Dicen que su sonido emula al de la naturaleza y que acumulan tanta sabiduría y misterio como siglos tienen de Historia. Compuestos por una aleación artesanal de 7 metales, plata, oro, mercurio, estaño, plomo, hierro y cobre, entre todos ellos hay que prestar especial atención a 2, pues de la fusión del cobre y del estaño se obtiene el bronce, que apareció por primera vez en la Antigua China (4.500 a.C.) y con el que se fabricaban cuencos y campanas cuyo sonoridad tenía tal importancia que había auténticos estudiosos de su acústica.

   Aunque esto pudiera parecer una pista del pasado, en realidad desentrañar el origen de los cuencos tibetanos (en la ilustración) no es tarea fácil. A Occidente llegaron en los años 70 de manos de los hippies recién aterrizados de India o Nepal, y a España a finales de los 80 y principios de los 90, pero su historia comienza mucho antes, y la mayoría de los investigadores los sitúan como legado de la religión animista Bon, creada por el príncipe Shenrab Mibo en el siglo V a.C. Esta creencia, presente en el Tibet varios siglos antes que el budismo, era conocida por unos magos y chamanes que rendían culto al Fuego y le daban por igual a la brujería blanca o negra.

   Con el tiempo, las rutas de mercancías, en especial la de la seda, ayudaron a extender por todo el Himalaya, no solo textiles, sino también otras herramientas y utensilios de trabajo y cocina, como los cuencos tibetanos. Y aquí es donde muchos dudan, pues para entonces la religión Bon ya convivía con el Budismo y los hay que defienden que los cuencos nacieron con el Buda Siddharta Gautama, fundador de la religión (560-480 a. C).

   Sea quien fuera el que ordenó su creación, si los chamanes bonos o los monjes budistas, lo que es seguro es que, en ambas creencias, el uso del sonido era fundamental para sus ritos sanadores y meditaciones. De hecho, algunas teorías defienden que el sonido especial de estos cuencos cantores se debe a su uso para sacrificios y ofrendas (una ceremonia habitual en los monasterios tibetanos), donde la armonía era de suma importancia, y para lograrla, su vibración debía ser lo más pura posible, como el sonido del universo, del vacío y lo incognoscible. Una primitiva musicoterapia que, dicen, sigue funcionando.

   Todo se basa en el principio de la resonancia, por el que una vibración con mayor intensidad y armonía, contagia a otra más débil y poco saludable. Es decir, que una frecuencia modifica a otra frecuencia, o más fácil de entender aún, cuando una mujer ajusta su ritmo hormonal a otra con la que pasa mucho tiempo. Pues bien, este mismo “contagio” es el que se usa con fines sanadores en los cuencos tibetanos.

   Colocados sobre el cuerpo del “paciente”, producen sonidos armónicos sanadores al golpear o frotar los cuencos con una baqueta de madera. Unas vibraciones que hacen estremecerse “al compás” y de la misma manera a nuestro organismo, regulando sus funciones; desbloqueando tensiones; reduciendo la ansiedad, el ritmo cardíaco, la respiración, el estrés o la presión arterial; y liberando nuestros chakras o centros de energía. Además, si esa vibración se dirige hacia nuestra cabeza y ondas cerebrales, dicen los que lo han probado, que se alcanzan niveles de conciencia desconocidos, místicos, y fundamentales para la auto sanación.

   El uso del sonido para sanar es tan antiguo como el hombre, como los mantras, los diapasones y, por supuesto, los cuencos tibetanos. En cuanto a la física moderna, afirma que la diferencia entre la materia y la energía es el nivel de vibración o frecuencia. Razón por la que el sonido puede modificar la materia, sobre todo si alguien sabe dirigirlo adecuadamente. Entonces, ¿por qué no probar?

                                         (De Lidia Martín, el 16 de febrero de 2018)

Referencias útiles:
CONCiERTO DE CUENTOS TiBETANOS

¿CUÁNDO? El Domingo 18 de febrero de 2018, de 10h a 12h.

¿QUÉ? Concierto de Cuencos Tibetanos, con antes una breve introducción sobre el Yoga-Sutra de Patanjali. Cada asistente se llevará consigo varios de los versos que se leen, en forma de puntos de libro.

¿DÓNDE? En AyogA (ver la ilustración)
Calle de Atocha, 56
28012 Madrid
M Antón Martín

¿CUÁNTO? 15 euros.

Para saber más del evento, conéctate a la web de AYOGA (también en Facebook).

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