Mi PETiT DiSCOTECA - Mi Petit Madrid * - (Mi PETiT) HOMENAJE A ÉDiTH PiAFLA VOZ DESGARRADA

(Mi PETiT) HOMENAJE A ÉDiTH PiAF
LA VOZ DESGARRADA

Hoy, Sábado 19 de diciembre de 2015, justo hace un siglo del llanto de una pequeña anunciando su llegada al mundo en plena calle. Aquel difícil despertar marcó un camino plagado de demasiados obstáculos para una mujer inteligente, sensible y testaruda, pero de apenas metro cincuenta de estatura y aspecto tan desvalido que fue apodada la Môme Piaf (el pequeño gorrión). Sin embargo, aquella pequeña cantante arrasó con su voz, y de sometida pasó a convertirse en ejemplo de mujer liberal, e incluso, pre-feminista. Envuelta en su eterno vestido de seda negra, el icono francés y musa del París existencialista de los años 50 nunca olvidó su origen humilde a pesar de su fama y dinero, y resistió mientras pudo al peso aplastante de una vida que apenas le dio la oportunidad de ser feliz... (Petit) Homenaje a la gran dama de la “chanson française”, el antídoto para muchos nostálgicos.

Édith Giovanna Gassion nació y se curtió en los barrios obreros del norte de París. Fue ella misma la que contó con el tiempo que su madre la había tenido en plena calle Belleville, con el frío de diciembre y la Primera Guerra Mundial como únicos abrigos, engordando así la leyenda de una infancia demoledora (a pesar de que el acta de nacimiento diga que lo hizo en un hospital cercano al domicilio familiar).

Sus padres, artistas de un circo ambulante y alcohólicos, la abandonaron nada más nacer. Su madre, Annetta Maillard, era una cantante de sangre italiana y bereber que se vio incapaz de criar a un bebé, y su padre, Louis Alphonse Gassion, un normando acróbata demasiado borracho y demasiado libre para hacerse cargo de tal responsabilidad; así que la pequeña Piaf fue pasando de mano en mano, primero con su abuela materna de la que cuentan la alimentaba a base de biberones de vino; luego, con su abuela paterna, madame de un burdel de Normandía; y finalmente, con su padre, que recién llegado del frente al final de la Primera Guerra Mundial, la reclamó, y la sumergió en sus actuaciones callejeras.

La pequeña Piaf se puso a cantar, como lo hacía su madre, de pueblo en pueblo, buscándose la vida en ambientes poco recomendados para una niña que empezaba a deslumbrar a todos con su talento. Lo hizo durante años, también junto a su hermanastra Simone Bertaut, y a los 14, acostumbrada al difícil arte de sobrevivir, se independizó y siguió sola haciendo ruta por antros de los suburbios parisinos o de la Place Pigalle, donde conoció a Louis Dupont, un chico de los recados del que se enamoró y con el que, a los 16 años, tuvo a su única hija, Marcelle, que murió de meningitis a los 2 años de edad, sumando una nueva tragedia a su voz.

A pesar del dolor, Piaf siguió cantando pues era lo único que sabía hacer, hasta que una tarde de 1935 un hombre se paró a escucharla con especial atención. Era Louis Leplée, gerente del cabaret Gerny’s de los Campos Elíseos, uno de los más importantes de París, que la contrató y la bautizó como Edith Piaf. Sólo 1 año después, la francesa grabó su primer disco, y empezó a llegar el éxito, pero de nuevo, cuando la suerte parecía empezar a sonreírla, su mentor apareció muerto de un disparo, y todas las miradas se posaron en ella. Hundida, regresó a su vida desordenada y barriobajera, plagada de amantes, alcohol y cabarets de mala muerte.

Pero, una vez más, Piaf sobrevivió y se enfrentó a su destino, a la ocupación nazi y a dos guerras a base de canciones desgarradoras, cargadas de un lenguaje coloquial que mostraban a una mujer luchadora y valiente, y a las que ponía palabras Raymond Asso, letrista y amante que la preparó para el music hall dándole otra oportunidad. Con él, Edith fue reconquistando al público, y se convirtió en la nueva musa de los intelectuales hasta lograr cambiar aquellos tugurios por los principales teatros, ya no solo de Francia, sino también del resto de Europa y América donde, estando de viaje, conoció al que fue su gran amor, el boxeador francés Marcel Cerdan que 3 años después de su encuentro falleció en un accidente aéreo en 1949.

Con su muerte, Piaf quedó sumida en un profundo dolor, el mismo que la hizo triunfar como nunca con temas que ya son himnos mundiales, y que la llevó a acumular una lista interminable de amantes para intentar cubrir su necesidad de sentirse querida. Así, mientras arrasaba en el Olympia de París o en el Carnegie Hall de Nueva York, se convirtió también en la protectora y mecenas de muchos de ellos, en su mayoría cantantes y actores como Yves Montand, Charles Aznavour, Eddie Constantine o Jacques Pills, con el que se casó en 1952 y se separó en el 56, para luego contraer matrimonio, poco antes de morir, con su joven peluquero y aspirante a cantante, el griego Théo Sarapo.

Precisamente, junto a otro de sus admiradores, el egipcio-francés Georges Moustaki, la cantante tuvo en 1958 un accidente de coche que terminó de rematarla, y la dejó para siempre enganchada a la morfina. Enferma, con una artrosis reumatoide arrolladora y un cáncer hepático en un hígado ya destrozado por el alcohol, el cuerpo de Piaf se fue consumiendo mientras su voz resistía sobre los escenarios, de los que llegó a desplomarse en plena actuación como en su gira por Nueva York en 1959.

Pero Piaf, que prefería morir a dejar de cantar, regresó en 1960 estrenando “Je ne regrette rien” (No me arrepiento de nada), un mensaje claro con el que parecía despedirse de su público ya que poco después, en el 11 de octubre de 1963, murió a los 47 años de una hemorragia interna, fruto de su insuficiencia hepática. Sus restos fueron trasladados al cementerio del Père Lachaise donde no pudo tener un funeral religioso porque el arzobispo de París lo consideró impropio por su “pecaminosa vida”, mientras el resto del mundo y más de 40.000 personas presentes velaban su cuerpo y decían adiós a su voz.

(De Lidia Martín, el 19 de diciembre de 2015)

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