Mi PETiT COMPROMiSO - Mi Petit Madrid * - CRÓNiCA SENTiMENTAL DEL CSO LA TRABA

CRÓNiCA SENTiMENTAL DEL CSO LA TRABA

10 de abril de 2007. La historia se repite. El mismo grupo de jóvenes que un mes antes había sido desalojado del CSO Milano, antiguo salón de bodas en el Alto de Extremadura, localiza una enorme nave antes destinada a taller mecánico de autobuses, que lleva cerrada el tiempo suficiente como para considerarla abandonada y víctima de un futuro incierto, en el Distrito de Arganzuela.

“Okupar es devolver la vida a los espacios muertos. Resucitar edificios, darles una segunda oportunidad”, dicen quienes reivindican la recuperación de un espacio tomado por la nada. Poco importa lo que el edificio haya sido en su otra vida. La tarea de devolverles el aliento comienza casi siempre igual. Una vez dentro, el reino de Diógenes exhibe sus tesoros, algunos tan al margen del paso del tiempo, que se diría tratados por un taxidermista.

Cristales rotos, cajas de cartón, papeles amontonados en cualquier esquina. Restos del contaminante consumo humano, bolsas donde hubo patatas, celofanes que envolvieron bollería industrial, cascos vacíos, paquetes de tabaco sin un solo pitillo, insectos vivos, muertos, consumidos, paredes heridas, puertas sin quicio, y umbrales sin puertas…

Lo primero es limpiar. Cuando la nave tiene la cara aseada, toca maquillarla. Por fuera, la fachada blanca de La Traba, llena de graffitis, resulta inconfundible. Por dentro, se trata de no dejar un palmo de pared sin decorar. El resultado es espectacular: murales bien trabajados y paredes tan tatuadas como la piel de quienes frecuentan el local.

Llega la hora del reparto. Aquí un escenario, allá la zona de bicis, en el centro las cuestas para los skaters y MBX, en aquel cuadrado quizás veladas de boxeo, más allá, insonorizando las paredes, puede ir un pequeño local de ensayo, y hasta un estudio de grabación, y allá, la biblioteca. Alguien hablará con los vecinos para negociar horarios y decibelios. Un ejemplo, la percusión eléctrica tendrá límites. Baterías enchufadas, solo tres horas al día.

A las fiestas se accede con orden, igual que a los conciertos, sin reventar aforos ni trasnochar en exceso. Aunque la afluencia pertenece a la secta del divino tesoro, La Traba no es excluyente con ningún vecino del barrio, porque el derecho de admisión solo se activa para parar los pies a los que busquen bronca.

La Traba defiende el ocio alternativo de los vecinos de Arganzuela. Gracias a su programa de actividades gratuitas, el barrio disfruta de música, baile, teatro, baloncesto o veladas de boxeo. Sin olvidar que gracias a La Traba, muchos han descubierto las vistosas piruetas de las bicis voladoras o BMX, modalidad surgida en California allá por los 70, cuando los ciclistas quisieron emular a los arriesgados pilotos de motocross. En La Traba, está la mayor pista cubierta del país. Unos 500 bikers acuden cada semana a la nave a perfeccionar sus vuelos sobre dos ruedas. Un deporte de riesgo que exige casco y vigilancia, y cuya práctica en la calle es siempre más peligrosa.

Cuando suena algo de rap, qué es casi siempre, los más adelantados siguen la cadencia de las rimas haciendo de su cuerpo una peonza. Otras veces se corea el tema que allí mismo grabó el grupo “España es idiota”.

Claro que hay política en el CSO La Traba. Un proyecto basado en las necesidades de ocio, cultura, y mucho más, de la clase obrera, está obligado a tener ideología. Acciones colectivas para intereses nada personales. Resistencia y autogestión bien organizada. Son antifascistas. Anticapitalistas, antirracistas y, sobre todo, muy de barrio. La Traba cuenta con una oficina de desobediencia económica y un grupo de consumo, encargado, entre otras tareas, de la recogida de alimentos para familias en situación precaria.

El pasado mes de julio, se programó una alarma para el día 22. Una llamada de atención y solidaridad regada con chocolate y churros. Quieren desalojar La Traba y precintar la nave. La resistencia se organiza en un suspiro. Una docena de bandas se ofrecen para el concierto stop desalojo. Tras 7 años de okupación, su lema es “La Traba, 50 años más”, “No queremos ser otro Can Vives”, “El capitalismo no funciona”, “Con esta casa no se especula, es del pueblo”, “No sabemos de dinero, sabemos de ilusiones”, decían las pancartas.

Y al lado, el anagrama. Un puño cerrado que parece salir del centro de la tierra con las venas de las muñecas convertidas en raíces profundas.

El edificio es propiedad de una empresa que pretendía levantar allí 110 viviendas de lujo. La burbuja inmobiliaria truncó sus planes y el posible negocio se fue al garete. La nave quedó completamente abandonada, hasta la okupación de 2007.

Esa tarde del 22 de julio, más de 200 personas de diferentes colectivos, vecinos y medios de comunicación, se apostaron frente a la puerta blanca para evitar la toma de la nave por la policía. El desalojo se anuló por “falta de contingente policial”. La suspensión es momentánea, pero se considera un triunfo. Así se lo contaba a los medios de comunicación Raúl Rivero, portavoz del CSO La Traba, que trabaja por y para el barrio.

20 de agosto de 2014. La historia se repite. Aprovechando el verano, “la pala excavadora contratada por la promotora inmobiliaria Aiser S.A.” (*) acabó, por orden judicial y a traición, con el Centro Social Okupado La Traba…

(De Sol Alonso, el 20 de agosto de 2014)

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Y al lado, el anagrama. Un puño cerrado que parece salir del centro de la tierra con las venas de las muñecas convertidas en raíces profundas.

(De Sol Alonso, el 20 de agosto de 2014)

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