A punto de celebrarse el 126º aniversario de su nacimiento, Charles Chaplin sigue teniendo mucho que enseñar. Sólo él supo gritar y hacer crítica con su cine mudo. No le tuvo miedo a nada ni a nadie, y convirtió a su personaje Charlot en un símbolo (de resistencia), que hizo historia. 2014 fue el año del centenario de aquel vagabundo refinado, y hoy, Martes 14 de abril de 2015, el festival Symphonos 15 le rinde homenaje con la proyección de “The Tramp”, con música en directo, en los Cines Renoir.

   Chaplin, del que dicen que era contradictorio y solitario, siempre estuvo rodeado de silencio(s). Ya su nacimiento cuenta con varias versiones. Los hay que afirman que aquel 16 de abril de 1889, Charles Spencer Chaplin vino al mundo en una roulotte de un campamento gitano cercano a Birmingham. Su infancia no fue fácil. Sus padres, Charles Spencer Chaplin Sr., cantante, actor y según las malas lenguas, alcohólico; y Hannah Chaplin, conocida en el mundo de la ópera ligera como Lily Harley, y con algún que otro problema psiquiátrico, eran conocidos en el género del Music Hall, muy popular en la Gran Bretaña de 1850, y precisamente fueron ellos los que dieron a un pequeño Chaplin, de apenas 5 años, la primera e improvisada oportunidad de subirse a un escenario.

   Fue un día en que el niño acompañó a su madre al trabajo, y acabó sustituyéndola. Desde aquel momento, el incipiente actor quedó enganchado a la magia de la interpretación. Para entonces, la pareja ya se había separado, y a Charles Junior le tocó pasar temporadas con cada uno de sus progenitores y con sus respectivos problemas. Cuando Chaplin cumplió 12 años, su padre murió, y las depresiones nerviosas, que sufría su madre, provocaron que él y su hermano Sydney tuvieran que aprender a valerse por sí mismos mientras entraban y salían de asilos de caridad y escuelas de orfanatos. 

   No sabemos si la interpretación fue su manera de inventar otro mundo o de liberarse, pero él mismo contó el momento en el que se dio cuenta del terrible poder del humor: de pequeño, de camino a la modesta habitación, que compartía con su madre y hermano, Charles fue testigo de cómo una oveja escapó de camino al matadero. Aquella escena en la que todos intentaban alcanzarla, tropezando, cayendo y gritando, le hizo reír, y luego, sintió el dolor del trágico final, ya que una vez cazado, el animal fue sacrificado. Chaplin agarró ese dolor para jugar con él. 

   A los 10 años, ya formaba parte de un grupo de baile, conocido como “Los 8 muchachos de Lancashire”, dejando a todos boquiabiertos con su dominio del claqué; con 12, interpretó a Billy en la obra teatral “Sherlock Holmes” mientras se ganaba la vida como chico de los recados, vendedor o soplador de vidrio; poco después, fue contratado como actor secundario para una compañía de Music Hall; y por fin, en 1907, con 18 años, ingresó en la compañía de Fred Karno, un cómico y empresario teatral conocido por inventar el gag del tartazo en la cara, que se fijó en aquel torbellino, cargado de ideas y sobre todo, muchas ganas. Gracias a ese trabajo, Charles recorrió mundo y llegó por primera vez a Estados Unidos en 1910.

   Algo tenía aquel joven Chaplin que atraía al público, y también a empresarios y directores como el americano Mack Sennet -el rey de la comedia-, que después de verle haciendo de borracho en una de sus obras, lo contrató para su compañía Keystone. Bajo esa batuta protectora, el actor abandonó el teatro, y arrancó su carrera cinematográfica. Se estrenó en noviembre de 1913, con un sueldo de 150 dólares a la semana, y la buena acogida hizo que sus participaciones, y claro está, su sueldo, se multiplicaran rápidamente. Y, en 1914, creó el personaje que le haría inmortal, en el cortometraje “Making a living” de Keystone, donde el actor se vio obligado a improvisar su atuendo en apenas unos minutos, y se apañó con un sombrero de hongo, unos pantalones bombachos, unos zapatones y un bastón, que transformaron a un chaval de 25 años en el Charlot que haría historia.

   A medio camino entre vagabundo y caballero, entre poeta y soñador, fue esta contradicción la que anunció una manera de ver y sentir la vida que, con el tiempo, quedaría claramente plasmada en su trabajo. Chaplin, convertido en Charlot, empezó a gritar en silencio, desde el humor pero con tragedia y sentimiento, los grandes males de la sociedad, demostrando que sus aparentemente absurdas actuaciones eran superadas con creces por una humanidad muchas veces ridícula.

   En 1916, firmó con Mutual Film Corporation un acuerdo por el que a cambio de 670.000 dólares se comprometió a rodar 12 comedias, entre las que estaban “El inmigrante” (1917). A partir de ese momento, los cambios de compañía y el espectacular aumento de su salario fueron 2 constantes en su carrera. En 1917, quiso convertirse en un productor independiente, y puso en marcha la construcción de sus propios estudios. En 1918, a la actuación le sumó la dirección de sus films. En 1919, se unió a los también actores Mary Pickford y Douglas Fairbanks, y al director D.W. Griffith para fundar la United Artist Corporation, convirtiendo a las estrellas en los distribuidores directos de su trabajo. En 1920, finalizó su contrato con First National con “The Kid” (1921), toda una declaración de intenciones, como un recordatorio de su infancia tan cercana al Oliver Twist de Dickens, que le trajo un gran reconocimiento internacional. Para 1923, Chaplin ya tenía sus propios estudios en Hollywood; y no cansado con esto, también componía la banda sonora de todas sus películas.

   No hubo nada premeditado. Fue la sencilla explosión de lo que ya bullía dentro desde su niñez. En un principio, el éxito rotundo de su cine mudo, convertido en testigo de los cambios de la sociedad, se resistió al recién llegado sonido en el cine, e incluso al color. Atrincherado en su manera de hacer y ver las cosas, Chaplin se mantuvo firme en su postura sin ruido, aunque jugó con él en momentos cruciales de sus películas como el encuentro de la ciega y el vagabundo de “Luces de ciudad” (1931), una escena que le llevó rodar 3 años y en la que el audio se reducía sólo al del mundo, que cuadraba con la pobre existencia de Charlot.

   Sin duda ahí estaba su miedo a la nueva era, que dejaría de sobra reflejado en “Tiempos modernos” (1936), cinta en la que abandonaría su mítico personaje en un paseo final y simbólico hacia un horizonte vacío. En todos sus trabajos, había crítica social, un compromiso claro y valiente, que le llevó a estrenar en 1940, “El Gran Dictador”, su primer film enteramente sonoro. Nadie como él se atrevió a ridiculizar a uno de los hombres más importantes y temidos del momento: Adolf Hitler.

   Tanta certeza mental y social le llevó en 1948 a ser candidato al Nobel de la Paz, pero también le costó exilio. De la noche a la mañana, aquel tierno personaje escocía para una sociedad, que quería seguir creciendo sin mirar atrás. En septiembre de 1952, cuando Chaplin y su familia partían hacia Europa a bordo del Queen Elisabeth para asistir al estreno de “Candilejas” en Londres, el artista recibió la noticia: aquellas tierras de la libertad donde había nacido Charlot le cerraban el paso para siempre.

   Sus críticas al capitalismo le costaron caras. Acusado de comunista y de menospreciar al país que le vio crecer, Chaplin arrancó una nueva vida en Corsey-sur-Vevey, Suiza, donde permaneció hasta su muerte. Sólo regresó una vez a América, en 1972, para recoger, de la mano de Jack Lemon, el Óscar Honorífico por el incalculable efecto que su trabajo había producido en el cine.

   Rodeado de su inmensa y numerosa familia, Chaplin nos dejó el día de Navidad de 1977. Algunos de los suyos heredaron su peculiar prisma para mirar el mundo, como su querida hija Geraldine, o su nieta Oona, también actriz, que bajo una eterna sonrisa, se consumen igual que su padre y abuelo, con las injusticias de la humanidad.

PD (nº1) literaria: Además de los guiones de sus películas, Chaplin también escribía. Publicó al menos 4 libros: Mi viaje al extranjero, Un cómico ve al Mundo, Mi Autobiografía, y Mi vida en imágenes. Aprovechaba sobre todo sus viajes para dejar plasmadas sus reflexiones, con el tiempo, reveladores retratos de la situación social y política que le tocó vivir.

PD (nº2) franquista: En España, tuvimos que esperar 36 años para poder ver “El Gran Dictador”, ya que la proyección de la cinta paródica fue prohibida por Francisco Franco.

PD (nº3) glamurosa: Chaplin siempre se supo rodear, y cuentan que sus estrenos eran de los más impactantes de la industria, haciéndose acompañar de personajes tan sorprendentes como Albert Einstein en Los Ángeles o Bernard Shaw en Londres.

                                          (De Lidia Martín, el 14 de abril de 2015)

Referencias útiles:
“THE TRAMP”

¿CUÁNDO? El Martes 14 de abril de 2015, a las 21h y a las 22h.

¿QUÉ? El Festival Symphonos 15 pretende convertir el barrio de Conde Duque en el escenario privilegiado de la cultura, durante 1 semana. El certamen propone “jugar con el tiempo y retroceder un siglo para repasar y vivir tal como era nuestro entorno físico, cultural y artístico”. La proyección de “The Tramp”, de Charles Chaplin, con música en directo a cargo de la Escuela de Música Creativa (también en Facebook y Twitter), es una de las múltiples actividades que propone (para no perderte nada, consulta la Programación del festival).

¿DÓNDE? En los Cines Renoir Plaza de España (también en Facebook y Twitter)
Calle de Martín de los Heros, 12
28008 Madrid
915 422 702
M Plaza de España

¿CUÁNTO? El acceso es gratuito pero tienes que reservar tu entrada por teléfono al 915 422 702 o por mail.

Para saberlo todo del Festival SYMPHONOS 15, conéctate a la web de ENTORNO CONDE DUQUE (también en Facebook y Twitter).

Y, para seguir los pasos (re)creativos póstumos de CHARLiE CHAPLiN, conéctate su web, su Facebook y su Twitter.

[Volver a Mi Petit Filmoteca, Callejero o Blogosfera]