La historia de la Humanidad está repleta de nombres propios, que son ejemplos a seguir por su implicación en convertir el mundo en un sitio mejor. Entre estos nombres, destaca el de Helen Keller quien hizo de su vida un ejemplo de superación y una lucha por la integración y el aprendizaje de las personas con discapacidad. (Petit) homenaje a la primera escritora, activista y oradora sordociega de la Historia.

   Helen Adams Keller nació en la ciudad de Tuscumbia (Alabama), un 27 de junio de 1880, no solo con todos sus sentidos en plenas facultades (al igual que la mayoría de los bebés sanos), sino que a los pocos meses de vida, empezó a dar cuenta de una extraordinaria inteligencia y enormes capacidades de aprendizaje. Con menos de un año, ya decía algunas palabras, y su vista era manifiestamente aguda, ya que era capaz de encontrar un alfiler en el suelo con bastante facilidad. La enfermedad la sobrevino recién cumplidos los 19 meses de edad. Los médicos de entonces le diagnosticaron una congestión cerebro-estomacal, pero hoy en día, se cree que pudo haber sido meningitis, escarlatina o sarampión. Si la pequeña Helen logró salvar su vida, aquella dura enfermedad le arrebató sus capacidades para ver y oír.

   Tras aquel traumático episodio, la niña empezó a desarrollar un carácter difícil a consecuencia de la frustración, que le suponía no poder comunicarse. Se decía de ella que era déspota, salvaje, tiránica, furiosa... Afortunadamente para ella, sus padres gozaban de una buena situación socioeconómica, lo les llevó a investigar sin descanso alguna manera para que su pequeña pudiera llegar a tener algún tipo de instrucción. De casualidad (si existe), conocieron a un otorrinolaringólogo, que les recomendó que fueran a ver a Alexander Grahan Bell, quien en aquel momento, estaba trabajando con niños sordos en Baltimore. El inventor y logopeda británico les derivó, a su vez, al Insituto Perkins para sordos donde el director les recomendó a una joven ex estudiante, también con discapacidad visual, que sin duda hizo de Helen la gran mujer que acabó siendo.

   Anne Sullivan (1866-1936) comenzó a dar clases a Helen cuando la niña estaba a punto de cumplir 7 años, y tan solo la muerte de Anne hizo que se separasen. Desde el minuto uno, Anne demostró ser una maestra con un talento excepcional, que supo observar y describir el desarrollo gradual de su alumna. Primero le enseñó un sistema nuevo, basado en el lenguaje de signos tocando la palma de su mano, para reconocer las letras, las palabras y su significado, y poder así comunicarse con los demás. Sullivan siempre la trató exactamente igual que a los demás niños, con la única diferencia que para comunicarse con ella utilizaba ese lenguaje del deletreo manual.

   Luego, como un desafío (siempre) lleva a otro, una vez que Helen hubo aprendido a “hablar”, le tocó aprender a leer, y de nuevo Sullivan aplicó un método a base de pequeños cartones con letras en relieve, que al ordenarlos formaban oraciones cortas. Y cuando la niña dominó aquello, Anne se atrevió con la aritmética, la botánica y la zoología. No había nada que se le resistiera a Helen Keller. Cada vez que conseguía aprender algo nuevo, necesitaba más. En pocos meses, aprendió a leer y escribir en braille. También era capaz de leer los labios de las personas, tocando su boca y sintiendo la vibración que se producía. Aquel extraordinario resurgir cambió por completo su carácter. Se convirtió en una persona mucho más amable y civilizada, que acabó siendo una gran filántropa.

   Después de estudiar secundaria en el Instituto Perkins (el mismo en el que se había graduado Sullivan), Helen se matriculó en la universidad. Cuando entró en el Radcliffe College dando la bienvenida al siglo XX, y siempre acompañada por su fiel amiga, maestra y casi hermana, descubrió las ideologías de izquierdas, y tomó conciencia de la falta de derechos de los trabajadores. También comenzó a interesarse por los movimientos feministas, mostró su apoyo público a la causa de Emmeline Pankhurst, la gran defensora del derecho a voto de las mujeres, y en 1903, publicó su primer libro autobiográfico, titulado La historia de mi vida, que sería elogiado por muchos críticos. Y un año después, consiguió su título con honores, siendo la primera persona sordociega, que conseguía un título de grado universitario.

   Por su parte, Anne Sullivan se casó ese mismo año con un socialista, que introdujo a Helen en las teorías de Marx y Engels, y en 1905, la recién licenciada también se afilió al partido socialista. Más adelante, se unió al Industrial Workers of the World así como a varias organizaciones que luchaban contra el racismo, lo que no gustó mucho a la opinión pública, sobre todo a las alas más conservadoras. Varios periodistas que unos años antes habían elogiado sus logros, y la habían puesto como ejemplo de superación, dieron la vuelta a la tortilla ridiculizándola diciendo que sus ideas eran fruto precisamente de su discapacidad, y que una persona que era sorda y ciega no podía sino errar en sus concepciones políticas. Ante esas -estúpidas- críticas, Helen nunca se achantó ni renegó de su compromiso.

   Durante la Primera Guerra Mundial, siempre defendió posturas antibelicistas, mostrando su oposición a la participación de EE.UU. en el conflicto. Su actitud pacifista así como su lucha por los derechos de las personas con discapacidad la llevó a realizar multitud de conferencias a lo largo y ancho del país del Tío Sam. Pero en 1924, se retiró del activismo político para centrarse en su lucha por los derechos de las personas ciegas, y gracias tanto a sus estudios sobre reeducación como a su implacable lucha, consiguió que las condiciones de los invidentes mejoraran muchísimo.

   En 1936, la muerte se llevó a quien había estado a su lado, literalmente en cada momento, durante 49 años. Y para superar su inmensa pena (“Ofrezco una súplica temblorosa al Señor, porque si ella se va, voy a quedar realmente ciega y sorda” había dejado escrito Helen unos años antes), y rendir homenaje a su gran maestra, Helen siguió adelante, escribiendo libros y viajando por medio mundo recaudando fondos para la Fundación Americana para Ciegos, y defendiendo sus posturas pacifistas. Visitó Hiroshima y Nagasaki poco después del ataque atómico, y se solidarizó con los soldados que, tras la Segunda Guerra Mundial, habían quedado ciegos e inválidos. También participó en el rodaje de un documental sobre su vida, “Helen Keller in Her Story”, de Katharine Cornell, que ganó el Óscar al Mejor Documental, en 1954.

   Pero a partir de 1961, una serie de derrames cerebrales hicieron que redujera sus apariciones públicas. En 1964, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad -uno de los reconocimientos civiles más importantes de EE.UU.-, de mano del presidente Johnson. Un año después su nombre se incluyó en el National Women's Hall of Fame.

   A punto de cumplir 88 años, Helen Keller falleció el 01 de junio de 1968, mientras dormía. Y desde 1980, por decreto del presidente Jimmy Carter, el día de su natalicio (el 27 de junio) es conmemorado como el “Día de Helen Keller”, y en 1989, fue declarado Día Internacional de la Sordoceguera.

PD (nº1) luchadora: Lo que impulsó a Helen a superarse cada día era su fuerte interés por la comunicación. Su vida cambió en el momento en que entendió que era capaz de hacerlo, incluso en algún momento de su vida, manifestó que “entre no ver y no oír, sin ninguna duda es mucho peor no oír, pues no ver te incomunica con los objetos pero no oír te incomunica con las personas, y eso te convierte en un objeto... No puedo hacer todo, pero aún así puedo hacer algo; y justo porque no lo puedo hacer todo, no renunciaré a hacer lo que sí puedo”.

PD (nº2) indiscreta: La escritora y activista nunca se casó, aunque tuvo un pequeño romance con el periodista Peter Fagan, que le declaró su amor, pero ella le rechazó, ¿mal aconsejada? por su familia que consideraba que una persona con discapacidad no podía casarse.

PD (nº3) perruna: En un viaje a Japón, la escritora conoció la historia del perro Hachiko, y le gustó tanto que quiso tener un ejemplar de esa raza, akita, con ella. El gobierno japonés le regaló dos, ya que el primero murió muy pronto. Dicen que fue ella la que introdujo y popularizó esta raza de perros en Estados Unidos.

PD (nº4) toponímica: El nombre de Helen Keller ha sido mundialmente reconocido y homenajeado en calles de todo el mundo. En España, si quieres vivir en la calle de Helen Keller, puedes hacerlo mudándote al municipio madrileño de Getafe.

                                             (De María Glück, el 27 de junio de 2015)

Referencias útiles:
DíA iNTERNACiONAL DE LA SORDOCEGUERA

¿CUÁNDO? El Sábado 27 de junio de 2015, a las 11h30.

¿QUÉ? Marcha por las personas sordociegas, organizada por la Asociación de Sordociegos de España.

¿DÓNDE? Desde la Plaza de Oriente hasta la Puerta del Sol.

Más info en la web de la ASOCiDE (también en Facebook y Twitter).

Para saberlo todo de HELEN KELLER, conéctate en inglés a la web de su Fundación.

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