecoalf e IOU Project, la vajilla de Costa Nova se maridan sin rechistar con las maravillosas paredes y techos de la cooperativa de bioconstrucción Qatay, el arte vegetal de Llorens&Durán, los toldos de Juan Sánchez (“el artesano espartero”), y los diseños de Loop Loop Studio… En fin, un verdadero lujo de calidades y estilos que cautivan a quien decida entrar en el local.
PD nº2: Finalmente, Mama Campo no solo colabora con La Cocinita de Chamberí (porque los niños también tienen derecho a tener un espacio en el mágico mundo de los productos sanos y ecológicos) sino también con ONGs y Fundaciones como Pardo-Valcarce, Onyar La Selva, el comedor social de Chamberí y Fabrics for Freedom.
(De Noemí Z., el 19 de marzo de 2014)
Referencias útiles:
MAMA CAMPO
Calle de Trafalgar, 22 (esquina con la Plaza Olavide)
28010 Madrid
916 227 516 (Tienda)
914 474 138
M Quevedo / iglesia / Bilbao
Precio medio del restaurante: 25 euros. PD: Mama Campo es un restaurante de cocina tradicional española. Se come carrillera de cerdo, hamburguesa de ternera, pucheros, cocidos, arroz meloso, carnes, ensaladas, guisos con ingredientes naturales. “Aquí no hay tofu, no hay quinoa, no hay semillas raras”, como dice Nacho Aparicio. También, hay ricos desayunos y meriendas.
Horario:
De Lunes a Sábado: de 10h a 20h.
Los Domingos: de 10h a 14h.
Para seguir los pasos gastro-ecológicos de MAMA CAMPO, conéctate a su Facebook y, en breve, a su web.
[Volver a Mi Petit Gourmet, Callejero o Blogosfera]
Pachamama, la Madre Tierra. Una divinidad protectora y proveedora. El núcleo de la vida y la conexión con la naturaleza. La Pachamama es el centro del sistema de creencias ecológico-sociales de los pueblos indígenas de los Andes de Sudamérica… pero resulta que, desde hace poco menos de 1 mes, en Chamberí, que somos más chulapos y menos incas, no tenemos a la Madre Tierra sino a Mama Campo. Un proyecto ecológico y gastronómico, compuesto por un colmado y un restaurante, que llama la atención de todos los que pasan por delante.
Aunque en su carnet de identidad se resalte el concepto ecológico, Mama Campo nace con la intención de romper con los típicos tópicos que encienden las alarmas de todos aquellos para los que la palabra ecología es sinónimo de friki verde. Aquí, independientemente de la clasificación dietética a la que se pertenezca, tienen cabida desde un yogui vegano con intolerancia a la lactosa y aversión a los productos con gluten hasta un señor del barrio de toda la vida que se toma la cañita fresca con una tapa de torreznos en el bar de la esquina. Todos cuentan y para todos hay productos.
Fruto de mucho trabajo, tiempo y esfuerzo, el modelo de negocio de Mama Campo es la materialización de un proceso en el que sus socios fundadores, Nacho Aparicio (en la ilustración) y David Yllera de la Concha, han puesto sus ideas, esperanzas y, puede que, casi todo su dinero. Aunque ninguno de los 2 se había puesto un delantal antes de empezar (ahora llevan, cada día, los de la firma madrileña peSeta), Nacho, “cansado de tanto director de marketing y brand manager”, vendió su agencia de publicidad, David dejó el mundo del marketing y el desarrollo comercial de grandes empresas y los 2 unieron sus fuerzas para montar este nuevo proyecto con el corazón: “Éramos consumidores de lo ecológico, pero todo lo que encontrábamos en Madrid era o muy caro (en Mama Campo los precios no hacen que se te erice el vello), o de procedencia extranjera (en Mama Campo todo es español y una gran parte, además, madrileño), o escaso en surtido (en Mama Campo hay variedad y calidad al mismo tiempo); así que decidimos que debíamos intentar poner en marcha el lugar en el que a nosotros nos gustase comprar”. Se pusieron manos a la obra y no dejaron nada al azar.
Cada detalle está pensado hasta el delirio y, nada más franquear la puerta, una sincera energía positiva te envuelve invitándote a tomarte tu tiempo a la hora de comprar o de comer. ¿Será porque, en Mama Campo, todos los productos frescos son de temporada? “Salvo algunas excepciones como el tomate que, de momento y hasta que en junio o julio llegue de Madrid, está llegando -por petición popular- de los invernaderos ecológicos de Murcia y Almería”, nos reconoce Nacho. ¿Será, entonces, porque todos los productos tienen un denominador común: procedan directamente del pequeño productor? Algo que a Nacho y a David les ha costado más de un año de trabajo ya que: “al no querer trabajar con grandes empresas sino pequeñas, condicionó y, a veces, complicó la logística, el transporte y hasta la comunicación”. ¿Será, quizás, porque todos los productos tienen certificación ecológica y nombre propio? Las hortalizas y frutas son de Ángel, Albano, Tomeu y Paquita; las legumbres de Amancia y Cristina; los huevos de las gallinas felices de Mikel; la leche de Julio; los yogures y quesos de Alfredo, Cristina y Patxi; los aceites de Fernando y Consuelo; los pollos de Albert; la miel de las colmenas de Antonio; el pan artesano de Javier Marca (Panic), etc… ¿O será porque todo te entra por los ojos gracias a una decoración de excepción?
Sí, porque una de las cosas que más llaman la atención de ambos espacios es el trabajo de decoración que se ha realizado. Nacho lo explica -como contesta a casi todo lo que se le pregunta- con transparencia y del tirón: “Hemos invertido mucho, más de lo que se invierte en otro locales de restauración, pero es que queríamos, por un lado, dotar de presencia a la marca y, por otro, que la gente se quite el miedo a lo ecológico”. Entonces, pone sus armas de publicista sobre la mesa e idea un espacio muy acogedor en el que se implicarían artesanos, diseñadores y artistas que han cedido alguna obra o han rebajado sus precios para poder estar en el proyecto, porque “la decoración también es una manera de abrir otras líneas de comunicación más allá de lo puramente ecológico”. Todo en Mama Campo es de diseño sostenible, relacionado con el reciclaje y con números uno del diseño. En otras palabras, la decoración del local se ha convertido en la mejor tarjeta de visita de Mama Campo ya que revistas como AD (Arquitectural Digest), Nuevo Estilo o el New York Times no han tardado nada en hacerle un hueco entre sus páginas satinadas, a pesar de llevar tan solo un par de semanas abierta al público.
Gracias a Mama Campo, una vez más, se demuestra que, por suerte, otras formas de consumo y de colaboración son posibles. ¡Muchas gracias!
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