COOK iT YOURSELF - Mi Petit Madrid * - RECETA DE AMOR (nº9):ESCABECHE DE VERDURAS A LA MADRiLEÑA

RECETA DE AMOR (nº9):
ESCABECHE DE VERDURAS A LA MADRiLEÑA

Ingredientes para 2 personas:
1 calabacín
1 pimiento verde
1 pimiento rojo
1 berenjena
1 cebolla
2 dientes de ajo
1 vaso de vino blanco seco
2 cucharadas de vinagre de vino
Harina
Aceite de oliva
1 clavo de olor
Sal y pimienta

En recuerdo de Don Tomás Herranz, que tanta amistad supo derrochar.

Sueño tantas veces cosas que ya conocí... y que se fueron de las manos, de la vida, dejando un recuerdo imborrable de sensaciones y amistades que nunca he compartido con usted, y que sé, que por mucho que le explique, se resumen en tan pocas y parcas palabras que mejor lo dejo.

Aunque haciéndoselo, cocinándoselo, y aunque usted no me considere un gran cocinero, puede que por ósmosis comprenda esa pequeña parte de vivencias mías que se me escapan al galope cuando intento explicarle como me siento, a veces triste, pese a andar por los Madriles con usted en un largo paseo, y solo el ventear ese viejo local de la calle del Prado, una nostalgia que se torna infinita, se agarrota en mi garganta, procurando mojar más mis ojos que dejar brotar una insignificante sílaba, con la que comenzar a desandar lo ya andado, corrido, y fijarme en el Mercado de San Fernando, mientras engullo un café, oscuro como mi tristeza, ardiente como mis miradas que por miriadas se escapan en su búsqueda, y amargo como los recuerdos de amigos que ya se fueron.

Mientras pienso todo esto, bajo Amaniel, por la mitad del carril, andando en pasos que se apresuran más por la lejanía del Mercado, que por lo empinada que puede llegar a ser al paso de las Comendadoras.

Y, ya en el refugio de sombras del de Mostenses, comienzo a dejar a mis ojos que se acaricien de los frutos de la verdulería de Mariano. Y voy escogiendo cada una de las hortalizas con el deleite de morderla a usted, suavemente, los labios.

La cebolla ya se peló sola, y la corté en tiritas finas. Y los ajos se cortaron en láminas. Y comienzo a pocharlos en una olla baja. A fuego lento. Que suden de estos calores estivales de plomizas noches, que nos prometen, entre los sudores de tres o cuatro estertores que se vuelven cansinos.

Mientras corto en tiras gordas como dos dedos las demás verduras. Ya las dejo con un ligero toque de sal, que vayan purgando su paso por la tierra, con ese sudor fino que me invade al caminar rumbo a su derrota marinera.

Y en cuanto la cebolla está translúcida y tierna, le agrego el vinagre y el vino. Dejo que cueza un par de minutos, y vierto un par de vasos de agua.

Enharino las verduras por partes y comienzo a freírlas hasta que se queden tiernas; como mis ojos que están pensando en usted, sin hacer caso de todo lo que estamos haciendo ahora. Y las voy echando al escabeche, para terminarlas con el clavo de olor, sal, pimienta y un hervor final de tres minutos.

Y dejo enfriar. Y mientras percibo los olores de un vino tinto fresco, intento no meter la pata, y adivinar si usted las prefiere templadas, como sus miradas. O frías como sus palabras lo son tantas veces contra mí.

¿Quién dijo que el veneno, como el Champagne, se toma helado?

De Miguel López Castanier, de La Taberna de Liria.

En recuerdo de Don Tomás Herranz, que tanta amistad supo derrochar.

Y en cuanto la cebolla está translúcida y tierna, le agrego el vinagre y el vino. Dejo que cueza un par de minutos, y vierto un par de vasos de agua.

¿Quién dijo que el veneno, como el Champagne, se toma helado?

De Miguel López Castanier, de La Taberna de Liria.

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